Bárbara Bremer y Carolina Herrera son mejores amigas, socias y co-creadoras de Binge Knitting. Lo que comenzó como una relación de roomies terminó por convertirse en un negocio que replantea la manera en la que vemos los accesorios y cómo estos son confeccionados.
Carolina y Bárbara se conocieron mientras estudiaban en la Parsons School of Design en Nueva York, la misma escuela donde se formaron grandes diseñadores como Tom Ford y Alexander Wang.
Carolina estudió Fashion Design mientras que Bárbara cursó Design & Management, carreras que se complementan entre sí y que fueron clave para crear un negocio funcional que cuida cada detalle en torno a la producción y administración de sus productos.

Una conversación con Bárbara y Carolina, fundadoras de Binge
Bárbara: Mientras estudiábamos en Nueva York, nos encantaba tejer juntas. A mí me enseñaron a tejer desde chiquita, y aunque Caro empezó un poco más grande, era una pasión que compartíamos. Tejíamos entre clases, los fines de semana y en cualquier rato libre.
Comenzamos haciendo cobijas completamente a mano. A nuestras amigas les encantaba ver lo que hacíamos y poco a poco empezamos a recibir pedidos de personas cercanas. Fue entonces cuando decidimos crear algo juntas.
Carolina: Como dijo Bárbara, era un hobby compartido y tejíamos muchísimo, más de lo que puedes imaginar. “Binge” hace referencia a hacer algo en exceso: se dice binge eat, binge sleep… y en nuestro caso, era binge knitting. Nos pareció perfecto.

Bárbara: Mientras estudiábamos en Nueva York, cada una hizo prácticas profesionales en distintos lugares. Caro trabajó con Rag & Bone, y yo estuve en un showroom con una mujer que luego se convirtió en una de nuestras mentoras más cercanas. Ahí aprendí mucho sobre el trato con el consumidor y sobre ventas tanto al mayoreo como al menudeo. Ese aprendizaje sentó las bases de lo que hoy es Binge.
Carolina: Nos invitaron a una Market Week, y aunque lo hicimos sin saber muy bien qué esperar, fuimos con muchas ganas de aprender. Nos fue increíblemente bien: los compradores recibieron muy bien nuestro producto.
En ese entonces era invierno en Nueva York, así que nuestras piezas estrella eran cobijas, bufandas, gorros y unos chales que también ofrecíamos.

Bárbara: Nuestra marca fue tan bien recibida que, poco después de la Market Week, nos hicieron nuestro primer pedido de mayoreo. Scoop, una tienda originaria de Nueva York, nos encargó 300 piezas. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que no podíamos seguir produciendo todo solo entre las dos.
Carolina: Además, justo en ese momento ambas terminamos la carrera y regresamos a Monterrey. Fue ahí donde vimos la necesidad de formalizar la producción. Empezamos a buscar artesanas de nuestra comunidad para integrarlas al proceso.
Bárbara: Yo comencé a liderar la producción porque mi mamá trabajaba en la industria textil. Ella nos puso en contacto con mujeres que ya la habían ayudado en el pasado a realizar muestras.
Le propuse a Caro buscarlas y estuvimos de acuerdo en que ese era el paso correcto. Las contactamos personalmente y accedieron a sumarse al proyecto. Yo ya sabía que eran mujeres comprometidas porque habían trabajado con mi mamá. Incluso había estado en sus casas y conocía su forma de trabajar.
Fuimos muy afortunadas de contar con ellas. Les enseñamos cómo hicimos la muestra y juntas logramos entregar nuestro primer pedido. Comenzamos con cinco artesanas y, de ahí, fuimos creciendo de manera muy orgánica. Ellas mismas comenzaron a referirnos con otras. Hoy, diez años después, ese grupo sigue con nosotras: Silvia, Guille, Toñita y Juani. Ahora somos 15 artesanas en total y nos llena de orgullo.

Carolina: Cuando comenzamos a trabajar con ellas, ya sabían tejer. Aunque nosotras les enseñábamos los patrones, ellas tenían su propia técnica.
Desde el principio tuvimos una conversación importante: todas debíamos entender que los productos estaban destinados a personas, a quienes queríamos entregarles piezas de calidad. Aunque es imposible que todas queden idénticas, los pequeños detalles que aporta cada una hacen que cada bolsa sea única e irrepetible.
Bárbara: Además de colaborar con artesanas de comunidades de Nuevo León, utilizamos algodón reciclado. Desde el principio sabíamos que queríamos crear piezas atemporales que siguieran vigentes con los años, y así convertir a Binge en una marca de slow fashion.
Carolina: Incluir el algodón reciclado nos ayudó de muchas maneras. Además de alinearse con nuestros valores, es más resistente e ideal para los tejidos que manejamos. Es como si completáramos nuestra cadena de valor.