Si algo ha quedado claro en los últimos meses, es que la moda de los años 50 ha regresado con fuerza y es un must para las fashionistas. Celebridades, figuras internacionales, miembros de la realeza y primeras damas han apostado por siluetas clásicas y ultrafemeninas, con faldas amplias y largo por debajo de la rodilla, consolidando este estilo como un verdadero statement en pleno siglo XXI.
Y si hay alguien en quien podemos confiar cuando se trata de tendencias, esa es Lily Collins. La talentosa actriz británica, protagonista de la exitosa serie de Netflix Emily in Paris, compartió recientemente en redes sociales que se encuentra en Italia trabajando en la próxima temporada del show y en una pausa del rodaje, aprovechó para escaparse con su equipo a la Ciudad del Vaticano, donde sorprendió con un estilismo muy especial y acertado.
Su look no solo fue un homenaje a las siluetas recatadas y sofisticadas de mediados del siglo pasado, sino también un guiño directo a una de las mujeres más icónicas del cine y la moda: la inolvidable Audrey Hepburn. Actriz de películas como Breakfast at Tiffany’s y My Fair Lady, Hepburn dejó una huella imborrable gracias a su talento y exquisito sentido del estilo, el mismo que Lily reinterpretó con elegancia y frescura.
El look de Lily Collins en el Vaticano
La guapa hija del músico Phil Collins suele apostar por prendas atemporales para lucir chic en cualquier temporada, y esta vez no fue la excepción. Para su paseo por el Vaticano, lució un vestido midi en tono café, con un top ceñido —pero cómodo— de escote recto y tirantes ligeramente anchos.
La pieza, confeccionada en una tela ligera ideal para los días de primavera, presenta un corte a la cintura del que nace una falda fruncida que aporta volumen y movimiento. Ese efecto de amplitud es clave para que este tipo de vestidos funcionen en la temporada actual: las faldas con cuerpo vuelven a marcar tendencia.
Aunque esta versión de Collins no fue tan glamourosa como las que Audrey Hepburn inmortalizó en la pantalla grande, sí evoca una silueta muy reconocible en la estrella nacida en Bélgica y que conquistó Hollywood, en este caso, adaptada a un contexto contemporáneo, cómodo y perfecto para cualquier ocasión.
Para actualizar el atuendo, Lily combinó el vestido marrón con elementos en un color que, en la época de Hepburn, habría sido impensable mezclar: el negro. Un blazer ligeramente oversize y mocasines a juego completaron este estilismo sobrio, elegante y apropiado para el contexto religioso del lugar que visitó.