En Hollywood, la discusión sobre el papel de la inteligencia artificial en la industria del entretenimiento acaba de escalar a un nuevo nivel. La aparición de Tilly Norwood, una actriz completamente generada por computadora que ya busca representación en una agencia de talentos, no solo ha desatado la curiosidad del público, sino también un debate cargado de tensiones filosóficas, éticas y laborales. La pregunta de fondo parece inevitable: ¿qué lugar ocupa lo humano en un arte que siempre se ha definido por la experiencia y la emoción vivida?
El sindicato de actores de Estados Unidos, SAG-AFTRA, que representa a más de 160 mil profesionales del medio, fijó una postura contundente. “SAG-AFTRA cree que la creatividad está, y debe seguir estando, centrada en el ser humano. El sindicato se opone a la sustitución de intérpretes humanos por sintéticos”, señaló en un comunicado oficial. En su declaración, la organización se refiere a Tilly Norwood como “eso” (it), negándole cualquier identidad humana y subrayando que una IA no puede ser una actriz porque “carece de experiencia vital, no tiene emociones y, por lo que hemos visto, al público no le interesa ver contenido generado por computadora sin conexión con la experiencia humana”.
El posicionamiento del sindicato fue aún más lejos al lanzar una acusación directa sobre la forma en que Tilly fue creada: “Para ser claros, Tilly Norwood no es una actriz, es un personaje generado por un programa informático que se entrenó con el trabajo de innumerables intérpretes profesionales, sin permiso ni compensación”. En este sentido, advirtieron que su existencia plantea no solo un riesgo para el empleo, sino un dilema ético en torno a “usar actuaciones robadas para dejar a los actores sin trabajo, poniendo en peligro sus medios de vida y devaluando el arte humano”.
El comunicado incluyó también una advertencia a las agencias de talentos que consideren firmar a Tilly Norwood: “no pueden utilizar intérpretes sintéticos sin cumplir con nuestras obligaciones contractuales, que exigen notificación y negociación”. La posición es clara: cualquier intento de integrar una IA en la industria debe ser regulado para proteger los derechos y la dignidad de los intérpretes humanos.
La creadora de Tilly rompe el silencio
Frente a esta ola de críticas, la creadora de Tilly, la actriz, comediante y tecnóloga Eline Van der Velden, salió en su defensa. “Les digo que no es un reemplazo para un ser humano, sino una obra creativa, una obra de arte. Como muchas formas de arte antes que ella, genera debate, y eso en sí mismo demuestra el poder de la creatividad”, escribió en un comunicado publicado en redes sociales. La artista aseguró que su propuesta busca abrir nuevas posibilidades narrativas, comparando a la inteligencia artificial con “una nueva herramienta, un nuevo pincel”.
Van der Velden subrayó que su intención nunca fue sustituir a los intérpretes de carne y hueso. “Así como la animación, las marionetas o el CGI abrieron nuevas posibilidades sin restarle importancia a la actuación en vivo, la IA ofrece otra forma de imaginar y construir historias. Soy actriz, y nada, y mucho menos un personaje de IA, puede quitarle la maestría ni la alegría a la interpretación humana”, afirmó. Para ella, Tilly representa un ejercicio de imaginación y sátira: “Crear a Tilly ha sido un acto de imaginación y artesanía, similar a dibujar un personaje, escribir un papel o dar forma a una actuación. Ella representa la experimentación, no la sustitución”.