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Este martes Japón vivía un día histórico al celebrar por primera vez en 200 años la ceremonia de abdicación de un emperador. En un ritual sobrio y con la coreografía propia de las solemnes tradiciones niponas, Akihito se despidió de la Corona tras 30 años en favor de su hijo Naruhito, que el miércoles se convertirá en el nuevo emperador. 

Aunque la ceremonia se celebró a puerta cerrada en el Palacio Imperial y se retransmitía en directo por televisión, los ciudadanos querían estar sobre el terreno en un día tan significativo para ellos. Las inmediaciones del palacio pronto se convirtieron en un hervidero de gente que no se quería perder un detalle del gran momento

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La lluvia no era excusa para los miles de ciudadanos que decidieron vivir la primera abdicación de un emperador en dos siglos a pie de calle. Abituallados con un paraguas, los japoneses, y algún turista curioso, esperaron a que Akihito se despidiese de su pueblo con un breve pero emotivo discurso que fue retransmitido en directo, a pesar de que a la ceremonia solo asistieron miembros de la Casa Imperial y del Gobierno

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El momento histórico que vive Japón y que culminará mañana con la coronación del príncipe Naruhito -aunque la ceremonia oficial de entronización no tendrá lugar hasta el 22 de octubre- ha desatado el sentimiento patriótico de algunos ciudadanos. Al paraguas y el movil o cámara para inmortalizar el momento, hubo quien añadió una bandera nacional

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El Gobierno de Japón no dejó nada a la improvisación en un momento tan importante para la dinastía del Crisantemo y hace meses que tenía previsto un fuerte dispositivo de seguridad para evitar cualquier incidente debido a las aglomeraciones. Sin embargo, este fin de semana las autoridades decidieron reforzar estas medidas, que incluyen un sistema de reconocimiento facial para agilizar la identificación, después de que apareciesen dos cuchillos de cocina sobre la mesa del colegio del príncipe Hisahito, sobrino de Naruhito. 

A pesar de este desafortunado suceso, los japoneses no han dejado que ensombreciese unos días cruciales para su monarquía. Así, la jornada discurrió con normalidad bajo la atenta mirada de los agentes y fuerzas de seguridad

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Japón está a punto de vivir un cambio de era y abandonar Heisei para comenzar el periodo nombrado como Reiwa. Esta transición es algo más que un cambio simbólico ya que implica también modificar el calendario y, por tanto, adaptar los sistemas informáticos en un proceso similar al que vivimos con el cambio de siglo. 

A pesar de estos incovenientes, de los que se libran algunas grandes ciudades que utilizan también el calendario gregoriano, los japoneses quieren recordar para siempre este momento que tal vez sea único en sus vidas, por lo que los selfies y ls fotografías no dejaban de sucederse en los alrededores del Palacio Imperial 

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Aunque la ceremona era a puerta cerrada y solo asistieron unas 300 personas entre miembros de la Casa Imperial y del Gobierno, algunos ciudadanos se vistieron para la ocasión. Conscientes de que las inmediaciones del palacio estaban llenas de cámaras, había quien no estaba dispuesto a que le pillaran en un renuncio y que dejó claro que la elegancia no solo fue patrimonio de muros para dentro

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Conscientes de la expectación que generaba la histórica ceremonia de abdicación, la organización previó la instalación de pantallas gigantes en diversos puntos de la ciudad para retransmitir en directo la renuncia a la Corona de Akihito.

El emperador pronunció un discurso de despedida en el que aprovechó para hacer un breve balance de su reinado además de agradecer a los ciudadanos el respeto y la confianza que siempre le profesaron tanto a él como a su mujer la emperatriz Michiko

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Aunque en diferentes puntos de la ciudad había pantallas retransmitiendo el solemne acto, había quien quería estar a las puertas del palacio y ver la ceremonia al mismo tiempo. Hoy en día eso no es problema, y mucho menos en uno de los países más avanzados tecnológicamente del mundo. Movil en mano, los ciudadanos seguían la retransmisión en directo mientras con la otra sujetaban el paraguas

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Mientras los ciudadanos disfrutaban en las calles del momento histórico que viviá Japón, en el Salón de los Pinos del Palacio Imperial tenía lugar la sobria ceremonia de abdicación. Un acto sin mucha pompa, como había pedido el propio Akihito, en el que el emperador pronunció su último discurso en el cargo y el primer ministro Shinzo Abe aceptó su renuncia.

El soberano se despidió del trono rodeado de su mujer, Michiko, y sus hijos. A su lado, los chambelanes depositaron los tres tesoros que simbolizan el poder imperial: una espada, un espejo y una joya, que representan la valentía, la sabiduría y la benevolencia. Al final del acto, los retiraron para entregárselos el miércoles al príncipe heredero 

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