Consciente de su precaria salud, el Pontífice Juan Pablo II redactó en el año 2003 un testamento -con forma de oración agradecida a Dios y de expresión de fe, esperanza y amor a la Virgen y a la Iglesia- en el que hace saber cuáles son sus deseos, sus disposiciones y sus últimas voluntades
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El testamento incluye, también, reflexiones sobre la vida y la muerte valiéndose de la cita bíblica "deberás rendir cuentas de cómo administraste tu tiempo"; un repaso de su Pontificado y la petición expresa de que su muerte sea "un don de amor a la Iglesia"
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El primero de los documentos que conforman el testamento de Juan Pablo II fue escrito en 1979, tan solo un año después de su elección
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El cardenal camarlengo, Eduardo Martínez Somalo, fue el encargado de abrir el testamento, ya que es el único que tiene poderes para hacerlo
