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La Navidad de la Familia Real británica llevaba tres décadas siguiendo una tradición marcada por Isabel II y que los reunía a todos en Sandringham para repetir, año tras año, un programa que milimétricamente seguía el mismo patrón. Un tradicional intercambio de regalos el 24 de diciembre a la hora del té, una cena posterior a la que hay que acudir con traje de noche y un desayuno inglés el día 25 antes de poner rumbo al servicio religioso en St Mary’s donde se daban su baño de masas navideño. Sin embargo, los dos últimos años los planes de la Reina han saltado por los aires: si el año pasado fueron los Sussex los que no acudieron a la cita que nadie se atreve a perderse, este año ha sido la crisis sanitaria la que ha terminado con la tradición. La Reina y el Duque de Edimburgo pasaran la Navidad en el Castillo de Windsor, en la pequeña y encantadora ciudad que lleva el mismo nombre y se encuentra a las afueras de Londres. Esto no ocurría desde 1987, cuando Diana de Gales fue la protagonista del día y la duquesa de York, Sarah Ferguson, guardaba un secreto. Aquí hay material para un capítulo de 'The Crown'. 

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Siempre encantada de estar rodeada de niños, Diana de Gales se encargó esa mañana de llevar a los más jóvenes de la Casa Real al tradicional servicio religioso del 25 de diciembre. El príncipe Guillermo -bajo un cielo gris pero con pantalones cortos según la norma- encabezó el 'cortejo' con una sonrisa pero buscando constantemente a su madre con la vista, le siguen los hermanos Peter y Zara Phillips (hijos de la princesa Ana) y Frederick Windsor, hijo de Michael de Kent, el primo favorito de la Reina. 

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Los duques de York habían celebrado su primer aniversario de boda unos meses antes y la Reina disfrutaba por aquel entonces de una apacible y feliz estabilidad familiar. Su castillo se llenaba de nietos y por aquel entonces nada hacía presagiar que en sus sueños se desvanecerían: sus tres hijos casados protagonizarían en cinco años sonadas rupturas y ese mismo castillo en el que celebraban la Navidad ardería en llamas. 

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Diana, que llevaba de la mano a Lady Rose Windsor, hija menor del duque de Gloucester, no acudió al servicio religioso con el príncipe Harry, ya que todavía era demasiado pequeño (tres años) para sumarse a esta tradición. Con el paso del tiempo este lugar, el Castillo de Windsor, significaría mucho para Harry, allí fue bautizado, pasó los fines de semana mientras estudiaba en la vecina Eton, se casó con Meghan Markle y presentó y bautizó a Archie. Todo ello con referencias constantes y tributos a Diana. 

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Entre las invitadas, apostando por el rojo navideño, estaban Lady Helen Windsor y la duquesa de Kent (derecha).

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Diana de Gales se desmarcó con un llamativo y ochentero abrigo amarillo con cuadros negros que a día de hoy sigue siendo recordado y buscado en internet como fuente de inspiración. 

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Durante esa Navidad un secreto flotaba en el aire y la mirada de Diana apuntaba a ello. Pocos días después de esta cita, pero cuando ya había arrancado el año 1988, los duques de York anunciaron la feliz noticia que su primera hija estaba en camino. La princesa Beatriz nacería el 8 de agosto. 

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