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Todos y cada uno de los detalles escogidos venían a dejar claro que la novia era, y seguirá siendo, independientemente de lo que pase en torno a la figura de su padre, una Windsor de pleno derecho. Mientras que Kate y Meghan se casaron con una tiara de princesa, una de tantas que encierra el joyero real, a Beatriz su abuela le cedió una tiara de reina, una pieza a la que pocas tienen acceso. Fotos : Benjamin Wheeler

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El precioso templo se cubrió de flores hasta arriba creando un escenario único que poco tiene que envidiar a los arreglos que se hicieron en el Castillo de Windsor para las últimas bodas. Otro detalle propio de una boda real es que la elección del ramo fue confeccionado siguiendo la tradición de las novias de la monarquía inglesa y  despositado sobre la tumba del 'soldado desconocido' en la Abadía de Westminster. Fotos : Benjamin Wheeler

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La presencia de la Reina y del duque de Edimburgo, que selecciona bien los eventos familiares a los que acude, en la boda de Beatriz es ahora más significativa que nunca. Isabel II quiso mimar a su nieta y, sobre todo, reforzar la figura de las hermanas York en un momento en el que su presencia en la Casa Real se diluye tras la renuncia de su padre. Fotos : Benjamin Wheeler

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La boda se celebró en la Capilla Real de Todos los Santos en Royal Lodge de Windsor, el lugar en el que Beatriz pasó su infancia y el refugio de la familia York, también en tiempos de coronavirus. Se trata de una preciosa iglesia que la Reina adora por su privacidad y que queda reservada para citas muy excepcionales, como el funeral de la Reina Madre en el año 2002. Fotos : Benjamin Wheeler

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El vestido venía a confirmar ese mensaje. No se trata solo un precioso diseño 'vintage que hiciera las funciones del tradicional “algo viejo” que lleva una novia en señal de buena suerte; ese vestido de Norman Hartnell forma parte de la historia política e institucional del Reino Unido. Fotos : Benjamin Wheeler

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