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La reina Isabel II de Inglaterra presidió este lunes 14 de octubre el tradicional acto de apertura del Parlamento británico. La soberana lleva 65 años acudiendo a esta sesión y únicamente ha faltado en dos ocasiones, en 1959 y en 1963, debido a los embarados de dos de sus hijos, Andrés y Eduardo. Esta ceremonia solemne supone la unión de los tres elementos vigentes en la legislatura: la Cámara de los Lores, la Cámara de los Comunes y la Corona -representada por la Reina-.

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La Monarca llegó al Palacio de Wesminster el un coche tirado por caballos y acompañado del Regimiento de Caballería, que escoltaba a Isabel II -el mismo que la transportó en el Jubileo de Diamante-. Esta, por su parte, se dejó acompañar por su hijo Carlos, príncipe de Gales, y por la esposa de este, la duquesa de Cornualles. Una vez que inauguró oficialmente el Parlamento, dirigiéndose a todos los asistentes, la Reina pronunció un discurso que no está redactado por ella misma, sino por el Gobierno. En él se describen las políticas las propuestas que se pretenden seguir a lo largo de la legislatura que ahora comienza

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Aunque normalmente el rígido protocolo británico deja bien poco a la improvisación y a las sorpresas, en esta ocasión la reina Isabel II sí ha decidido romper el protocolo en un aspecto: el que tiene que ver con la corona. Así, la histórica pieza del estado imperial que simboliza la soberanía del monarca y que únicamente se ve en las coronaciones y en las aperturas del Parlamento, ha sido reemplazada esta vez por la corona Jorge IV, mucho más ligera

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Si bien es cierto, la corona imperial se ha colocado sobre un cojín de terciopelo a la derecha del trono en el que estaba sentada Isabel II, pero esta ha decidido no lucirla. En su lugar ha optado por colocarse la diadema estatal, más ligera y que ya nos mostró ella un año antes de ser coronada (1952). Cabe recordar que esto tan solo ha ocurrido en otras dos ocasiones: en 1974, cuando hubo dos elecciones generales, y en 2017, cuando hubo unas elecciones anticipadas y la monarca decidió utilizar un atuendo inusual.

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Todo apunta a que la Reina ha preferido no sostener sobre su cabeza una pieza tan pesada -de cerca de un kilo-. En cuanto a sus acompañantes, el príncipe Carlos ha lucido un traje de regimiento y la duquesa de Cornualles, su tiara de Greville. Por su parte, Isabel II sí ha llevado consigo el resto de complementos tradicionales típicos de este evento, como la capa

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El primer ministro, Boris Johnson, no ha faltado y ha acudido con su novia, Carrie Symonds a esta importante cita, que desde el año 1958 se retransmite a través de televisión. El político ha mostrado, a través del discurso de Su Majestad, sus planes más inmediatos de cara a sus prócimos meses en el Gobierno. Así, tiene sobre la mesa 26 proyectos de ley, aunque si hay un tema que ha sobresalido sobre todos los demás ha sido el asunto del Brexit y los sucesivos marcos regulatorios que traerá consigo

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Carrie Symonds, pareja de Boris Johnson, tiene 31 años, veinticinco menos que Johnson, es una experta de las relaciones públicas y ha sido jefa de comunicación del Partido Conservador, un trabajo que dejó hace solo unos meses cuando se conoció su relación con el político. Es, además, hija de Matthew Symonds, uno de los fundadores del diario 'The Independent'. 

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Pocos lo saben, pero antes de la llegada de la Reina al Parlamento, los guardias, vestidos de rojo riguroso, cumplen con una tradición: con lámparas de gas en la mano, descienden a las bodegas en busca de explosivos. Esta costumbre nace de un intento de conspiración para hacer estallar el Parlamento en el año 1605. Después, Isabel II sale del Palacio de Buckingham y pone rumbo a Westminster, al que accede por una entrada reservada exclusivamente a ella. Una vez dentro, se coloca la túnica y la capa de terciopelo rojo, así como la corona de 1.868 diamantes y otras tantas joyas -esta vez, como ya hemos comtnado, ha optado por la tiara que se usó para la coronación de Jorge IV en 1821-.

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Por último, entró a la Cámara de los Lores a través de la Galería Real y acompañada por su hijo Carlos. La gran espada de Estado y la corona, símbolos de poder y autoridad soberanos, se dejaron junto a la Reina, quien se sentó en el trono y esperó a que la oficial Sara Clarke, oficial de la Cámara de los Lores, hiciera su entrada. La tradición dice que hay que cerrarle la puerta justo antes de entrar y que ha de golpear tres veces para que le permitan acceder a la sala y presenciar, al fin, la apertura del Parlamento

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