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El joyero de Máxima de Holanda está a la altura de la grandeza de su nombre. Se proclama Reina de diamantes entre las de su especie coronándose en galas, bodas y otros acontecimientos reales en palacio con la mayor variedad de tiaras. Ha llegado a lucir más de quince diademas lo que, en perspectiva con las seis llevadas por la reina Letizia, las cuatro o cinco de Matilde de los belgas, alrededor de las ocho de Victoria de Suecia o de las cuatro de Mary de Dinamarca, da una idea de la superioridad de su cofre. No hay otro despliegue de brillantes, rubíes, zafiros, esmeraldas, aguamarinas, perlas… como el suyo. Y lo mejor, que Máxima y máxima como es, aprovecha la más mínima ocasión para deslumbrar.

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La gala diplomática en el Palacio Real de Ámsterdam ha sido una de las últimas ocasiones en las que Máxima de Holanda se ha vestido para reinar. Y, como hace dos años para la misma ocasión, eligió una de esas piezas en las que es imposible no reparar: la imponente tiara de perlas y diamantes de la reina Guillermina.

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Máxima de Holanda ha llevado hasta el momento una versión simplificada de la tiara de Württemberg, esto es sin todas las perlas que incluye la pieza original

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Tiara de Wurttenberg
La tiara de perlas y diamantes de la reina Guillermina, tradicionalmente llamada diadema Württemberg, debe su nombre al hecho de que se suponía que había pertenecido a la reina Sofía, la primera esposa del rey Guillermo III de los Países Bajos, nacida Princesa de Württemberg, y que la recibió como regalo de bodas de su padre en 1839. Se dijo que había sido hecha en Alemania y modificada casi 60 años después por el joyero holandesa Royal Begeer en 1897. La pieza es un tesoro de valor incalculable, una magnífica obra de joyería compuesta por diamantes antiguos con un diseño de volutas y flores de lis entrelazadas que quedan coronadas por cinco perlas naturales, purísimas, en forma de lágrima, y en tamaño muy poco frecuente. La princesa Beatriz, nieta de la reina Guillermina, la eligió para su gran día, el 10 de marzo de 1966, en su versión completa con los diamantes, las más de 50 perlas redondas y las 11 en forma de pera.

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Beatriz de Holanda eligió la tiara de Württemberg para su boda, la usó con mucha frecuencia y parecía que era la única que se guardaba para ella… Hasta que Máxima se convirtió en Reina consorte y se coronó con ella. Se trata de una joya única, un delicado diseño de diamantes y perlas de lágrima escalonadas, que la esposa del rey Guillermo Alejandro lució una de sus primeras veces durante la cena de gala ofrecida al Cuerpo Diplomático en 2015 en el Palacio Real de Ámsterdam. 

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Tiara de diamantes y perlas de lágrima
La incidencia de la luz influye en el brillo de los diamantes, pero si es la luz de Máxima de Holanda, que centuplica cada haz, no es influjo… Es determinación: las piedras que la coronan lucen más que ninguna otra. Como las de la tiara de diamantes y perlas de lágrima escalonadas, que la reina Máxima, Princesa de Orange por aquellos tiempos, llevó cuando estaba a punto de cumplirse su primer aniversario de bodas, con motivo de la cena de gala ofrecida por la Familia Real holandesa en el Palacio de Noordeinde en honor del Presidente de México, Vicente Fox, y de su esposa, Marta Sahagún, y después en otras muchas ocasiones.

Un diseño de flores de diamantes, engastados en platino, que coronan siete perlas naturales y purísimas, en forma de lágrima, y de tamaño extremadamente infrecuente. Precisamente las perlas en forma de lágrima son algunas de las piezas más antiguas de la colección de la Casa de Orange-Nassau y podrían haber sido adquiridas por la princesa Amalia (siglo XVII), que se hizo famosa por su colección de perlas. Aunque, por el momento, el origen de estas excepcionales joyas es incierto, no se echan en falta numerosísimas hipótesis al respecto. Mientras la gran mayoría consideraba antiguamente que procedían de la diadema Pavolnik de la reina Paulovna, en la actualidad tiene más adeptos la teoría de que las perlas sean mucho más antiguas: de la época de la princesa Amalia de Orange, condesa von Solms-Braunfels, ya que las perlas de la diadema Pavolnik parecen distinta forma. Sea como fuere, coronan a Máxima de Holanda para reinar.

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La reina Máxima, cuando era Princesa de Orange, luciendo la versión sencilla de la antigua tiara de diamantes y perlas de lágrima, que prescinde de la parte superior de perlas

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Una de las grandes puestas de la tiara de flor de lis, versión sencilla de la antigua diadema de diamantes y perlas de lágrima, fue con motivo de la Boda Real de Haakon y Mette-Marit de Suecia en los albores del nuevo milenio

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Máxima de Holanda no era todavía Princesa, pero ya tenía acceso al tesoro real de los Orange

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Tiara Festoon
La tiara Festoon de la imagen viene a contradecir a los que sostienen que la sencillez no está hecha para Máxima de Holanda. Porque le luce igual de bien. Cierto es que la entonces Princesa de Orange no se conformó con lo dispuesto y dio una vuelta (literal también) a la pieza, que había sido adquirida por el rey Guillermo III en la joyería Vita de Ámsterdam por 115.000 florines para obsequiársela a su hija, la reina Guillermina, en 1889, cuando ésta tenía los nueve años de edad. La diadema se convierte en collar o al revés: el antiguo collar durante tantos años se convirtió en tiara en 2003 sobre la princesa Máxima. Luego siguió viéndose en la princesa Margarita y en la entonces reina Beatriz, desprovista de los grandes triángulos.

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Tiara de las estrellas
Habrá en el tesoro real otras piezas más valiosas, pero no más emotivas para Máxima de Holanda que la tiara de las estrellas, la de su boda con el actual rey Guillermo Alejandro. Pertenece a las joyas de la Corona y está formada por una estructura de oro blanco con incrustaciones de diamantes, de la que salen cinco botones de perlas o cinco puntas con forma de estrella, los adornos protagonistas de la escogida por la reina Máxima, que pertenecieron a la reina Emma. La tatarabuela del rey Guillermo Alejandro recibió dos conjuntos de broches de diamantes de estrella, uno con diez puntas y otro con doce, cuando se casó con el rey Guillermo III en 1879. La reina Máxima eligió para su gran día las estrellas de diez puntas. En ocasiones lleva las de doce como alfileres prendidas a las bandas de las órdenes. No es una pieza fácil, y por eso solo ella y la princesa Margarita, tía del Rey, se la han puesto. Pero es que la reina Máxima puede llevar lo imposible y resultar soberbiamente elegante

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Foto detalle de la tiara de las estrellas. La icónica pieza ha sido expuesta recientemente junto al vestido de novia de Máxima y el traje de novio de Guillermo Alejandro de Holanda en el Palacio Real con motivo de los actos conmemorativos por el 50º cumpleaños del Rey. La muestra reunía otros objetos especiales de estos cincuenta años en la vida del soberano como su cuna, su tesis, su corona y, entre otros, la camisa de Johan Cruyff.

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Otras grandes puestas de la tiara nupcial de Máxima de Holanda fueron con motivo de la Boda Real de Marta Luisa de Noruega y Ari Behn meses después de su propio enlace y de la Boda Real de Federico y Mary de Dinamarca, en la imagen, en mayo de 2004

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Tiara de pavo real
Ningún miembro de la Familia Real de Holanda había vuelto a llevar la tiara de pavo real en cosa de 30 años. Tres décadas de ausencia en las galas de los Orange y, en ese tiempo, un signo de interrogación sobre su paradero. Algunos pensaron que no volvería a verse jamás esta pieza de rubíes y diamantes, que perteneció a la reina Guillermina, pero se equivocaban. La diadema despertó de su profundo letargo en los joyeros reales de la mano de la reina Máxima, cuando aún era princesa, con ocasión de una visita de los Reyes de Suecia a Holanda.

La diadema, el tesoro desaparecido durante 28 años, es una espectacular joya conocida por todos los expertos e historiadores. Data de 1897. Momento en el que, la reina Guillermina, de apenas 17 años, sucedió a su padre el rey Guillermo III. Como soberana reinante, debía lucir aderezos excesivamente grandes para una joven de su edad, por lo que esta joya de gran espectacularidad a la vez que adaptabilidad se convirtió en una de sus preferidas. A su muerte, en 1962, legó la apreciada pieza a la princesa Irene, esposa del Duque de Parma. Brilló en infinidad de galas más hasta su divorcio en 1981 y desapareció de la vida oficial. Dormía en secreto en el Palacio Real de Ámsterdam a la espera de un desencantamiento; de una Princesa que la pusiera de nuevo en circulación. Máxima de Holanda rompió el hechizo.

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Tiara de aguamarinas
Cuando lo espectacular se une a lo emotivo resultan joyas reales como esta: el especial aderezo de diamantes y aguamarinas de los Orange, que originalmente perteneció a la abuela del actual Rey, la reina Juliana. El conjunto debió de haber sido muy sentimental para ella, porque todas las piezas provenían de personas muy importantes en su vida: la diadema de estilo Art Déco fue un regalo de sus padres, la reina Guillermina y el príncipe Hendrik, por su 21º cumpleaños; el collar fue un obsequio de su abuela, la reina Emma, por su 18º cumpleaños; los pendientes fueron el regalo de bodas de su suegra, la princesa Armgard, y el broche que Máxima de Holanda incrustó en la cintura, fue el regalo de bodas de su marido, el príncipe Bernhard. La tiara consta de siete aguamarinas de Brasil y diamantes sobre una base de platino desmontable. Una pieza muy apreciada por las princesas de Orange Nassau y por la reina Máxima, que bien sacaría de los mares al mismísimo Poseidón, sus consortes y toda su descendencia.

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La Princesa de Orange luciendo una de sus primeras veces el impresionante aderezo de brillantes y aguamarinas de la Familia Real holandesa en una gala en Palacio

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Tiara de peineta de la reina Guillermina
Será por joyas, podría decir Máxima de Holanda. La Reina de los Países Bajos puede presumir de tener en su cofre real bajo siete llaves algunas de las piezas más espectaculares, más exquisitas, más originales. La tiara de peineta de la reina Guillermina es una de esas. Una diadema pequeña si se quiere, pero sublime aunque no se quiera. La joya antigua había acumulado polvo en las bóvedas palaciegas y, después de una larga larguísima espera de casi un siglo, volvió a ver la luz… de las arañas. El adorno para el pelo, coronado con una fila superior de diamantes desmontables, perteneció a la reina Guillermina que la recibió en la década de 1910 de mano de su esposo, el príncipe Hendrik, junto a varias otras piezas de joyería. Y, desde 1920, ya no volvió a los salones de Palacio, por lo que se asumió que se había vendido o que se había desarmado para la creación de nuevas joyas. Nada más lejos. Máxima de Holanda, entonces Princesa de Orange, se coronó con ella en junio de 2010, durante la víspera a la boda real de Victoria y Daniel de Suecia. Y casi dos años más tarde, durante la visita de Estado a Singapur.

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Máxima de Holanda lució en su visita oficial a Singapur, meses antes de la investidura de su marido, la antigua tiara de peineta de la reina Guillermina para coronar con ella un impresionante moño alto tipo coca que daba protagonismo a unos espectaculares pendientes. Las joyas realzaban una puesta en escena de impacto por el colorido morado y rojo, por el brillo de seda salvaje y por el golpe de efecto de una gran flor roja en la cintura de su vestido de escote asimétrico. Máxima a la máxima potencia

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Tiara de zafiros
Esta tiara es de reciente creación, aunque sus gemas proceden de antiguas joyas de los Orange. Principalmente del collar de zafiros de la reina Emma que diseñó Mellerio en 1880. La tiara cuenta con una base de 11 zafiros en gradación de tamaño, que también puede ser usada como collar, y está rematada por cinco zafiros ribeteados de brillantes del aderezo que la reina Guillermina recibió de su país como regalo de bodas. La nueva tiara, resultado de la combinación de los dos collares, la estrenó la princesa Margarita, tía del actual Rey, en 2009 durante una visita de Estado de Chile, pero la reina Máxima la ha llevado al menos una vez en el 70º cumpleaños de la reina Margarita de Dinamarca. Una pieza de innegable belleza que es ideal para aquellas ocasiones de etiqueta en las que la tiara de diamantes y zafiros de la Coronación resulta excesiva

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Tiara bandeau de diamantes
La diadema bandeau de diamantes de la Familia Real de Holanda pudiera parecer un aderezo sencillo y relativamente pequeño, en comparación con la envergadura de otras piezas del tesoro holandés, hasta que uno se entera de que los brillantes pesan más de 100 quilates en su conjunto. La tiara está hecha con las piedras originales de un collar que perteneció a la reina Emma, tatarabuela del actual rey Guillermo Alejandro. La gargantilla de la reina Emma se convirtió en diadema por encargo de su hija, la reina Guillermina, en la década de los 30. Hoy corona muchas de las cenas de gala y otros grandes acontecimientos de la realeza a los que asiste Máxima de Holanda y tiene el privilegio histórico de haber sido una de las elegidas para los fastos de la coronación de su marido.  

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Tiara de diamantes y zafiros
Aquí está lo interesante de la colección de joyas del tesoro real holandés: las mayores, las mejores, las más extraordinarias piezas se mantienen en fideicomiso, así que la gran mayoría de las grandes tiaras que coronan a la reina Máxima no le pertenecen. Son una parte de la Fundación Orange-Nassau, que fue creada con el propósito de asegurar que el conjunto de joyas reales se mantuviera intacto. Por esa razón algunas de las diademas de joyería histórica pueden ser llevadas por otros miembros de la Familia Real holandesa, como las esposas de los primos del Rey, aunque eso sí nadie las luce como Máxima de Holanda. Y menos que ninguna otra la tiara de diamantes y zafiros, la que mejor ha llevado hasta el momento. Reina en el cofre real con todo fundamento: por su incuestionable belleza y majestuosidad y por haber sido elegida por la Reina para su cita más importante en la solemne toma de posesión del rey Guillermo Alejandro.

La reina Emma la lució en la investidura de su hija Guillermina en 1898 y la nueva soberana de Holanda, con motivo del 70º cumpleaños de Margarita de Dinamarca, aunque en su versión más sencilla. La tiara consta de 31 diamentes de Cachemira, uno de ellos, el central, más grande (de 44 quilates), fue propiedad de la reina Anna Paulowna, y 655 diamantes de Sudáfrica engarzados en una diadema de platino. En total, la tiara tiene un peso de 155 quilates. Los brillantes fueron montados con una técnica llamada pampille en tremblant, que consiste en engastar las piedras en pequeñas barras con movimiento para que recojan toda la luz. En 1928 la tiara fue totalmente renovada cuando la firma joyera holandesa Van Kempen en Vos de La Haya hizo una nueva montura (idéntica al diseño original). La antigua estaba hecha de oro, y la nueva, mucho más ligera, de platino. El broche forma parte de la colección y también puede usarse como colgante al cuello.

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Tiara Mellerio de rubí
Es una de las más imponentes y una de las que más gustan a Máxima de Holanda. Esta pieza data de 1889 cuando fue encargada a la famosa joyería francesa Mellerio dits Mellier. El ensamble original, regalo a la reina Emma de su marido, el rey Guillermo III, era mayor e incluía collar, broche… y hasta un abanico de rubíes; en esta ocasión, la Boda Real de Carlos Felipe y Sofia de Suecia, la reina Máxima llevó la tiara, los pendientes, el collar y el brazalete del set, como casi siempre. Otras de sus puestas inolvidables han sido el 60º cumpleaños de Carlos Gustavo de Suecia y la cena previa a la Boda Real de Guillermo y Stèphanie de Luxemburgo. Tiene además la distinción de haber coronado a Máxima de Holanda en su primer retrato oficial como Reina.

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Máxima de Holanda con la imponente tiara Mellerio de rubí en la cena previa a la Boda Real de Guillermo y Stèphanie de Luxemburgo

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Tiara de esmeraldas
Máxima de Holanda pinta a todo color sus citas de gala. Y es que la Reina intensifica el colorido de sus piedras preciosas con el de sus trajes preciosos, como las esmeraldas de la tiara de la imagen con el vestido esmeralda de Lanvin para agasajar en 2014 a Alberto de Mónaco. El conjunto de pedrería, compuesto por la diadema y un collar, un broche, una pulsera y un anillo, fue regalo de la reina Emma a su hija, la reina Guillermina, en 1899. Las gemas integraban la dote de la princesa Guillermina de Prusia por su boda con el príncipe de Guillermo en el siglo XVIII. La tiara consta de una base desmontable de oro y plata que permite llevarla al estilo oriental: invertida y reposando sobre la frente un racimo de diamantes y esmeraldas, adorno central de la pieza. El diseño original se remataba con tres diamantes ovalados y tres esmeraldas, dos de las cuales conformaron los posteriores pendientes. El collar, un rosario de diamantes y esmeraldas, luce como broche una espectacular esmeralda cuadrada ribeteada de brillantes.

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Tiara de diamantes de la reina Emma
Máxima de Holanda luce un gran repertorio de joyas y aún así no agota su tesoro. Otra de las tiaras que han coronado a la Reina de los diamantes es la diadema de la reina Emma. El rey Guillermo la encargó para su esposa, que había elegido entre una selección de diseños presentados por Royal Begeer. No llegó exactamente en la ocasión que esperaban, porque por desgracia estuvo lista en 1890 cuando el Rey falleció. Pero con todo la tiara fue utilizada por su esposa, por su hija, la reina Guillermina, y ahora por sus parientes.

La diadema cuenta con tres grupos centrales de diamantes, cada uno con una gran piedra central rodeada de ocho piedras levemente más pequeñas, lo que pudieran parecer motivos florales. Cada uno de ellos está envuelto en un tulipán de diamantes y separado por un diamante, que continúa la trama hacia los extremos. Originalmente la tiara fue diseñada para ser usada sin o con las cinco estrellas de diamante que la reina Emma recibió como regalo de boda, pero la reina Guillermina parece ser la última que ha lucido la opción más recargada con el ornato de la parte superior.

Se dice que es la favorita de la actual princesa Beatriz, porque se adapta a la perfección a su riguroso peinado. Pero siéndolo, si lo es, la siguen llevando otras damas de la Familia Real holandesa. La princesa Laurentien ha aprovechado la flexibilidad de la pieza, lo que no es frecuente, sustituyendo solo uno de los diamantes centrales (y no los tres como es posible) por un rubí. La versión clásica, pero llena de encanto, de Máxima de Holanda fue vista por última vez el pasado noviembre en su visita de Estado a Nueva Zelanda.

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