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De la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, al corazón de los Picos de Europa pasando un majestuoso teatro… Para Leonor fueron tres días de viaje llenos de emoción, sorpresas y momentos memorables… Pero también repletos de oportunidades para aprender nuevas lecciones, poner en práctica todo lo que le han enseñado en palacio y descubrir que ser heredera a la corona es un destino cada vez más real.

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El valor de los símbolos. 1111 años después de ser donada por Alfonso III el Magno y la reina Jimena, Leonor renovó los lazos de la Monarquía con Asturias “abrazando” la Cruz de la Victoria en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. El símbolo histórico de su título, que ondea en amarillo sobre el campo azul de la bandera asturiana.  Las armas de Pelayo que unen su dinastía con la de los reyes asturianos.

Curioseando en la simbología de las letras alfa y omega; la inscripción que figura en su reverso, y hasta las 263 piedras preciosas y perlas, que la adornan, la Cruz volvió a ser, de su mano, vínculo y símbolo de continuidad en una nueva era. Exactamente igual -aunque Felipe VI, no habló a su hija de cruz, sino de esperanza e ilusión- que cuando el Rey don Juan Carlos se la “impuso”, con diez años, a su hijo y heredero en Covadonga (1977). “… Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey. La que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor del desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos”.

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Ser parte de la historia. El Rey dijo mientras miraba a sus hijas: “Lo importante es que ellas se empapen bien de la historia” y Ramón Rodríguez, director del Real Instituto de Estudios Asturianos, fue el encargado de introducirlas en los detalles más importantes tanto del Jardín de los Reyes Caudillos, donde se ubican las estatuas de doce reyes asturianos, desde Pelayo a Alfonso III, como del Panteón real.

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La importancia de la cercanía. Sus padres le habían hablado (a ella y a Sofía) de Asturias, de su gente, y la Princesa incluso dijo que Asturias era “mi casa”, y presumió de su sangre asturiana y de las raíces de su madre, pero durante esta visita, Leonor también asumió la gran regla de la corona: la de ser cercana con la gente. Primero en la explanada de la catedral donde saludó especialmente a muchos adolescentes; y después, en el Pueblo Ejemplar, donde entró de lleno en el mundo rural, y en la vida en una aldea, dejándose abrazar y besar por madres y abuelas con una sonrisa.

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El miedo escénico, superado. Leonor ha llamado la atención en todo el mundo por el aplomo y la serenidad que mostró al dar su discurso en un escenario imponente. El pasado 18 de octubre, Leonor intervino 4 minutos y 11 segundos y sólo se le resitió un poco la palabra “felicitar”, aunque siguió leyendo con la misma naturalidad… Su padre, hace casi 40 años, también se equivocó al pronunciar la palabra “significación” y sólo habló un minuto y 24 segundos.

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Lo que significa una “gira”. Hasta el momento había asumido compromisos y actos con una duración máxima de dos horas -a excepción de su visita a Covadonga, que duró un día -, pero esta ha sido la primera vez en la que un viaje oficial la lleva de un escenario a otro asumiendo una enorme responsabilidad en todos los actos. Un ejercicio en el que como dice su abuela doña Sofía no existe el “no me apetece” y nunca se está cansado. 

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Hacer frente a un imprevisto. Leonor, acostumbrada a asumir la agenda oficial con máxima puntualidad, también descubrió en este viaje que, a veces, son inevitables los imprevistos y que hay que aprender a improvisar. El ejemplo lo tuvo en su madre, la Reina, quien al ver que se habían quedado “atrapados” en Posada de Llanes -la barrera del tren estaba bajada y era imposible atravesar el paso a nivel- decidió abrir la ventanilla y aprovechar el momento para saludar a los vecinos. La princesa de Asturias y su hermana Sofía pudieron verlo todo desde su coche, antes de retomar camino hacia Asiegu, el nuevo Pueblo Ejemplar.

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La protesta. En paralelo a su viaje y a sus grandes momentos, la heredera a la Corona, también se acercó un poco más a la realidad de la lucha y la protesta. Primero en la catedral, donde conversaron con los trabajadores de Vesuvius encerrados en la Catedral. Y, después, en los alrededores del Teatro Campoamor, donde había miles de personas ovacionándolos, pero también un pequeño grupo de ciudadanos manifestándose contra la Corona.

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