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El príncipe Felipe de Borbón y Grecia nació a las 12:35 horas del 30 de enero de 1968 en la clínica Loreto de Madrid, la misma en la que vinieron al mundo sus hermanas, y dos días más tarde era presentado a la prensa. Doña Sofía, al comparecer con el bebé en brazos, comentó: “Estoy encantada, muy contenta, porque después de dos niñas seguidas, hemos tenido un varón”. Como en las dos ocasiones anteriores, el Rey pidió varias botellas de champán y brindó con los periodistas congregados en la clínica. Su orgullo era manifiesto. Además, su abuela, la reina Victoria, viuda del último Rey de España, volvía a su país 37 años después de su marcha –con la proclamación de la República– hacia el exilio.
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Vestido con el mismo traje de cristianar que habían llevado su padre, don Juan Carlos, y su abuelo, don Juan de Borbón, don Felipe fue bautizado en el palacio de la Zarzuela el 8 de febrero de 1968 con agua del Jordán y en la misma pila bautismal que sus hermanas: la de Santo Domingo de Guzmán. Recibió el nombre de Felipe Juan Pablo Alfonso de la Trinidad de Todos los Santos. Antes de nacer, y sin saber si sería niño, los Reyes ya habían pensado en llamarle Felipe, por Felipe V, el primer Borbón, para dar continuidad al nombre y a la dinastía. Le amadrinó su bisabuela, la reina Victoria Eugenia, que vestía un traje dorado con puños de visón. El conde de Barcelona actuó como padrino.
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En sus primeros años de casados, don Juan Carlos y doña Sofía eran, ante todo, un joven matrimonio que dedicaba casi todas sus horas de ocio a ver crecer a sus hijos y a jugar con ellos por los alrededores del palacio de La Zarzuela. La Reina, al igual que había hecho con las infantas Elena y Cristina, se ocupó muy directamente del cuidado del Príncipe, acompañada muchas veces por sus hijas, siempre dispuestas a echar una mano, ya que lo que querían era estar junto a Felipe. Aunque don Juan Carlos la definió siempre como “una madraza”, doña Sofía, que en su adolescencia estudió Puericultura, tenía la norma de que a los niños “ni mimarlos, ni olvidarse de ellos”.
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Antes de hacer su Primera Comunión, el Príncipe tuvo su primer coche, un kart que le regaló la Escudería Universitaria de Barcelona, y con el que jugaba muchos días por los alrededores del palacio. Ya entonces demostró su afición por la conducción. Hoy sabe conducir motos, aunque no suele pilotarlas porque ha sufrido alguna que otra mala experiencia. Pero siempre que puede viaja en un buen coche. Le adjudicamos el Mercedes Benz Compresor: biplaza, descapotable y ecológico. Su helicóptero preferido es el Lamp con gran efectividad en combate submarino y uno de los más moderno del mundo.
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Su infancia trascurrió tranquila y feliz. El príncipe Felipe se convirtió en el muñeco de la familia y no le faltaron, como a cualquier niño, besos y abrazos de sus padres los Reyes y de sus hermanas las Infantas. También don Juan Carlos y doña Sofía se propusieron que su educación y sus amistades no fueran exclusivas y que, dentro de lo posible, llevase una vida lo más normal posible.
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El 30 de mayo de 1975, festividad de Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León, el más pequeño de la casa hizo su Primera Comunión en un día soleado y primaveral en la pequeña capilla del palacio de la Zarzuela. Don Felipe, que ya iba al colegio Los Rosales (no comulgó, sin embargo, junto a sus compañeros, que lo hicieron en la parroquia de Aravaca dado que sus padres querían que recibiera la Primera Comunión donde sus hermanas), tenía siete años y llevaba pantalón corto blanco, camisa también blanca, así como los zapatos y los calcetines altos. Le acompañaron sus padres; sus hermanas; su abuela, la condesa de Barcelona; y sus tías, las infantas doña Pilar y doña Margarita, que acudieron con sus esposos e hijos.
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El Príncipe ha sido un buen estudiante, por más que, en su primera época de colegio y a una pregunta que le hicieron en una especie de cuestionario, respondiera que la clase que más le gustaba era... la de siesta (algunos días, después de comer, los alumnos tenían un rato libre, que algunos aprovechaban para dormir un poco sobre el pupitre). Don Felipe hizo preescolar, EGB y Bachillerato Unificado Polivalente en el colegio de Santa María de los Rosales, en el que estuvo hasta 1984, y del que guarda un excelente recuerdo: “Los años más felices de mi vida diría años más tarde fueron los de mi niñez en Los Rosales”, comentaría años más tarde.
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El príncipe Felipe fue uno de los niños más divertidos del colegio, a la vez que también estaba entre los que destacaban por sus travesuras. En aquella época destacaba por su pelo rizado y su sonrisa, aunque también dejaba traslucir una cierta timidez. Considerado, desde hace muchos años, como uno de los más atractivos de Europa, el Príncipe de Asturias, que es, sin duda, el español más fotografiado desde su nacimiento hasta hoy, guarda bastante parecido con su padre, el rey Juan Carlos, y heredó de su madre el intenso color azul de sus ojos.
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En su infancia, el Príncipe era un guapo niño de rubios y rizados cabellos y ojos de un profundo color azul que le daban cierto aire inocente. Una apariencia que no indicaba para nada lo que llevaba sobre sus hombros: el peso histórico de veinticuatro reinos, cinco principados, quince ducados, seis marquesados, veintidós condados y doce señoríos... Sobre su pecho cuelgan, además, tres grandes condecoraciones: el Toisón, la Real de Carlos III y la de Isabel la Católica... Y lo más importante, que sobre su conciencia pesa la responsabilidad de ser en el futuro un Rey digno sucesor de su padre, don Juan Carlos de Borbón.
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“A Felipe, de pequeño, entre todos lo habíamos malcriado. Le gustaba dormir mucho y madrugar poco, tendía al capricho, a hacer lo que le daba la gana, a salirse con la suya... Por eso convenía exigirle. Nos planteamos mandarle a campamentos; y después, a un internado fuera, lejos: que pasara por ese potro antes de ir a las academias militares. Volvió hecho un hombre", confiesa la reina Sofía a Pilar Urbano.
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El 30 de enero de 1986, fecha de su 18º cumpleaños, el Príncipe juraba la Constitución ante las Cortes, Congreso y Senado, reunidos en sesión conjunta, en cumplimiento del artículo 61.2 de la Carta Magna. En el acto estuvieron presentes sus padres, sus hermanas y su abuelo, don Juan de Borbón. Ese día, don Felipe, que vestido de chaqué y llevando el Toisón de Oro, leyó el ejemplar original de la Carta Magna firmado por don Juan Carlos en 1978, se convirtió en el primer heredero de la Corona que juraba la Constitución, ya que Isabel II y Alfonso XIII, cuando en su día la juraron, pasaron inmediatamente a reinar. “Era muy consciente ese día del compromiso que adquiría con España, con la Constitución que juraba y con la Corona, de la que soy heredero”, diría el Príncipe años después.
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Sus deportes favoritos han variado con el tiempo. Durante sus años de colegio jugó a balonmano. En la facultad de Derecho, avalado por su altura, hizo sus pinitos en baloncesto. Pero, además, pesca, esquía, es buen regatista y le encanta jugar al pádel. No es forofo del Atlético de Madrid tal y como se ha dicho. Como príncipe de mar y tierra sabe elegir con exquisito gusto la ropa que ha de ponerse. Y si para el mar usa sencillos polos que fabrica el patrocinador de las regatas del Rey, Agua Brava, náuticos y bermudas; para la nieve no puede prescindir de sus monos Descente, de sus botas Salomón y de su tabla de snowboard del modelo de Santa Cruz.
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El Príncipe juró bandera como cadete en Zaragoza el 11 de octubre de 1985. La imagen muestra el momento posterior al beso a la bandera, que fue bordada en 1889 por su tatarabuela la reina María Cristina.
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A modo de Selectividad o COU, don Felipe estudió en el Lakefield College School de Toronto, Notario (Canadá). Acerca de la decisión de enviarlo fuera de España, doña Sofía comentaba en su momento: “Es importante que los hijos salgan fuera, que no se críen sólo en palacio, a la sombra de los padres”. A su vez, su preceptor durante años, José Antonio Alcina, afirmaba: “Allí tenía que luchar por sí mismo, encontrarse con una situación nueva en la que tuviera que hacer un esfuerzo para vivir solo”. En Lakefield, donde sus compañeros le llamaban ‘Flip’, el Príncipe hizo muchos amigos. El más íntimo de todos fue su compañero de habitación, el canadiense Christopher Dennis, con el que se encontraría después en algunas ocasiones.
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El Heredero, tras finalizar en el Lakefield College de Ontario (Canadá) el primer ciclo de estudios, inicia por decisión de la Casa del Rey su formación en las tres Academias del Ejército para mantener la tradición militar de la Corona, tal y como sucede por otra parte en otras Casas Reales de Europa (Guillermo de Holanda y Federico de Dinamarca pasaron, asimismo, por los tres Ejércitos de su país; el príncipe Carlos de Inglaterra es marino de guerra y Haakon de Noruega se formó, asimismo, en la Armada de su país).
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Tras su paso por la Armada, en septiembre de 1987 ingresa en la Academia del Aire, en San Javier (Murcia), realizando su primer vuelo de instrucción pocas fechas después, y pilotando por vez primera solo un avión el 27 de enero de 1988. En San Javier, sus compañeros le llaman SAR, no por las iniciales de Su Alteza Real, sino por las de Servicio Aéreo de Rescate.
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El Príncipe de Asturias inicia en Buenos Aires su primer viaje oficial a Hispanoamérica como Heredero de la Corona, siendo recibido por el entonces presidente Carlos Ménem. Fue en las calles de Buenos Aires donde don Felipe recibió el primer baño de multitud. Todos querían acercarse a él, estrecharle la mano, y mientras tanto, las jóvenes argentinas le piropeaban y gritaban, alababan su apostura... y su estatura, que destacaba por entre quienes le rodeaban. Fue, sin duda, un baño de cariño popular, que el Príncipe agradecía con sonrisas y desbordando simpatía.
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En la imagen, el Príncipe junto a su padre, el rey Juan Carlos, y su abuelo, el conde de Barcelona, el 16 de julio de 1989. Ese día, don Felipe recibió en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) el despacho de alférez de Navío. Recordando al conde de Barcelona, el Príncipe de Asturias dijo en una ocasión posterior a su fallecimiento: “Mi abuelo fue un gran hombre, un gran demócrata y un gran patriota. Fue un hombre que siempre puso los intereses de España por encima de los suyos personales”.
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El Príncipe de Asturias es un deportista consumado y completo. Aunque practicó judo, hizo bastante atletismo y jugó al fútbol, pronto descubrió que su pasión era la vela, deporte que, en su caso, es también una tradición familiar. Con los años, se convirtió en su deporte preferido, siendo años después regatista olímpico. “Es un deporte que sirve para formar el carácter, la personalidad..., aunque se diga que todos los que navegamos estamos un poco locos”, comentaría en cierta ocasión. En vela, al Príncipe le ha tocado enfrentarse muchas veces a su padre, el Rey, así como con su hermana la infanta Cristina, que es también una excelente regatista.
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Con 1.97 de estatura, 85 kilos de peso, pequeñas pupilas azules y gruesas cejas, preparado, agradable, con exquisito sentido del humor y en esencia un magnífico ser humano, nuestro Príncipe está licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma y es Teniente de Tierra y Aire y alférez de navío de la Armada. Tiene un Máster en Relaciones Exteriores, especializado en Hispanoamérica, Oriente Próximo y el norte de África.
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El Príncipe ha representado a su padre, el Rey, en numerosos actos oficiales, tanto de carácter civil como militar. En julio de 1989, 1990 y 1991 representó a don Juan Carlos en la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago, celebrada en la capital compostelana. En diciembre de 1993 presentó en nombre del Rey la Ofrenda Nacional de la Traslación al Apóstol.
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El 25 de julio de 1992, con 24 años, el Príncipe participó en uno de los desfiles más importantes de su vida. Encabezando la delegación española, don Felipe portó con orgullo la bandera roja y gualda como abanderado del equipo nacional en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Un momento histórico que ha quedado para siempre en la memoria de todos los españoles, así como la imagen de su hermana, la infanta Elena, que no pudo reprimir las lágrimas de emoción. “Aquello fue increíble”, comentaría después don Felipe. “La primera imagen que tuve fue la de mi hermana Elena llorando. Intentaba plasmar el momento en una foto, pero no lo consiguió porque se echó a llorar.”
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El Príncipe de Asturias, junto a sus padres, los Reyes, el día de su graduación en la Universidad de Georgetown, el 26 de mayo de 1995. La última etapa de su preparación académica fue el master en Relaciones Internacionales que el príncipe de Asturias cursó, desde 1993 a 1995, en Washington. Durante estos dos años, don Felipe tuvo, a la vez, la oportunidad de conocer tanto la política nacional de Estados Unidos como el funcionamiento de organismos internacionales, como la ONU, la Organización de Estados Americanos y el Banco Mundial.
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Luciendo el uniforme de gala de capitán del Ejército de Tierra (Infantería), el príncipe Felipe, emocionado, corresponde a los aplausos del público el día de la boda de la infanta Cristina (4 de octubre de 1997) en Barcelona. Por aquellas fechas le comentó a un amigo: “El próximo soy yo. Ahora me toca a mí”. Comenzaba a asumir lo que meses antes, el 3 de mayo de 1997, le habían insinuado en la petición de mano de su hermana. Un periodista le preguntó si no se sentía aludido (el Rey, al parecer, también le había dicho “ahora te toca a ti”). Y don Felipe, llevándose la mano a la oreja, con gesto de querer escuchar mejor, dijo: “No oigo nada. Estoy un poco sordo hoy”.
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En enero de 1998, con motivo de su 30º cumpleaños, el Príncipe de Asturias realizó unas declaraciones en Televisión Española durante una larga reflexión sobre su vida. En ellas, el Heredero de la Corona habló abiertamente sobre la entonces siempre presente cuestión de su matrimonio. “No me considero obligado a contraer matrimonio con una persona de procedencia o sangre real”, dijo entonces un joven Príncipe, que dejaba claro así que, pese a su condición real, anteponía sus sentimientos a la tradición en las dinastías europeas de contraer matrimonio con miembros de otras Casas reales.
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El Rey está tremendamente orgulloso de su hijo y tiene la completa seguridad de que el Príncipe, a su modo y con su estilo, será un gran soberano. Padre e hijo mantienen una magnífica relación y no es cierto que hayan estado distanciados por asuntos relacionados con el corazón del Príncipe de Asturias. Don Felipe, además de tomarlo como un ejemplo a seguir en la vida, ha heredado del Rey la elegancia, cierta coquetería y la buena “percha” de los Borbones. Al igual que el Rey, y aun no siendo zurdo, lleva el reloj en la mano derecha.
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Don Felipe, preocupado siempre por los acontecimientos que vive la sociedad española, visitó Galicia en diciembre de 2002 para conocer de primera mano el impacto que la marea negra del petrolero 'Prestige' tuvo en las costas gallegas siguiendo el ejemplo de su padre, quien había viajado días antes a las localidades costeras coruñesas de Muxía y Laxe. El Príncipe habló, durante su estancia, con los patrones de las cofradías pontevedresas y las presidentas de las asociaciones de mariscadoras, así como con los alcaldes de las Rías Baixas defendiendo en todo momento que, ante catástrofes como esta, “lo importante es aunar esfuerzos”.
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A la hora de definirle, éstos son los adjetivos que más se le adjudican: culto, sensible, inteligente, reservado, tranquilo, sencillo, austero, cautivador, bromista... A la hora de definirse él mismo, dice: “¿Que cómo soy? Dicen que soy serio, pero pienso que tengo sentido del humor y que lo demuestro poniendo una nota de cordialidad en cualquier situación familiar o laboral. Me gusta aproximarme a la gente, estar en contacto con las personas. Me gusta mi trabajo, los retos que me plantea y la variedad de experiencias que me ofrece.”
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Se puede decir que don Felipe es un príncipe que no ha salido de ningún cuento de hadas y que reúne las condiciones óptimas para llevar el timón del Estado. Buen discípulo de su gran maestro, el Rey, el Heredero es un embajador de lujo que, aunque constitucionalmente no tiene una misión específica, desarrolla una actividad sin precedentes en la historia de nuestra monarquía. Imparable y con un único fin: prepararse mejor para ser Rey. Para ello, uno de sus objetivos ha sido siempre acercarse a la gente, especialmente a los de su edad, porque según sus palabras "es como tener una radiografía de España, de saber qué pensamos y cómo respiramos".
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El 3 de octubre de 1981 tuvo lugar el primer discurso oficial de don Felipe, que pronuncia con ocasión de la entrega, en el Teatro Campoamor de Oviedo, de los Premios Príncipe de Asturias, creados el año anterior, y que con el paso de los años se han convertido en unos galardones de fama internacional, casi comparables a los Nobel en algunos. Hoy, 31 años después de su primera edición, siguen conservando su prestigio dada la categoría de los que han sido premiados a lo largo de su historia. Personas e instituciones que han destacado en su trayectoria en alguna de las ocho categorías en las que se dividen los galardones: Artes, Deportes, Ciencias Sociales, Comunicación y Humanidades, Concordia, Cooperación Internacional, Investigación Científica y Técnica o Letras.
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En repetidas ocasiones ha hablado el Príncipe de sus padres. Del Rey afirma: “En él tengo a un padre, un amigo, un consejero, un jefe. La verdad es que mi padre me ha puesto el listón muy alto... De mi padre me gustaría tener su sentido común, su instinto para reaccionar con rapidez y para actuar con espontaneidad”. Y de su madre dice: “La Reina ha sido siempre un referente humano, intelectual y espiritual muy importante para mí. De ella me conmueve, ante todo, su sensibilidad frente al sufrimiento y su capacidad para tener siempre una mano para quien lo necesite. De mi madre me gustaría tener su grandeza de corazón. Es muy afectuosa, muy entrañable, sabe querer y ayuda a facilitar mucho las cosas, porque piensa siempre en los demás”.
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El 1 de enero de 2003, Día de Todos los Santos, la Casa del Rey anunció mediante un comunicado el compromiso matrimonial entre el Príncipe de Asturias y la periodista Letizia Ortiz Rocasolano. Dos días más tarde, don Felipe y su prometida efectuaron su primera comparecencia juntos en los jardines de la residencia del Príncipe, en el recinto del Palacio de la Zarzuela. “Estamos muy enamorados y queríamos mostraros juntos nuestra muchísima alegría por nuestro compromiso”, dijo entonces el Príncipe de Asturias mientras él y doña Letizia se sostenían la mano y se dirigían auténticas miradas de enamorados.
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En una ceremonia celebrada en la Catedral de La Almudena en la lluviosa mañana del 22 de mayo de 2004, Felipe de Borbón y Grecia y Letizia Ortiz Rocasolano se dieron el “sí, quiero” ante los representantes de las principales Familias Reales de todo el mundo, en una boda calificada como la boda del siglo. “No puedo ni quiero esconderlo, imagino que salta a la vista: Soy un hombre feliz. Me he casado con la mujer que amo”. Con estas palabras de hombre profundamente enamorado, el Príncipe iniciaba su discurso durante el banquete nupcial que se celebró en el Palacio Real después del enlace.
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Tras su matrimonio, los Príncipes de Asturias recorrieron el país palmo a palmo y se fundieron con su gente en un inmenso abrazo, interesándose por sus problemas, y promovieron la cultura española allá donde iban, mientras regalaban al mundo un sinfín de instantáneas románticas en las que expresaban abiertamente el amor que les unía.
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La noche del 31 de octubre de 2005 se convirtió en histórica con el nacimiento de la primera hija de los Príncipes de Asturias, la infanta Leonor. "Esto es lo más bonito que le puede ocurrir a alguien en la vida”, reconoció don Felipe en su comparecencia ante los medios de comunicación en la clínica Ruber Internacional de Madrid. Una semana después, pudimos disfrutar de las primeras fotografías oficiales de la pequeña. En una de ellas posaron las tres generaciones: el Rey, el Príncipe y la pequeña Leonor, llamada a convertirse un día en Reina de España.
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Con la infanta Leonor descubrimos al Príncipe en su faceta de padre de familia. Un padre que se deshace en atenciones con su hija y que se deja querer por su pequeña cuando esta se deshace en mimos con él. Queriendo compartir con ella los momentos felices de su vida, don Felipe se lleva a Leonor consigo siempre que las circunstancias se lo permiten. De este modo, cuando la Infanta aún no había cumplido su primer año de vida, vimos al Príncipe de Asturias con la niña en brazos durante las regatas de Mallorca, en las que el Heredero participa todos los veranos.
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El Príncipe no oculta el cariño que siente por sus hijas. Desde el principio se ha mostrado muy atento con sus pequeñas y muchas han sido las ocasiones en las que no ha escatimado en carantoñas con ellas. La infanta Leonor, cuyo carácter extrovertido, independiente y divertido la convierten siempre en protagonista de los actos públicos en los que aparece, “pone a prueba” a su padre con sus travesuras. Como aquel primer día de mayo en que don Felipe llevó a Leonor a conocer a su hermanita recién nacida y la Infanta echó a correr hacia los medios de comunicación haciendo que su padre tuviese que ir tras ella.
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Ya lo dijo durante el anuncio de su compromiso con doña Letizia en referencia a cuántos hijos le gustaría tener: “Más de dos y menos de cinco”, apuntó entonces. Cuatro años más tarde, y después de haber sido ya padre por primera vez, el Heredero repetía la experiencia con otra niña que recibió el nombre de la reina Sofía: “Al final tanto para la Princesa como para mí ha pesado mucho la idea de que la Reina tuviera una nieta con su nombre”, manifestó orgulloso y feliz durante su comparecencia ante los medios de comunicación. Por primera vez pudimos ver el intenso azul de los ojos de la infanta durante su bautizo, dos meses más tarde, en el Palacio de la Zarzuela.
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El príncipe Felipe se muestra cariñoso siempre con sus hijas y nunca faltan gestos de afecto en los momentos en que las pequeñas más los necesitan, como en el primer día de escuela. Los Príncipes de Asturias posaron con la infanta Sofía a las puertas del Cuartel del Rey en El Pardo –el recinto donde se ubica la Escuela infantil de la Guardia Real- para compartir con los españoles el primer día de guardería de la pequeña. La Infanta, que cumpliría tres años en abril y tenía tan sólo días de experiencia como “alumna” a sus espaldas, nos regaló sin darse cuenta aquella mañana de septiembre de 2009, como años atrás hiciera la infanta Leonor, las fotografías más tiernas de la jornada.
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La llegada a Mallorca de los Príncipes de Asturias y sus hijas abre gráficamente el verano real. Cada aparición de la familia de los Príncipes y las niñas causa enorme revuelo entre los profesionales de la prensa y los reporteros gráficos, que hacen su agosto periodísticamente hablando. Las sonrisas más frescas, las actitudes más simpáticas de los miembros de la Familia Real española, bien en las calles de Palma, bien en el Puerto Deportivo, bien surcando las aguas baleares, ponen a chisporrotear los objetivos avizores de los fotógrafos... Y 'redecoran' el verano.
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Los Príncipes de Asturias vibran como los mayores aficionados de todos cuando el país disputa una medalla, una copa, un título..., la supremacía. Animan hasta desgañitarse, celebran eufóricos cada tanto y aun, con el reloj y el marcador en contra, siguen animando hasta el último momento. Hasta el momento de la celebración de los triunfos de España.
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En alguna ocasión, el Príncipe se ha dejado crecer la barba, y, según el sentir general, le quedaba bastante bien. Aunque ha oído muchas veces alabar su prestancia y su atractivo, el Heredero está más preocupado porque se le conozca a fondo, que se sepa cómo es y cómo piensa. Así lo decía en una ocasión: “Quiero que los españoles me conozcan. De lo contrario, nada tendría sentido: ni el trabajo, ni el esfuerzo... Quiero conocer cada vez a más gente y que ellos me conozcan cada vez más a mí..., que haya un intercambio de información sobre cómo soy yo, cómo son ellos y cuáles son sus problemas”.
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Don Felipe y doña Letizia forman el tándem perfecto para llevar un día las riendas del país. La princesa Letizia ha acercado al Heredero al pueblo y el príncipe Felipe se ha convertido en el mejor maestro para su esposa del oficio regio. Por separado, cumplen su misión de servicio a los españoles con idéntica entrega; juntos, aún mejor porque trasciende en sus apariciones oficiales su complicidad. Perfecto equilibrio entre el amor y el protocolo.
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La Casa Real española estrenó este lunes su nueva página web con dos nuevas imágenes y tres protagonistas: el Rey, el príncipe Felipe y la infanta Leonor. Un reportaje, titulado Tres generaciones y un compromiso común, que fue realizado el pasado mes de julio en los jardines del palacio de la Zarzuela. La primogénita de los Príncipes de Asturias asume un nuevo protagonismo oficial, junto al Rey (74 años) y el príncipe (44), en tales fotografías con las que la Casa Real da una imagen de continuidad de la Monarquía.
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El 15 de septiembre de 2012, doña Letizia celebraba su 40º cumpleaños con todos los españoles con un posado fotográfico de lo más especial. Los Príncipes de Asturias nos abren las puertas de su hogar para celebrar juntos tan señalada fecha. Las instantáneas transmiten seguridad en el futuro de la familia, de la institución y del país, como la de arriba de estas líneas, que es testimonio del éxito que don Felipe ha sabido alcanzar en su vida, una trayectoria vital en la que no sólo ha demostrado que está preparado para asumir su papel de Rey, sino que es símbolo de una España joven y atractiva, moderna y responsable.
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El Príncipe posó con la Princesa de Asturias y sus hijas el pasado 22 de mayo, día de su décimo aniversario de boda, y compartieron dos fotografías familiares en la recién inaugurada cuenta de Twitter de la Casa Real. Los Príncipes celebraron sus 10 años de casados con todos los españoles, pero se reservaron la noche para festejar la fecha en privado. Después de pasar la mayor parte de ayer en Toledo visitando la exposición pictórica de El Greco que alberga el Museo de Santa Cruz con motivo del IV centenario de la muerte del pintor, don Felipe y doña Letizia disfrutaron de su cena de aniversario en el emblemático complejo cultural y de ocio del Matadero de Madrid.
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El pasado miércoles 28 de mayo, los Reyes y el Príncipe ofrecieron en el Palacio de la Zarzuela un almuerzo al presidente saliente de Panamá, Ricardo Martinelli, y a su esposa, Marta Linares. Doña Letizia fue la gran ausente en el recibimiento del presidente por motivos de trabajo en San Millán de la Cogolla. El Príncipe se incorporó al almuerzo porque el Rey quiso que estuviera presente, ya que es el encargado de presidir todas las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos.
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