"Pero resulta que no fue así. Pablo me llevo al faro, casi sin darme cuenta, pues esta muy cerca de mi casa. En el momento en el que vi que empezó a girar y a ir rapidísimo hacia el, comencé a llorar como loca, pues sabia lo que me esperaba. Estaba tan nerviosa que al llegar no quería salir del coche, me tuvo que coger en brazos y sacar él, por lo que mientras me daba vueltas abrazándome en el aire me dijo al oido: ¿quieres casarte conmigo? Y, obviamente, yo acepté súper feliz. Me puso el anillo y saco una botella de champan que nos tomamos frente al faro los dos solos, sin parar de llorar y reírnos. Luego fuimos a mi casa y contamos la noticia. La realidad es que yo sabia que me lo pediría esa Navidad, pues lo habíamos hablado como cualquier pareja, pero tampoco tenía la certeza del todo y para nada pensé que fuese a ser ese mismo día que recién había llegado de viaje. Pensé que tardaría unos días más, fue muy avispado".
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