1/6 © Blanca Rincón. Foto: El Día de Nuestra Boda

Blanca es maestra, Alejandro, su ahora marido, arquitecto técnico. Tras dos años juntos decidieron casarse el 15 de mayo de 2020. Una boda que, como buena parte de las parejas que tenían previsto casarse este año, tuvieron que modificar. La trasladaron al 28 de agosto, viernes, pero un cambio en la normativa hizo que el 29 de ese mismo mes se convirtiera en su fecha definitiva. Tras 3 cambios y más de un quebradero de cabeza pudieron cumplir su deseo: casarse, porque para ellos eso era lo más importante. Esta es su historia.

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"Nuestra boda inicialmente era el 15 de mayo; no obstante, debido a los frecuentes cambios de normativa, la cambiamos a finales de agosto, al día 28. A finales de agosto volvió a salir una nueva normativa que limitaba toda actividad hostelera hasta la 1:00. Dado que nuestra boda era un viernes por la tarde, nos vimos obligados a pasarla al sábado por la mañana, para poder disfrutar de algo más de tiempo con nuestros invitados. Con un margen de 5 días por delante para cambiar TODO: llamar a proveedores y cruzar los dedos para que todos estuvieran disponibles. No fue así, por lo que tuvimos que buscar alternativas para algunos servicios y fue realmente complicado. Fue todo un reto que, al final, salió mejor de lo que habríamos esperado nunca. Decidimos hacerla a finales de agosto porque estábamos decididos a casarnos contra viento y marea y en las circunstancias que fuesen, lo importante para nosotros era el matrimonio en sí, por ello decidimos no aplazarla al año que viene".

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3/6 © Blanca Rincón. Foto: El Día de Nuestra Boda

"Organizar la boda ha sido una tarea ardua y muy complicada ya que, a veces ni las mismas administraciones sabían darte una respuesta. Todo está muy sujeto a la interpretación de la autoridad competente en cada zona, y eso lo hace muy difícil. Hablado con sanidad, comercio, asociaciones de hosteleros… para asegurarnos de que todo lo que habíamos preparado cumplía con la normativa. ¡Y lo conseguimos!", añade la novia.

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"Decidimos hacerlo todo al aire libre, incluso la ceremonia, para no concentrar mucha gente en un espacio cerrado. Solo la comida se celebró en interior. Tuvimos que sacar las mesas de los niños a un patio exterior para poder cumplir con el aforo permitido, y sobre todo preparar muchas sorpresas durante la comida para que estar sentados no se hiciese muy pesado para los invitados (toro mecánico, bingo, regalos para los niños). El hecho de llevar la mascarilla es algo a lo que casi todo el mundo ya está acostumbrado, por ello no fue un factor muy molesto para nadie. Se hace raro poner geles y mascarillas por todas partes, ver las mesas y las sillas tan separadas unas de otras, pero forma parte de la vida cotidiana ahora mismo, por lo que todo el mundo se adaptó genial", explica Blanca.

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"A los que no saben si posponer su boda les diría que no lo hagan ya que, nada ni nadie les asegura que las cosas vayan a estar mejor el año que viene, y quizás esperen más de un año para celebrar un tipo de boda que no sabemos si volverá", asegura la novia.

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¿Y su vestido? "Desde el principio supe que quería algo sencillo con un toque 'divertido'. Una vez tuve clara la idea, mi hermana lo dibujó y fuimos a buscar, a la que sabía hace mucho que sería quien lo convertiría en una realidad, a Cristina Delgado. Ella es una diseñadora de Guadalajara que ha vivido muchos años en México y EEUU y cuyos diseños siempre traen un poco de otras culturas a nuestros armarios", apunta la novia.

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