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Lara es el prototipo de novia que sienta cátedra y que es imposible borrar de la retina. Su boda en el santanderino Palacio de La Magdalena tuvo ese encanto especial que solo tienen las bodas del norte y su imponente vestido de Marcela Mansergas parecía anunciar todo lo que vendría después. Su propia declaración de intenciones se materializó en un diseño de manga larga con puños-joya, una abertura frontal en la falda y un pronunciado escote en la espalda. Lo completó con un velo corto de estilo años 50 que bailaba al son de esos botines dorados de los que era imposible apartar la vista. Ambos formaban un tándem perfecto de accesorios capaces de imprimir un toque cañero a cualquier look nupcial, por romántico que sea.

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Su ramo de flores de esencia otoñal y una peineta de cristales naturales de Mimoki dieron paso a un segundo look, aún más llamativo. Para la fiesta cambió su tocado por una divertida corona de plumas y cristales y un vestido apto para bailar toda la noche. Sus botines también fueron sustituidos. Esta vez, por unas sandalias de Miu Miu que, sin embargo, conservaban su estética roquera gracias a la textura metalizada de sus tiras.

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Por su parte, Piluca es el ejemplo perfecto de un look nupcial elaborado con mimo y atención por el detalle. Su vestido de novia con mangas abullonadas, escote en pico rematado con volante y un tejido con caída y movimiento, fue obra de su propia hermana. La frescura de este estilismo comparte protagonismo con unos botines metalizados en color dorado que contrarrestan el romanticismo de este vestido, elegante y liviano. Como puedes comprobar, es una opción ideal para bodas otoñales que encajan perfectamente con las alfombras de hojas secas propias de los meses más fríos del año.

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