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Lisboa es una de nuestras ciudades favoritas para irse de luna de miel: no sólo está a la vuelta de la esquina (a menos de una hora y media de Madrid, y a dos de Barcelona), sino que además tiene uno de los cascos antiguos más bellos de Europa, abierta al océano Atlántico en plena desembocadura del río Tajo, con una gastronomía envidiable y una luz que es difícil de encontrar en otros destino europeos.

Desde perderse por sus callejuelas a subir a los barrios altos en funicular, hacer una escapada a una playa cercana o probar los auténticos pastéis de Belém: elegimos once de las cosas más románticas que puedes hacer si te vas de luna de miel a Lisboa

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Ir de compras

No hay viaje de luna de miel que se precie en el que no volvamos con las maletas cargadas de recuerdos, y más si son de un país tan cercano como Portugal. Uno de los principales barrios comerciales de la ciudad es La Baixa, una matriz de calles en disposición geométricas y entre las que se incluye la Avenida da Liberdade, la popular Rua Augusta o la Plaza del Comercio.

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Saborear lo mejor de la gastronomía portuguesa

Imposible pasar por Lisboa y no probar los famosísimos pastéis de Belém, o pasteles de nata como se les conoce de forma genérica en el resto de Portugal, o al menos fuera del convento de los Jerónimos de la fraguesía de Belém del que proceden y de la pastelería Casa Pastéis de Belém que los comercializa desde el siglo XIX. Otras delicias propias del país y su capital: los petiscos, o tapas portuguesas, de Bairro Alto, o la bifana, un típico bocadillo portugués con carne de cerdo cocinado al vino.

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Ganar tiempo (y vistas) en el Elevador de Santa Justa

Conecta los barrios de la Baixa Pombalina y el Chiado y es la forma más rápida de desplazarse entre ellos, teniendo en cuenta la elevación del segundo sobre el primero. Ofrece una de las panorámicas más bonitas y pintorescas de la ciudad: su estructura de hierro visto de 45 metros de alto suma ya más de 115 años de edad, con diseños distintos en cada nivel que terminan en una terraza. Es el único elevador de su estilo en toda la ciudad.

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Contemplar el aterdecer en la Praia da Ursa

O playa de la osa, en castellano. Situada cerca de Sintra, a 25 kilometros al oeste de Lisboa y abierta al océano Atlántico, esta playa destaca por ser la más occidental de Europa y por ser uno de los paisajes más bellos de la costa portuguesa, gracias a los inmensos pináculos de piedra caliza que emergen del mar.

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Fotografiar fachadas en las casas del casco viejo

Con intrincados diseños de azulejos artesanales que se convertiran en los reyes de nuestro perfil de Instagram de manera inmediata. Como alternativa podemos visitar también el Museo Nacional del Azulejo, y aprender por qué este tipo de artesanía cerámica está tan ligado a la cultura y tradición portuguesas.

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Coger el funicular n. 28

Lisboa es famosa por las estampas del casco antiguo, con empinadísimas cuestas que a veces sólo es posible superar montados en un icónico tranvía de color amarillo. La línea 28 es probablemente la más conocida de todo el sistema de transportes de la ciudad, con un recorrido en zigzag hasta lo más alto de Lisboa.

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Disfrutar de la vida nocturna del Barrio Alto

Este es uno de lo barrios más bohemis y populares entre los lisboetas para perderse de día pero sobre todo de noche. Sus calles esconden restaurantes típicos de cocina portuguesa tradicional, así como cartas y menús de diseño y vanguardia, lugares de copas e incluso casas de fado.

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Subir a lo más alto del Cristo Rey

Este monumento religioso dedicado al Sagrado Corazón de Jesús y se erige a 113 metros sobre la desembocadura del Tajo, a los que se suman los 82 metros del pórtico y la estatua que lo corona y que es una 'gemela' del Cristo Redentor de Río de Janeiro, al otro lado del Atlántico. Posee las vistas más espectaculares de la ciudad ya que se puede contemplar el esplendor de Lisboa desde el otro lado del río. Eso sí, no apto para los honeymooners con miedo a las alturas.

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Recorrer las callejuelas de Alfama

Es el barrio más antiguo de toda Lisboa: un precioso laberinto de casas blancas con tejados color teja y calles empedradas, que culminan en las ruinas del Castillo de San Jorge, otro mirador imponente desde el que se puede contemplar el otro lado del Tajo y el barrio de Alafama en toda su extensión.

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Contemplar cómo rompen las olas en la Boca do Inferno

Aunque el nombre no resulte especialmente alentador para los más miedosos, este impresionante acantilado con cuevas y grutas se encuentra muy cerca del casco urbano de Cascais, una población costera a poco kilómetros de Lisboa. Un corto viaje en tren permite contemplar el poder de erosión del océano al tocar con la roca caliza.

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Perderse en un castillo de cuento de hadas

Concretamente en el Palacio da Pena, en Sintra, una antigua y pintoresca residencia real que combina infinidad de elementos arquitectónicos del siglo XIX, con torres y almenas, puente levadizo, convento, arcos moriscos y fachadas en colores pastel.

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