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Carolina de Mónaco es bien reconocida por su sofisticado maximalismo, un estilo aparentemente contradictorio que pocas saben dominar. Las mujeres de la casa Grimaldi están destinadas a heredar el gran sentido de la moda de sus antecesoras, pues así lo ha demostrado la Princesa, quien se mimetizó desde muy joven con su madre, la elegantísima Grace Kelly. Del mismo modo, se lo ha sabido inculcar a Carlota Casiraghi y Alejandra de Hannover, ambas invitadas de primera fila a los desfiles más selectos con dos estilos muy dispares. Desde hace décadas, muestra fuerte predilección por el color blanco y una fidelidad casi indestructible hacia la casa Chanel, antes dirigida por su confidente Karl Lagerfeld. El legado de Carolina de Mónaco como icono contemporáneo perdura por su innovación y atrevimiento, características con las que rompió los moldes de lo que significaba vestir como una royal

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Se fijó en la Reina 

Durante la cena con motivo del Día Nacional de Mónaco en 2018, lució un elegante vestido largo con capa asimétrica que, curiosamente, también había llevado doña Letizia un año antes. Se trata de una creación de Stella McCartney que contiene muchos de los sellos distintivos de la esposa de Felipe VI: su querido color rojo, el añadido de capa y el escote de cuello a caja. 

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Una novia entre flores y transparencias

28 de junio de 1978. Esta es la fecha de su boda con Philippe Junot en Monte Carlo, un matrimonio que culminaría en divorcio tres años más tarde. Haciendo alarde de su refinado estilo con guiños bohemios, encargó a Marc Bohan, de Christian Dior, un vestido bucólico de corte princesa con cintura definida, cuello redondo y mangas largas amplias con un delicado bordado floral.

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El de su último baile con Stefano Casiraghi

Casi como señal del destino, aquel año Carolina acudió a un color inusual en su vestuario, el turquesa, que hubiera hecho de este un recordado estilismo por sí mismo. Sin embargo, este diseño de inspiración griega con apliques vegetales dorados y grandes pendientes a juego, adorna la estampa del que fue el último baile con su marido, Stefano Casiraghi. Este falleció en un accidente deportivo meses después, en 1990. 

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Reinvención de la marinière

El inicio de un nuevo milenio ameritaba un estilismo innovador que la distinguiera del resto de honorables invitadas y quién mejor que el enfant terrible de la moda para hacer su sueño realidad. Jean Paul Gaultier fue el encargado de confeccionar este elegante vestido de jersey marinero con escote barco prolongado y falda tipo sirena con plumas de avestruz lacadas a rayas, para el Baile de la Rosa del año 2000. Pertenece a su colección de Alta Costura Primavera/Verano 2000 y recientemente, dada su trascendencia, ha sido reinterpretado en la últimas entregas de la firma. 

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Una apuesta para las novias atrevidas

El Baile de la Rosa de 2006 no solo fue la introducción formal de Carlota Casiraghi en tal tradición sino también la noche en que su madre vistió de cisne con un diseño de Alta Costura de Chanel, su firma de cabecera para el evento anual, que estaba recubierto de plumas y escamas blancas, con mangas cortas transparentes, detalles de volantes y un cuello alto con remate de lazada en el mismo tejido. 

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Ostentosidad en Madrid

El matrimonio de los actuales Reyes de España convocó en mayo de 2004 a las familias reales del mundo. Para la cena preboda, Carolina de Mónaco impactó, aunque sin arrebatar protagonismo a doña Letizia, con este vestidazo que recuerda a la antigua monarquía francesa, con falda abierta, larga cola majestuosos añadidos de plumas y volantes de tul, firmado por su gran amigo Karl Lagerfeld para Chanel. Para culminar, no podían faltar, a pesar de la opulencia del look, sus característicos pendientes XL

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Escote profundo con sofisticación

En otra boda real, para la recepción previa al matrimonio de Federico de y Mary de Dinamarca en mayo de 2004, Carolina de Mónaco demostró su domino de las siluetas más atrevidas con la elegancia que la caracterza. Deslumbró con este diseño de paneles dorados con efecto de olas de mar y escote de vértigo, que no por ello era menos refinado. Lo acompañó con la tiara floral del siglo XIX elaborada en platino y diamantes que la primera mujer de Ernesto de Hannover, Chantal Hochuli, solía llevar en eventos de la realeza. 

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La perfecta madrina de bodas

El verano de 2015 tiene un lugar especial en el corazón de la Princesa, quien cumplió en esta fecha con el papel de estilosa en la boda de su hijo, Pierre Casiraghi, con la aristócrata italiana Beatrice Borromeo. Acudió a la ceremonia religiosa con este deslumbrante vestido de Chanel con escote cuadrado, tirantes espagueti y silueta trapecio bañado de lentejuelas en cascada que finalizaba en una falda de tul adornada con plumas. En las mangas, llevó unos mitones largos semitransparentes. 

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Un look monocolor diferente del resto

En la ceremonia matrimonial del príncipe Guillermo de Luxemburgo y Stephanie de Lannoy, el 20 de octubre de 2012, la hermana menor del príncipe Alberto apostó por la sobriedad como solo ella sabe hacer. Como era de esperarse, no pasaría desapercibida, ni siquiera al enfundarse en un vestido beige de cuello redondo y mangas cortas con salones nude y tocado de rejilla a tono, un estilismo sencillo que cobró vida gracias a sus complementos: la pedrería bordada en cuello y ribetes, así como sus brazaletes dorados. 

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Brilla en azul medianoche

Con este vestido de la colección Otoño/Invierno 2011-2012 de la Alta Costura de Chanel, Carolina de Hannover asistió la noche anterior a la cena en celebración de dicho enlace en Luxemburgo. Es una diseño estallado de escote pico con un cuello geométrico que parte de los hombros. El tejido está cuajado de lentejuelas metalizadas que simulan escamas de sirena, aunque lo más llamativo ha sido la parte posterior, que deja la espalda parcialmente al descubierto con una abertura. Culminó con salones brillantes, de Christian Louboutin, clutch negro, su tiara Pearl Drop, de Cartier, y la tiara Diamond Fringe al cuello a modo de gargantila

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El vestido pintado a mano

Como es habitual una vez al año, Carolina de Mónaco asistió al tradicional Baile de la Rosa en 2017. Asistió nuevamente de la mano de Karl Lagerfeld, organizador del evento y también encargado del look del vistoso estilismo a través de Chanel. Un vestido blanco y negro que agregaba voluminosos volantes de tul en las mangas y el bajo de la falda, cuyos detalles pintados a mano marcaron un antes y un después en la moda real. Recientemente, Máxima de Holanda sorprendía con un diseño decorado por la misma técnica artesanal. 

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