Chanel regresó este martes a Nueva York para presentar su colección Métiers d’Art 2026, la primera concebida por Matthieu Blazy como director artístico, ya que el exdiseñador de Bottega Veneta apenas se incorporó a la firma francesa hace unos meses, siendo este su segundo desfile al frente de la casa. Estamos ante un debut que no solo confirmó la visión sólida del nuevo creativo, sino que capturó el espíritu de la Gran Manzana, celebrando a su vez el virtuosismo de los artesanos que dan alma a Chanel.
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Este desfile itinerante -creado en 2002 para homenajear a los pequeños talleres franceses que elaboran plumas, bordados, tweed, encajes y botones artesanales para Chanel- ha recorrido el mundo: Hangzhou, Manchester, Dakar... Sin embargo, Chanel no había vuelto a Nueva York desde 2018, cuando Karl Lagerfeld presentó su colección en el Museo Metropolitano de Arte. Esta vez, el escenario elegido escapó todo cliché: una estación de metro abandonada en el Lower East Side. Un lugar más habituado a las ratas que a las aristócratas, pero perfecto para un espectáculo que ensalzó la vitalidad de la ciudad que nunca duerme.
¿Lujo sin jerarquías? Solo en el metro de Nueva York
Chanel instaló en la estación un kiosco de periódicos, tornos vintage y los bancos clásicos del metro, todos pintados en la misma paleta de naranja tostado, e instaló unas luces cálidas que devolvieron la energía a este rincón olvidado de la ciudad. Los invitados tomaron asiento mientras el espectáculo comenzaba de la forma más neoyorquina posible: con un tren entrando en la estación. De cada vagón fueron saliendo las modelos, que se movían por el andén como viajeras anónimas, deteniéndose a mirar si venía otro tren.
Chanel, habituada al Grand Palais o a escenarios históricos europeos, sorprendía así con un homenaje a uno de los símbolos más democráticos de Nueva York. Tras el desfile, Blazy explicó qué le llevó a elegir el metro como punto de partida: es el único lugar donde coinciden todos los sectores de la sociedad (estudiantes, líderes mundiales, artistas, trabajadores de clase media, turistas...) sin jerarquías ni privilegios.
Para esta colección, su debut en Métiers d’Art, el diseñador decidió exaltar las sensibilidades extravagantes que forman parte del imaginario neoyorquino. "El espíritu de la colección está motivado por los personajes", explicaba Blazy, quien se inspiró en figuras del imaginario colectivo de la Gran Manzana, como una periodista de los años 70 o una ejecutiva de los 80, e incluso en los personajes que conoció cuando trabajaba para Calvin Klein (2016-2019) bajo la tutela de Raf Simons, actual codirector creativo de Prada. Hasta nos presentó a su propio Spiderman -sí, como el de la Puerta del Sol, pero es su homólogo de Times Square- aunque mucho más glamuroso que el que veía cada mañana de camino a la oficina.
Guiños al archivo de Chanel
Aun así, no fue una entrega puramente personal. Hubo guiños explícitos a la época en la que Gabrielle Chanel viajó a Estados Unidos, en 1931, para diseñar vestuario cinematográfico. Uno de los looks más comentados, de hecho, reinterpretaba en tweed el que lucía Gloria Swanson en el cartel de la película Tonight or Never, para la cual Coco diseñó el vestuario.
"Cuando Chanel regresó a Nueva York, fue al centro y vio a mujeres que no pertenecían a la clase alta y que habían adoptado el estilo Chanel; no era Chanel, pero se parecía a Chanel. Al regresar a París, de repente recuperó la energía y continuó diseñando", comentó Blazy después del desfile. El modisto adoptó el artificio de una lente cinematográfica, exagerando o relajando ligeramente las siluetas, como se hacía en los vestuarios de época, pero de una manera completamente moderna.
Artesanía francesa en todo su esplendor
La colección dio saltos en el tiempo: peinados colmena de los años 20, sastrería poderosa de los 80, estampados de animal print recuperados del propio vestuario de Gabrielle Chanel… Todo revisitado por medio de técnicas artesanales nuevas, el punto más fuerte de Blazy. Los conjuntos de tweed presentaban motivos de leopardo tejidos a mano, una técnica inédita, y las sedas imitaban la textura del astracán, uno de los tejidos preferidos de la diseñadora.
Métiers d’Art es, precisamente, la pasarela donde la maison celebra el saber hacer de talleres como Lesage o Maison Michel, y Blazy lo aprovechó al máximo. Su experiencia en Bottega Veneta y Maison Margiela ya había demostrado su dominio del trampantojo, algo que volvió a explorar con efectos visuales hipnóticos y detalles confeccionados artesanalmente.
Lo que quedó claro al terminar el desfile es que Chanel está viviendo un cambio significativo: narrativo, emocional, conectado con el mundo real. Un metro abandonado, convertido en un templo de costura, nutre de simbolismo a este insospechado nuevo comienzo. Y marca un debut que ya se siente histórico.