A veces el armario de nuestras propias madres se convierte en la inspiración que necesitamos para encontrar ese conjunto perfecto, como demuestran tan a menudo modelos como Lila Moss copiando el estilo de Kate o actrices como Margaret Qualley, pidiendo prendas prestadas a su madre. Un gesto que va más allá de la moda y que se intensifica si eres hija de un icono de los 90... o de una de las royals más populares del planeta.
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Este último caso es el de Pauline Ducruet (31), la hija de Estefanía de Mónaco. Convertida en diseñadora y propietaria de su propia firma de ropa, es considerada como una de las Grimaldi más discretas. Y, sin embargo, en lo que respecta a la moda, apuesta a menudo por algunos de los looks más atrevidos del Principado. Cómo no hacerlo teniendo como madre a la nieta más rebelde de Grace Kelly, aquella que en los ochenta decidió seguir la estela artística de su abuela y dedicarse, si bien no a la actuación, sí a la música, algo totalmente inaudito para la familia real monegasca.
Para Pauline Ducruet, su madre es todo un referente y la define como una mujer que siempre hizo lo que quiso. En ocasiones hemos visto cómo le ha rendido pequeños homenajes a través de sus conjuntos, siempre de una manera sutil. Algo que este fin de semana ha vuelto a hacer durante el Festival des Étoilés de Monte-Carlo, el evento anual de alta gastronomía que se celebra en Mónaco y a cuya cena de clausura han acudido el príncipe Alberto junto a sus sobrinos, Louis Ducruet y su esposa Marie Chevallier, Pauline Ducruet y la benjamina, Camille Gottlieb.
Para esta cita en Montecarlo, Pauline Ducruet ha elegido un sobrio vestido en color negro con cuerpo ajustado y cuello chimenea. Un diseño de manga larga con una fluida caída hasta el suelo, que ha acompañado con un clutch dorado como único accesorio. Una elección que nos traslada directamente a las de Estefanía de Mónaco hace más de tres décadas, cuando convirtió esta elegante prenda en una de sus apuestas más recurrentes, y que al igual que su hija ahora, también lucía con un pulido moño o su icónico wet hair ochentero peinado hacia atrás.
Un vestido que la hermana de Carolina de Mónaco popularizó en 1986, apenas unos meses después de su debut musical, cuando posó con esta creación de la firma Alaïa. Con mangas o sin ellas, desde entonces esta pieza de cuello alto protagonizó algunos de sus looks más icónicos.
Tampoco hemos podido evitar recordar aquel que llevó al Baile de la Rosa de 1996, una edición especialmente significativa para Estefanía, ya que sería la última vez que acudiría de la mano de su marido, Daniel Ducruet, pues su historia de amor estaba a punto de saltar por los aires.
La suya había comenzado como una de esas historias que podría convertirse en el argumento perfecto para una novela romántica. Daniel Ducruet comenzó trabajando como escolta de Alberto de Mónaco, quien más tarde le confió la seguridad de su hermana pequeña, Estefanía. La mediática princesa y el guardaespaldas se enamoraron y llevaron su romance en secreto, hasta que en 1991 se destapó. Un año después dieron la bienvenida a su primer hijo, Louis, y en 1994, nació Pauline.
En 1995 se casaron en una ceremonia civil muy discreta, con cerca de 40 invitados y en la que la novia sorprendió luciendo uno de los vestidos más cortos del mundo royal. Una boda que al rey Rainiero III le había costado permitir, pues estaba en juego la imagen de los Grimaldi. Y como si lo hubiese augurado, en 1996 llegaría el divorcio de su hija Estefanía y Daniel Ducruet: el que fuese su guardaespaldas le había sido infiel aquel verano, unos meses después del Baile de la Rosa.
"Me siento avergonzado, yo soy el culpable, he traicionado a Estefanía y a mis hijos", contó durante una entrevista exclusiva para ¡HOLA! en aquel entonces. Aquel escándalo supuso el punto y final de su relación con Estefanía de Mónaco, que en octubre de 1996, firmó el divorcio definitivo.
