Ayer, en la iglesia de San Fermín de los Navarros, en Madrid, Inés de Cominges asistió al bautizo del hijo de su hermano Beltrán y de Analau Medina, una celebración familiar que continuó después en el hotel Mandarin Ritz. Lejos del ruido mediático y con un aire íntimo, la jornada tuvo para ella un significado doble: además del bautizo, celebraba su sexto aniversario de boda con François du Chastel, fundador de la firma de mocasines Chatelles. Un día que unía lo familiar, lo sentimental y, como suele ocurrir con Inés, también la elegancia.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
El detalle más tierno lo protagonizó su ahijada, que lució un conjunto rosa que había pertenecido a Inés cuando era niña. Un gesto sencillo que revela la importancia que concede a la memoria y a los afectos, valores que también se reflejan en su forma de entender la moda: prendas con historia, bien construidas y que resisten el paso del tiempo. Ella misma acudió acompañada por su marido y sus dos hijos, Gaston y Casimir, en una imagen familiar que resume bien la vida que ha construido entre Madrid y París.
Para la ocasión, Inés confió en Diego Estrada, uno de los diseñadores españoles más apreciados, para su look de invitada de otoño. Escogió un conjunto de tres piezas en color marrón chocolate, una tonalidad que este otoño se impone como la alternativa más elegante al negro. Los pantalones bombachos, de terciopelo y tiro alto, dan continuidad a una tendencia que comenzó en verano y que ahora se adapta con naturalidad al frío. Sobre ellos, un chaleco largo y fluido del mismo tejido alargaba la silueta. La blusa, también en tono chocolate, de manga abullonada y cuello alto con un lazo en la espalda, completaba un conjunto equilibrado, pensado para moverse entre la ceremonia religiosa y la celebración posterior sin perder comodidad.
La combinación de tejidos y proporciones resume el estilo de Inés: contemporáneo, pero con guiños a la costura tradicional. Lo acompañó con sandalias negras de tacón alto y un bolso de Dior. En cuanto a joyas: unos pendientes con dos piedras preciosas en tonos burdeos y amarillo, que aportaban un leve contraste cromático sin competir con el resto del conjunto. El peinado, un moño bajo con raya lateral, resultó impecable en su sencillez, mientras que el maquillaje se mantuvo natural, fiel a su estilo.
Inés de Cominges, instalada entre París y Madrid, pertenece a una de esas familias que siguen uniendo historia y modernidad. Desciende por línea paterna del linaje de Saint-Bertrand-de-Comminges, en el sur de Francia, aunque su rama española se estableció hace generaciones, cuando uno de sus antepasados decidió quedarse tras enamorarse de una española. Por su parte, François du Chastel, de padre belga y madre de raíces vietnamitas, es heredero de una tradición cosmopolita que se nota en su forma de entender la vida y el estilo.
En el círculo cercano de Inés aparecen nombres como María de la Orden y Sassa de Osma, amigas que comparten un mismo círculo íntimo y también de trabajo, son muchas las ocasiones en las que las vemos juntas en eventos de moda. La boda de Inés, celebrada en el palacio Pacho de Jaipur, fue todo un acontecimiento.
