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El presidente del Comité Olímpico Internacional abandona su cargo, tras veintiún años al frente del mismo


'El fallecimiento de mi esposa fue un momento amargo. Cogí el avión, volví a Barcelona, estuve en los actos de entierro de mi esposa y volví para Sydney', cuenta Samaranch en la entrevista
El marqués de Samaranch hojeando un libro sobre el olimpismo en su despacho de Barcelona, su ciudad, la que ahora vuelve después de mucho tiempo de ausencia

10 MAYO 2001
El papel jugado por Juan Antonio Samaranch como presidente del Comité Olímpico Internacional ha sido, sin duda, completamente definitivo para impulsar a nuestro país entre las mejores potencias en esta gran competición. Su máxima realización llegaría en el año 1992, con la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, su ciudad natal. Hace tan sólo unos meses, el pasado mes de septiembre, el marqués de Samaranch tendría la oportunidad de clausurar en Sydney los que serían para él, tras veintiún años de mandato, sus últimos Juegos Olímpicos.

Pero tanta felicidad se vería empañada por una triste noticia: el fallecimiento de su esposa, María Teresa Salisachs, después de una larga enfermedad. Rápidamente cogió un avión de regreso a España para asistir al sepelio de la que durante muchos años fuera, además de confidente y amiga, su punto de apoyo fundamental para lograr tantos éxitos como consiguió durante sus mandatos. Ahora, a tan sólo tres meses de abandonar su último mandato, Juan Antonio Samaranch hace balance en su despacho de Barcelona de lo que han sido todos estos años dedicados por completo al deporte internacional.

‘Bibis me ayudó mucho’
—De todos los galardones que ha recibido durante su fructífera carrera profesional, ¿cuál guarda con más cariño?
—El título de marqués que me concedió Su Majestad el Rey.
—Es de comprender que los Juegos de Sydney debieron dejarle un sabor agridulce por haber logrado complir la última meta de su carrera profesional, pero, a la vez, estar marcados por el fallecimiento de su esposa, María Teresa Salisachs...
—El fallecimiento de mi esposa fue un momento amargo. Cogí el avión, volví a Barcelona, estuve en los actos de entierro de mi esposa y volví para Sydney.
—Su esposa estuvo siempre a su lado, convirtiéndose en una gran embajadora de nuestro país. ¿Qué papel jugó ella en su carrera?
—Ella me ayudó mucho. Era una mujer que siempre he dicho que además de quererla la admiraba. Ha sido una mujer extraordinaria en todos los aspectos, y, la verdad, me he quedado un poco cojo, noto que me falta algo. No solamente en la vida íntima, sino también en la vida social y la pública.
—¿Qué recuerdo guarda de su matrimonio con la marquesa de Samaranch?
—Guardo muy buenos recuerdos y también agradecimiento, porque sin ella seguramente yo no sería hoy lo que soy.—¿Qué va a hacer a partir de julio?¿Se instalará definitivamente en Barcelona?
—En principio, voy a volver a casa después de muchísimos años y ya veremos si tengo algún cometido dentro del deporte. Quizá sí, quizá no. Pero estaré en casa y ya veremos lo que hago, pero no haré muchas cosas.
—Durante todos estos años ha viajado sin parar, sin tener una residencia prácticamente fija, y es de imaginar que tendrá ganas de establecerse, de sentarse y de poder descansar...
—Sí, todo tiene un principio y un fin.


 

El presidente del Comité Olímpico Internacional abandona su cargo, tras veintiún años al frente del mismo

 
 

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