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El corazón de Ucrania sangran sin consuelo y en el del resto de habitantes del mundo también. Tras la invasión de Rusia, la semana pasada, la gran mayoría de ciudadanos de este país se han visto obligados a abandonar sus hogares, su tierra y sus vidas, tal y como hasta ahora las conocían poniendo rumbo a un lugar seguro, donde el ruido de las bombas tan solo retumbe en sus memoria. Y es que en Ucrania, todos los que tienen los medios ( y la salud suficiente) se encuentran escapando del horror en dirección al oeste desplazados por una guerra que parecía imposible de imaginar, pero que finalmente ha llegado.

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A día de hoy, y tan solo ocho días después de que se desatará el conflicto, más de un millón de personas se ha visto obligada a huir, dejando atrás todo lo que un día construyeron, sus rutinas, sus recuerdos y lo que aún peor, muchos de sus seres queridos, en su mayoría hombres, llamados a defender su país. Es por ello que los medios de comunicación, las televisiones y las redes sociales se han llenado de imágenes desgarradoras que muestran a mujeres cargando a sus bebés y besando a sus parejas antes de subirse a un autobús o un tren que les ponga a salvo, sin saber, si regresarán algún día y de si volverán a ver a aquellos que han dejado atrás. 

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Maridos, hermanos o hijos mayores de edad tienen obligación de quedarse en territorio ucraniano y solo pueden salir del país las mujeres, niños y los hombres mayores de 60 años. La mayoría de ellos han elegido la frontera de Polonia para ponerse a salvo, pero también hay quienes han llegado hasta Moldavia, Rumania o Hungría. Muchos tuvieron que abandonar sus hogares muy rápido, sin apenas ropa, sin apenas comida y sin agua suficiente.

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Las estaciones de trenes y autobuses de las diferentes ciudades ucranianas se han convertido en uno de los escenarios más tristes de este conflicto. Allí los abrazos, se mezclan con las lágrimas y con los rostros desencajados de aquellos que no saben si volverán a tener la oportunidad de abrazarse o besarse de nuevo. Y entre los llantos, se escuchan algunas palabras de aliento, tales como:  ¡Ganaremos!, ¡Gloria a Ucrania! o un simple ¡Nos vemos pronto! que alimenta la esperanza de que esto pronto tenga un final.

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La falta de combustible y la peligrosidad reinante en las calles y carreteras debido al avance  y el ataque de las tropas han obligado a cientos de ucranianos a usar los diferentes transportes públicos ( el espacio aéreo está cerrado). El fluir de autobuses y trenes en constante y las prisas sumadas al miedo a quedarse sin hueco obliga a muchos civiles a tener que desprenderse de algunas pertenencias, tales como carritos de bebés, maletas de grandes dimensiones o las jaulas de alguna de sus mascotas. 

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A pesar de las numerosas personas que abarrotan las diferentes estaciones, no hay gritos, no hay discusiones, la gente sigue un silencioso orden y aunque es inevitable empujarse, pisarse e incluso tropezarse para lograr ese ansiado billete hacia la paz nadie se pelea. Una vez completado todos los huecos(sentados y de pie), los que se quedan en tierra deberán esperar al siguiente tren, con los dedos cruzados para evitar que un ataque ponga en jaque su huida.

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El éxodo ucranio va camino de ser el mayor en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Acnur estima en cuatro millones las personas que podrían escapar del país (con 44,3 millones de habitantes) por la ofensiva rusa. Es por ello que la Unión Europea ha señalado que ofrecerá a los ucranianos protección legal temporal para vivir y trabajar en territorio europeo durante tres años, una iniciativa a la que se sumó Estados Unidos, quien  también dijo que les daría un estatus de protección temporal.

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Al otro lado de la frontera ucraniana no hay campos de refugiados, sino muchísima solidaridad. Además de encontrarse con numerosas ONGs y voluntarios dispuestos a darles comida y ropa de abrigo, los ucranianos se encuentran a numerosas personas anónimas dispuestas a ofrecerles un hogar o incluso llevarles en sus coches particulares junto a sus familiares. 

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La bandera ucraniana, amarilla en representación del trigo y azul para el cielo, está omnipresente a lo largo y ancho de todo el país, como muestra de la solidaridad y el orgullo nacional que se ha extendido por todo el territorio desde que Rusia lo invadió por primera vez en 2014.

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Y mientras los refugiados corren hacia el oeste, los carriles hacia el este, hacia Kiev, también tienen mucho tráfico. Más de 50.000 ciudadanos ucranianos que viven en el extranjero han regresado a Ucrania para unirse al esfuerzo de la guerra, según una publicación de Facebook de la agencia de seguridad fronteriza de Ucrania. Alrededor del 80 por ciento de ellos son hombres de entre 18 y 60 años, que han vuelto a casa para defender su país. 

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Una vez en el tren, muchos de los que parten presionan sus rostros contra las ventanas para echar un último vistazo a los que se quedan atrás.  Algunos colocan sus manos sobre el cristal para sentirlos más cerca, otros intercambian mensajes escritos en hojas de papel y hay quienes,rotos de dolor, prefieren no mirar y simplemente ponerse a pensar en el día de su vuelta.

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