A pesar de la hostilidad entre Estados Unidos y la Unión Sovietica, Nikita Khrushchev regaló a los Kennedy (en concreto a la Caroline, la única hija que queda viva del matrimonio de John F. y Jacqueline) un perro de seis meses que era hijo de Strelka, el perro espacial que había pasado un día orbitando a bordo del Sputnik.