PERDERSE POR EL CASCO Y EL BARRIO DE LOS PESCADORES
Que este tramo costero esconda playas doradas increíbles no quita para ir más allá y conocer el corazón de esta localidad, que luce todos los encantos del pueblo andaluz. Frente a la playa de los Bateles, paralela al largo paseo marítimo, Conil muestra su blanco caserío abierto al Atlántico.
Hay que subir en dirección a la Torre de Guzmán (en la imagen), una fortificación amurallada del siglo XIII desde cuyas almenas se obtiene una bonita panorámica que nos da una idea de lo que nos espera. A sus pies la plaza de Santa Catalina, una de las más bellas y concurridas.
De ahí a la puerta de la villa -la única que queda de la antigua muralla- y pasar por el arco en dirección a la plaza de España para perderse luego por sus calles blancas con viviendas señoriales y terracitas en las que hacer un alto en el camino. Y luego perderse de nuevo en el barrio de los Pescadores -sus calles llevan nombres de distintos pescados-, origen y alma de Conil, con callejuelas estrechas desordenadas, plazoletas y patios repletos de flores que refrescan el camino. Allí hay que curiosear en las tiendas de artesanía, boutiques o sentarse en los bares que sacan sus terrazas a las calles peatonales y disfrutar del ambiente.
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