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Erasé una vez la perla...

Historia y anécdotas de la más deseada de las joyas

Elizabeth Taylor

Pulsera de Agatha

La perla es probablemente la primera joya en ser universalmente apreciada por el hombre. Aunque las naturales son extremadamente raras, se dan cualquier lugar del mundo donde haya ostras o mejillones, tanto en agua salada como en agua dulce. Contrariamente a las piedras preciosas, que usualmente deben ser cortadas y pulidas para ser apreciadas como ornamento, las perlas no requieren ni necesitan la intervención del hombre para mostrar su belleza y encanto.
Según una leyenda India, el Dios Hindú Krishna fue el primero en descubrir las perlas, y estaba tan encantado con su belleza, que se las ofreció a su hija como regalo de bodas.
La primera referencia escrita sobre perlas data de China, en donde los expedientes reales oficiales observan que, en el año 2206 a.C., el rey recibió perlas del río Hwai como tributo. En el siglo XI el gobernante vietnamita Ly Nhat Ton pagó una suma desorbitada por una perla de Java que “brillara en la oscuridad”. Al otro lado del mundo, los indios Americanos usaban perlas para adornar reliquias sagradas. Cuando Cristóbal Colón navegaba por las costas bajas, adquirió tantas perlas del nuevo mundo como pudo conseguir.
Una anécdota de Cleopátra, ilustra el valor enorme que las perlas tenían por aquel entonces. Para impresionar a Marco Antonio con la amplitud de su riqueza, la reina Egipcia se jactó de que ofrecería el banquete más costoso de la historia en su honor. Durante el banquete, Cleopátra trituro una perla de uno de sus pendientes, y la disolvió en su vino. Antes de beber su copa, le ofreció a Marco Antonio la otra perla para que el hiciera lo mismo, pero él se quedo tan impresionado con esta propuesta que no fue capaz de hacerlo.

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