Pero la joven comenzó a notar que los dolores se volvían cada vez más frecuentes y para cuando su marido se dispuso a observar si todo iba bien, la cabeza de su hijo estaba casi fuera. Con la ayuda de otra mujer que viajaba en el tren, el marido asistió el parto del bebé. Los demás pasajeros, sorprendidos por la situación, ofrecieron también su ayuda, e incluso una niña les prestó su abrigo para mantener caliente al recién nacido.
Rápidamente las autoridades del tren programaron un recorrido más rápido, saltándose varias paradas, para llegar lo antes posible al destino final, en la calle 33 de Manhattan, cerca del Roosevelt Hospital. El servicio de emergencias llegó hasta el vagón y llevaron a la familia hasta el hospital.
Na vez en el hospital, y tras comprobar que tanto el niño como la madre se encuentran en buen estado, la mamá “por sorpresa” sonreía, diciendo: “Parece que tenía otros planes y se adelantó”. Afortunadamente, la historia tuvo un final feliz.