Viajes



Jordania, un fascinante reino de contrastes

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La primera visión de la fachada de El Tesoro es impresionante.


El recorrido por esta impresionante ciudad se puede hacer en camello.


Petra: la antigua ciudad de los nabateos

Pero, claro, al final del camino está Petra y, como primera imagen de lo que luego espera, nada menos que la fachada impresionante de El Tesoro. Unos metros antes, las parejas se cogen de la mano emocionadas, los grupos guardan silencio, los pasos se aminoran hasta conseguir que, como un telón que estuviera descorriéndose, los dos abismos de piedra vayan aumentando el hueco y dejen paso al escenario.
Por mucho que se haya visto, que se haya imaginado, que se haya soñado, la primera visión de la fachada terrosa y rosada de El Tesoro con sus relieves carcomidos por el tiempo, la lluvia y el viento, sus columnas corintias, sus hornacinas que contienen esbozos de figuras, sus capiteles... todo ello ganado pacientemente a la piedra por manos nabateas deja un poso de asombro difícil de superar. Un buen conocedor de estas tierras, Lawrence de Arabia, lo expresó sabiamente: «Nunca sabrás qué es Petra realmente, a menos que la conozcas en persona». Porque en Petra, en la inmensa ciudad que es Petra, con sus más de 500 tumbas que decoran las paredes rojizas del valle, lo que priman son las emociones más que el asombro arquitectónico o el misterio de su origen. Si esto es una ciudad ¿dónde están las viviendas?
En el recorrido por la ciudad, que algunos hacen a caballo, en calesa, en burro o en camello, salen al paso la Tumba de la Seda que destaca precisamente por el color de su fachada, así como la Tumba Corintia se distingue por la bella combinación de sus elementos clásicos y nabateos. La de la Urna, que posteriormente fue transformada en una iglesia bizantina, contaba con una habitación inmensa en su interior, que quizás servía de triclinio para festejos funerarios.

Pero la mejor forma de recorrer Petra es caminando lentamente, con un buen repuesto de agua y un sombrero que proteja del implacable sol. Hay que reservar las fuerzas, porque en el tramo final espera la caminata de una hora hasta el colosal Monasterio --de formas parecidas al Tesoro, pero mucho mayor--, una tortuosa ruta excavada en la roca, con más de 800 peldaños. Desde allí se domina el magnífico paisaje de riscos y quebradas y se vislumbra el impresionante desierto rocoso que rodea a Petra.

Poco de lo que ahora contempla el viajero pudo disfrutar el primer occidental que penetró en Petra, el joven explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, quien tardó tres años en labrarse la confianza de las tribus árabes que merodeaban por la zona, aprendió árabe, vestía como un beduino, se convirtió al Islam y adoptó el nombre Ibrahim Ibn Abd Allah... Todo para estar un único día en medio de este paraíso y poder reflejar escuetamente en su diario: «Si mis conjeturas son ciertas, este lugar es Petra». Era el 12 de agosto de 1812. Las prisas del suizo tenían que ver con la desconfianza de sus anfitriones, pero también con su acelere vital: todavía tenía que descubrir Abu Simbel y explorar la Meca. Hizo todo eso antes de morir con sólo 33 años.

Prohibida su reproducción total o parcial. ©2006 Hola, S.A.

  

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