Viajes

(Perú)

Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas

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Celebración de la fiesta Inti Raymi, en la fortaleza de Saqsaywaman.

La preciosa catedral de la ciudad de Cuzco.

Fue la llacta más hermosa y también la más secreta. De hecho las sendas que conducían a Machu Picchu estaban prohibidas para las castas inferiores y su emplazamiento era ya entonces un secreto militar que ayudaban como nadie a preservar los abismos y la maraña de selva que lo envuelve, así como el angosto, disimulado y único acceso de esta ciudad sagrada que hoy se erige como uno de los yacimientos arqueológicos de mayor valor de toda Suramérica y, sin lugar a dudas, el mayor reclamo de todo Perú, declarado Santuario Histórico en 1981 –en cuyas 32.592 hectáreas queda incluida no sólo el área arqueológica sino también sus paisajes, flora y fauna–, y añadido dos años más tarde a la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Al parecer Machu Picchu estaba dividido en tres áreas principales: la zona residencial, con la morada de los sabios o amautas, las habitaciones de forma trapezoidal que ocupaban las princesas o ñustas y con un sector de casas dispuestas sobre una pendiente destinadas a la nobleza; además del barrio popular y el barrio sagrado, dedicado este último a su divinidad principal Inti, el dios Sol. Es en esta zona donde se encuentran las principales joyas del Intiwatana, el Templo del Sol y la Habitación de las Tres Ventanas.
Entre templos, santuarios, plazas y espacios residenciales, el recinto suma unas 140 construcciones que siguen el estilo clásico de edificación inca, con muros pulidos y juntas perfectas en las que no queda la menor holgura entre las piedras. Laberintos de escalinatas y canales de agua comunican todas ellas, que aparecen rodeadas ladera abajo por los cultivos escalonados en terrazas en los que crecía el maíz o la patata y que permitían a Machu Picchu ser autosuficiente; algo indispensable dado su aislamiento y su secreto.

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