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Vista general de Deià
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Deià
Casi un siglo después de que lo visitara Unamuno, Deià sigue siendo uno de esos pueblecitos de postal que parece ideado para el fomento del turismo. Un pueblo de aromas ancestrales al pie de unas rocas que parecen alpinas y con una cala del mismo nombre abriéndose al azul luminoso del Mediterráneo.
En el romántico camposanto de este pueblo de casitas ocres escalonadas sobre una colina costera, una lápida lleva escrito a mano el nombre de Robert Graves, autor de historias y fábulas que merecerían ser más antiguas de lo que ya son. El mismo se preguntaba: «El Hinterland mallorquín, todavía sin explotar, se va reduciendo cada vez más, a medida que se van mejorando las carreteras. ¿Adónde podremos retirarnos?». A la montaña, viejo Graves, a los vericuetos de la Tramuntana.
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