Los príncipes George y Charlotte volvieron a conquistar al público británico este domingo durante la gran final de Wimbledon. Sentados en primera fila del Royal Box junto a sus padres, Kate Middleton y el príncipe William, los pequeños mostraron no solo una impecable comportamiento, sino también un auténtico entusiasmo por el tenis. Charlotte, de 10 años, repitió aparición en el torneo con una actitud encantadora, aplaudiendo y comentando cada jugada con su madre. George, de 11, más serio y atento, siguió el partido con la concentración de un verdadero fan del deporte blanco.
Ambos se mostraron cómodos y naturales en este escenario de alto perfil, reflejando la cercanía que la familia de Gales ha sabido cultivar con el público. Charlotte, espontánea y sonriente; George, sobrio y elegante. Sus gestos —la emoción contenida, las risas discretas, las miradas curiosas— regalaron al torneo algunos de sus momentos más entrañables.
La reaparición de Kate Middleton fue otro de los grandes acontecimientos del día. Vestida con un impecable diseño azul, casi idéntico al que usó en 2023, la princesa de Gales reapareció por segundo día consecutivo, consolidando su esperado regreso a la vida pública. Sonriente, serena y visiblemente emocionada, Kate volvió a ocupar su lugar en Wimbledon como patrona del All England Club, acompañada de sus hijos y su esposo, el príncipe William.
El ambiente en el Royal Box fue cálido y familiar. La complicidad entre Kate y sus hijos, las breves charlas entre George y William, y las expresiones de emoción compartida durante los momentos más intensos del partido, ofrecieron una imagen cercana de la Familia Real.
Una final inesperada
En la cancha, el italiano Jannik Sinner se impuso al español Carlos Alcaraz en cuatro sets, llevándose su primer título en Wimbledon. Pero más allá del resultado, fue una jornada inolvidable donde la emoción también se vivió fuera de la pista, con una familia real que, una vez más, supo conectar con su gente desde el corazón.