Este año ha estado lleno de cambios y movimientos en la industria de la moda. Jonathan Anderson salió de Loewe para convertirse en el nuevo director creativo de Dior, Sarah Burton se estrenó como la nueva diseñadora al frente de Givenchy , y ahora Michael Rider por fin presentó su primera colección al frente de Celine.
Michael Rider presentó la colección primavera/verano 2026 de Celine en París, llena de referencias al pasado de la casa y al suyo como diseñador.
La nueva era de Celine bajo la dirección de Michael Rider
El diseñador americano presentó una colección que no solo marca una nueva etapa para la maison francesa, sino que también se siente como una carta de amor al recorrido personal del diseñador que respeta el ADN de la marca.
Desde los primeros looks quedó claro que Rider no buscaba reinventar radicalmente la esencia de Celine, sino reconectarla con su propia visión de lujo sofisticado. Vimos piezas con cortes diferentes, siluetas limpias y una paleta de color neutra con acentos en color camello, marino y blanco que evocaron la era de la casa bajo la dirección de Phoebe Philo, una época en la que la estética de la maison estaba definida por el minimalismo contemporáneo, misma que dominó a toda una generación de mujeres.
En sus propias palabras, Rider quería “honrar la inteligencia de quienes visten Celine sin sobrecargar el discurso visual”.
Más allá de la influencia de Philo, hubo también guiños sutiles a su trayectoria en Ralph Lauren, con piezas con relajadas pero con un toque sofisticado, piezas de punto tejido, sastrería inspirada en el campo y la ciudad, y los pequeños detalles ecuestres que vemos en piezas como cinturones, botas y cuellos tipo polo. Elementos que, sin ser literales, dejan ver la experiencia adquirida por Rider en sus años en Nueva York, donde aprendió que el estilo verdadero muchas veces está en lo silencioso.
La colección logró un equilibrio entre lo comercial y lo conceptual: hay piezas que claramente veremos en escaparates y editoriales (como los abrigos amplios, las faldas de cuero y los mocasines de suela gruesa), pero también una visión coherente de hacia dónde podría dirigirse Celine bajo su mando. Más emocional que provocadora, esta nueva etapa no se basa en el shock, sino en la confianza de un diseñador que conoce los códigos y sabe cómo actualizarlos sin perder su esencia.
Con este debut, Michael Rider no hace un statement, sino que recupera el legado de Celine y lo fusiona con el propio, demostrando su disposición para construir sobre sus pilares con sensibilidad, técnica y una mirada profundamente personal.