Mucho se ha hablado sobre la llegada de Jonathan Anderson al frente de Dior, un movimiento que tomó por sorpresa a la industria. Su trabajo al frente de Loewe lo consolidó como una de las mentes más innovadoras del diseño actual, y fue precisamente esa visión lo que llevó al grupo LVMH a considerarlo para liderar una de sus marcas más icónicas.
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En un inicio, al británico se le encomendó la dirección de la división masculina de la firma fundada en 1946 por Christian Dior. Sin embargo, era cuestión de tiempo para que fuera nombrado director creativo general de la maison francesa.
Hace unos días, en el marco de la Semana de la Moda Masculina en París, Anderson presentó por primera vez su renovada visión para una marca que, hasta ahora, se había mantenido entre las más conservadoras del panorama actual. En su debut, rindió homenaje a creaciones icónicas de la casa, reinterpretadas con su inconfundible estilo vanguardista.
Pero esta presentación también sirvió para revelar el nuevo rumbo de la marroquinería de Dior, especialmente en lo que respecta a los bolsos: piezas que se mantienen entre los artículos más vendidos y deseados por las fashionistas. Aquí te contamos cómo las ha reinventado con ayuda del arte, generando conversación y marcando el inicio de una nueva era.
La nueva visión de Jonathan Anderson para las bolsas de Dior
Las bolsas ya no son exclusivas del universo femenino y el desfile masculino de Dior fue el pretexto perfecto para mostrar la nueva visión de Anderson para esta división, en la que modelos como la Lady Dior y la Book Tote han sido protagonistas durante años.
A Jonathan se le atribuye la creación de la icónica Puzzle Bag, entre otros diseños que redefinieron la identidad de Loewe, por lo que no sorprende que una de sus primeras misiones en Dior haya sido intervenir las handbags de la firma, haciéndolo con una clara inspiración artística.
Una de las transformaciones más notorias recayó sobre la Book Tote, una pieza rígida de doble asa creada por Maria Grazia Chiuri, que se distinguía por estar confeccionada en tela bordada —a diferencia de otras piezas de la maison, hechas en lujoso cuero—. Este modelo, decorado con estampados emblemáticos como el monograma y una franja central con la inscripción Christian Dior, se podía personalizar con iniciales, convirtiéndose en un objeto de deseo inmediato.
Ahora, Anderson se apegó al nombre del modelo y decidió bordar las nuevas versiones con portadas de primeras ediciones de libros históricos. Un ejemplo es la que Rihanna ha lucido recientemente, decorada con la cubierta de Dracula, de Bram Stoker del primer ejemplar que data de 1897.
En esta primera entrega también aparecen clásicos como Bonjour Tristesse de Françoise Sagan y Les Fleurs du Mal de Charles Baudelaire, por lo que estamos seguros que la colección debut de Anderson apela al coleccionismo.
Por su parte, la Lady Dior —la bolsa más emblemática de la firma, nombrada en honor a la princesa Diana— también recibió una transformación artística. Esta vez, la intervención estuvo a cargo de la artista estadounidense Sheila Hicks, reconocida por su trabajo escultórico con textiles y materiales naturales.
Sus hilos vivos, aunque con colores enfocados en la neutralidad, rompen las líneas rectas y pulidas del diseño original tan gustado por la mujer clásica, por lo que se crea una silueta orgánica y vibrante que se percibe más como una obra de arte que como un accesorio.
Con estas dos intervenciones, y lo mucho que nos entusiasmó el estreno de Anderson en la pasarela, no podemos esperar a ver qué nos depara su primera colección femenina para Dior.