Durante tres décadas, Víctor González Torres ha sostenido una convicción simple, pero profundamente poderosa: ayudar a quienes más lo necesitan. Y a partir de esta certeza ha tejido una red de esperanza que toca vidas a través de la salud, la alimentación, la educación, el medioambiente y el deporte. Cinco caminos que, juntos, narran una historia de humanidad y compromiso. Porque para él, la ayuda no es un acto aislado… es una forma de vida.
Una visión en donde caben todos
Desde 1994, su labor ha generado programas que ofrecen desde alimentos para combatir la desnutrición hasta terapias de rehabilitación, cursos de alfabetización y espacios recreativos. Cada acción nace del mismo impulso: mejorar la calidad de vida de quienes enfrentan desigualdad. Son doce planes de acción, creados junto a su familia y un equipo incansable, los que han dado forma a esta misión.
Ayuda que llega a donde nadie más
La historia comenzó con donativos en especie para instituciones que acompañan a grupos vulnerables, y creció en 1994 con la creación del Plan de Apoyo en Desastres Naturales. Desde entonces, brigadas médico-asistenciales han llegado a comunidades golpeadas por huracanes, inundaciones y otros fenómenos naturales, llevando alimentos, artículos de primera necesidad, consultas médicas y medicamentos… siempre sin costo. Cada visita es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la solidaridad puede iluminar todo.
Dos años después surgió la Red Unidos para Ayudar, que articula a instituciones privadas de asistencia social para que su impacto sea mayor. Esta red está sostenida por voluntarios que regalan tiempo, manos y corazón, sin esperar nada a cambio. Porque la bondad, bien dirigida, se convierte en fuerza colectiva.
Centros que sanan, espacios que transforman
En 2007 nació el Centro Comunitario del Dr. Simi, un lugar donde familias enteras reciben gratuitamente atención médica, recreación y talleres que nutren cuerpo, mente y espíritu. Desde zumba y ajedrez hasta computación y yoga, cada clase es un abrazo a la esperanza.
Ese mismo año, se puso en marcha el Plan de Lucha contra la Pobreza Extrema, que lleva alimentos, medicamentos y consultas médicas a comunidades tan apartadas que a veces ni siquiera los servicios de asistencia social logran llegar.
Y también en 2007, en Ciudad Madero, Tamaulipas, abrió el primer Centro de Rehabilitación para Personas con Discapacidad. Hoy son siete donde se ofrecen terapias físicas, atención psicológica y consulta especializada. Porque la discapacidad no define a una persona; lo que la define es la oportunidad que recibe.
Programas que cambian destinos
En 2010 se sumaron los Apoyos Especiales, brigadas médico-asistenciales para comunidades en extrema vulnerabilidad mientras que hace dos años nació el Simiplan de Ayuda a Personas con Discapacidad, que atiende a personas en situación de desventaja económica y al mismo tiempo impulsa la sensibilización social para combatir la discriminación. Un programa que recuerda que la dignidad debe ser para todos.
A esto se suma un servicio gratuito de apoyo psicológico, basado en terapia breve, que brinda acompañamiento mental y emocional porque sanar por dentro también es sanar la vida.
La calidad de vida comienza en la mesa
Los Huertos Comunitarios han abierto una nueva puerta hacia la autosuficiencia alimentaria. En estos espacios, las familias cultivan sus propios alimentos, fortaleciendo su nutrición y recuperando la belleza de ver la vida crecer.
Y para transformar entornos completos, surgieron las Colonias Simi, comunidades donde se entregan alimentos, consultas médicas y medicamentos sin costo. Actualmente se encuentran en Ecatepec, Mérida, Guadalupe y Zapopan. Pronto se sumará una colonia autosustentable en Torreón y la primera internacional en Bogotá, Colombia. Porque la bondad trasciende fronteras.
Treinta años después: La llama continúa encendida
Treinta años después, el legado del Dr. Simi continúa creciendo. No es sólo una lista de programas. No son únicamente cifras. Es una historia viva hecha de manos que ayudan, de miradas que recuperan esperanza y de familias que encuentran un nuevo comienzo.
La historia del Dr. Simi también está escrita por miles de manos generosas. Hombres y mujeres que, con trabajo comunitario, donaciones y un enorme corazón, han decidido construir un México más solidario.
Todos pueden sumarse: donando tapitas que se transforman en tratamientos, aportando recursos económicos —cualquier cantidad hace la diferencia—, o entregando equipos médicos como sillas de ruedas que son extremadamente necesarios. Se puede participar en las colectas solidarias, unirse como voluntario en las múltiples actividades altruistas, o incluso cambiar dos vidas a la vez a través del programa Simi Adopta, brindando amor y un hogar a una mascota rescatada. Cada gesto, por pequeño que parezca, tiene el poder de encender la esperanza donde más se necesita.










