Maria Cornejo dejó Chile a los 11 años, pero nunca abandonó su esencia. Su historia es la de muchas mujeres latinoamericanas que emigran, pero también es única: una travesía que pasó por Inglaterra, Japón y Francia, antes de llegar a Nueva York, ciudad que hoy es el epicentro de su creatividad.
Desde La Gran Manzana, esta diseñadora chilena ha construido una voz poderosa en la moda contemporánea, una que celebra la innovación sin dejar atrás la memoria emocional de sus orígenes.
"Nuestra prensa está formada por personas distinguidas que visten nuestra ropa en su vida real. Ese es mi mayor orgullo: ver a gente que hace cosas importantes, vistiéndola con naturalidad"
Su sensibilidad estética se formó desde muy temprana edad. Mientras otras niñas jugaban, María observaba —casi como un ritual— cómo su abuela y sus tías tejían sus propias prendas, transformando hilo en identidad. Al mismo tiempo, su madre, directora de arte, le mostraba el poder de la imagen, el detalle y la narrativa visual. Estos dos mundos, el artesanal y el conceptual, tejieron el ADN creativo que más tarde marcaría su sello personal.
Cuando su familia dejó Chile por la dictadura —y vivió en Perú, Manchester, París, Tokio y Milán— ninguno de esos traslados la desconectó de su identidad latina. Al contrario: su enfoque del color, la feminidad contemporánea y esa “buena vida” latinoamericana siguen presentes en sus paletas, en el uso de fucsia y naranja, y en la alegría que imprime a cortes minimalistas, incluso desde su taller en Brooklyn. A pesar de no residir ya en Latinoamérica, reconoce que aún se siente “extranjera en su propio país”, y define su estilo como una síntesis cultural: minimalismo neoyorquino con alma latina.
"Las viejas reglas ya no funcionan. Muchas marcas pequeñas están haciendo un gran trabajo, y además está todo el sistema de redes sociales. Alguien puede crear un bolso y tener una marca enorme, así que todo es humo y espejos. No sabes qué es real y qué no; todo es cuestión de imagen. Nuestra clientela es muy fiel; no se la inventan la prensa ni las celebridades".
Durante más de dos décadas, María Cornejo ha forjado su legado en Nueva York gracias a su marca Zero + Maria Cornejo, fundada en 1998 en Nolita. Desde ese taller transformado en boutique, su estética se basó en formas geométricas puras —círculos, triángulos, cuadrados y rectángulos— que permiten crear prendas esculturales, versátiles y atemporales. Estas piezas, sin demasiadas costuras ni ornamentos, han conquistado a clientas como Michelle Obama, Tilda Swinton, Cindy Sherman y Sofía Coppola, quienes apreciaron un diseño que realza su identidad sin imponerse.
En el camino, Cornejo ha sido reconocida con importantes galardones internacionales. En 2006 recibió el National Design Award del Cooper Hewitt por su innovación y excelencia, consolidando su lugar entre diseñadores como Rodarte y Tom Ford. Décadas más tarde, en 2018, fue honrada con el Fashion Group International Sustainability Award, y en 2023 obtuvo el Geoffrey Beene Lifetime Achievement Award del CFDA, considerado el “Oscar de la moda”, en ocasión del vigésimo quinto aniversario de su marca. "Todas tenemos nuestros complejos, pero somos fabulosas e interesantes, somo muy criticonas con nosotras mismas", asegura.
En años recientes, ha continuado explorando un minimalismo con propósito. Su colección Fall 2023, por ejemplo, se diseñó pensando en la mujer que busca refugio en la ropa: abrigos envolventes, capas asimétricas y tejidos orgánicos que hablaban de protección y autocuidado, en un mundo post-pandémico.
Más allá de las pasarelas, Cornejo ha impulsado un discurso firme sobre sostenibilidad, trabajando con telas regeneradas, algodón orgánico y prácticas de manufactura local en Nueva York. En un sistema que valora lo inmediato, ella apuesta por lo duradero. Sus colecciones no solo visten, sino que comunican: son una declaración de ética, de pertenencia y de cómo una chilena, lejos de casa, sigue vistiendo el mundo con la fuerza de sus raíces.