‘Vainilla’: el estreno que celebra el talento femenino mexicano
Natalia Plascencia y María Castellá nos hablan de esta película íntima, dirigida y protagonizada por mujeres, que tras conquistar Venecia regresa a México para tocar corazones
Hay películas contadas por mujeres, protagonizadas por mujeres, y que aún así logran hablarle a todos. "Vainilla", ópera prima de Mayra Hermosillo, es una de esas raras joyas. La cinta fue proyectada en la sección Giornate degli Autore, del Festival de Cine de Venecia —un escenario donde pocos logran pisar con firmeza— y ahora regresa a México para presentarse como parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia, para demostrar que sí se puede ser profeta en su propia tierra.
Con una mirada íntima y profunda sobre los vínculos humanos, Vainilla está protagonizada por Roberta, una niña de ocho años que vive con siete mujeres de su familia; entre las que se encuentran las actrices Natalia Plascencia y María Castellá, cuya interpretación nos recuerda que el cine mexicano vive un momento poderoso, lleno de matices, sensibilidad y presencia femenina tanto delante como detrás de la cámara.
Natalia Plascencia y María Castellá en el Festival Internacional de Cine de Morelia
En esta entrevista exclusiva para ¡HOLA! México, Natalia y María conversan —a veces en sintonía, a veces desde perspectivas distintas— sobre lo que significó habitar esta historia dirigida por una mujer, escrita desde la emoción y construida con el corazón. Sus respuestas se entrelazan como lo hacen sus personajes en pantalla: con tensión, cercanía, y una complicidad que traspasa lo evidente. "Vainilla" no solo conquistó Cannes. Ahora llega a Morelia con la fuerza de quienes regresan a casa sabiendo que su trabajo ya ha dejado huella más allá de nuestras fronteras.
Natalia, ¿a unas semanas de haber pisado la alfombra roja de Venecia con Vainilla, qué sientes de representar el cine mexicano en uno de los festivales más importantes del mundo?
Estoy llena de orgullo de que sea una película tan independiente, hecha por una de mis mejores amigas, con una historia personal tan íntima. Casi todos los equipos están encabezados por mujeres. Me siento muy orgullosa de estar representando a México en un festival como Venecia, y de que un equipo tan femenino lo traiga con tanto empeño. Me emociona la idea de que gente de todo el mundo vea esta película.
¿Cuál fue el mayor reto al interpretar tu personaje en Vainilla?
Interpretar a Limbania fue desafiante porque tiene ingredientes contradictorios: es quien pone en riesgo la seguridad del hogar y de otras mujeres, pero también es entrañable; no es una villana, pero no puedes odiarla. Esa mezcla de torpeza y dulzura fue lo más difícil de encontrar y sostener.
¿Cuándo decidiste que ser actriz sería tu camino?
Empecé realmente tarde. A los 23 años dejé sociología porque descubrí el cine que me conmovía y quise aprenderlo. Estudié actuación y a los 28 hice mi primer película, El sueño de Iván, ahí comenzó este viaje para mí.
¿Visualizaste alguna vez llegar a lo que estás viviendo ahora (festivales, proyección internacional)?
No. Mi intención era simplemente entrar al mundo del cine. No sabía si algún día estaría frente a festivales como este. Así que ver que esto sucede me sorprende: las cosas pueden pasar cuando ni siquiera las estás visualizando. En Vainilla, nos seguimos sorprendiendo día a día.
"Siempre sentí que iba tarde: cuando tomé la decisión de dejar Madrid, cuando el tipo de trabajos que quería no llegaban. Ahora, con 40 años, siento una fuerza que me dice que aún vendrán personajes maduros y maravillosos"
Natalia Plascencia
Has dicho que te sentías “tarde” en muchos momentos de tu camino. ¿Has sentido presiones por edad o tiempo, especialmente como mujer?
Siempre sentí que iba tarde: cuando tomé la decisión de dejar Madrid, cuando el tipo de trabajos que quería no llegaban. Ahora, con 40 años, siento una fuerza que me dice que aún vendrán personajes maduros y maravillosos. Creo que estamos rompiendo esa noción de que la juventud es el único momento productivo.
¿Qué significó para ti trabajar en un equipo mayoritariamente femenino, tanto delante como detrás de cámara?
Fue una experiencia muy especial. Sentí que la energía femenina permitió una comunicación más orgánica, colaborativa. En el set empezábamos cada día con un “círculo del amor”: un ritual donde nos tomábamos de la mano, recordando que no había jerarquías, sino un espacio para que cada quien diera lo mejor de sí. Esa energía aportó muchísimo al brillo de la película. Si pudiera revivir una escena de la película sería donde las siete mujeres estamos flotando en el mar, recibiendo la luz del sol, sosteniéndonos unas a otras. Fue una escena mágica, simbólica: el mar representa incertidumbre, y nosotras ahí, entregadas y conectadas, como una red humana.
¿Cuál es tu sentir sobre la frase que asegura: “el peor enemigo de una mujer es otra mujer"?
No estoy de acuerdo. Creo que el peor enemigo de una mujer es ella misma. En décadas pasadas, se nos enseñaba la competencia y a valorar la belleza como lo máximo. Hoy, veo que las mujeres nos estamos apoyando, compartiendo inseguridades, confiando unas en otras. La colaboración está rompiendo esos prejuicios.
¿Cómo te preparas emocionalmente para esta temporada de festivales (Venecia, Morelia)?
No tengo una fórmula preparada. Me siento frágil, con un cóctel de emociones. Mi mantra es: bajar expectativas, vivir el momento a momento y recordar que no estoy sola. Este sueño lo estamos viviendo en comunidad, con amigas que me sostienen.
¿Qué sueños nuevos te gustaría perseguir?
Me visualizo haciendo cine en otros países: Italia, Corea, Argentina… abrirme a personajes fuera del español. Ya estoy estudiando italiano. Quiero ser una actriz que trabaje a nivel internacional, más allá de fronteras y idiomas. Participar en proyectos que aborden la fe, no en sentido religioso estrictamente, sino en la confianza humana que nos une como fuente universal. Hay polarización, divisiones por ideologías, religión, raza. Quiero historias que inviten a reconectar, a mirar lo que nos separa y lo que puede unirnos.
"Mi mantra es: bajar expectativas, vivir el momento y recordar que no estoy sola. Este sueño lo estamos viviendo en comunidad, con amigas que me sostienen"
En su carrera, María Castellá ha destacado por su capacidad para interpretar personajes complejos y auténticos. Su participación en la película "Vainilla", que se presentó en el Festival de Cine de Venecia, ha sido un hito en su trayectoria. En esta entrevista, comparte sus reflexiones sobre su proceso creativo, las influencias que han marcado su carrera y su visión sobre el cine y la actuación.
María, cuéntanos, ¿cómo viviste tu paso por Venecia?
Me emociono mucho poder hablar de lo que hicimos, decirlo en voz alta y compartirlo. Esta película se hizo desde un lugar muy íntimo, muy pequeño, y de pronto está en una sala con gente de todo el mundo. Solo podía pensar: "No puedo creer que estoy aquí".
Tu personaje en “Vainilla” se vincula profundamente con la maternidad. ¿Cómo fue ese proceso para ti, que no eres madre?
Fue uno de los mayores retos y también uno de los mayores regalos. Yo no tengo hijos, no planeo tenerlos, pero esta película me permitió habitar esa posibilidad por un momento. Fue como ser mamá por unas semanas. Y no solo por el personaje: con Aurora, la protagonista joven, tuve una relación muy cercana, muy protectora. Me sentí cuidándola todo el tiempo, con amor y con firmeza. Y eso me hizo pensar también en mi propia madre. Me reconcilié con muchas cosas de mi historia personal, entendí que las mamás no lo tienen todo resuelto. Son personas, con contradicciones, con miedos. Como todas.
¿Cambió algo en ti al representar la maternidad desde ese lugar?
Sí. Ahora juzgo mucho menos. Antes era muy dura con mi mamá. Ahora veo que es un milagro que las cosas salgan más o menos bien. Que criar a alguien es una locura. Y creo que también me abrió la posibilidad de ver que ser madre no es solo parir. Que se puede ser madre de muchas formas. En el set, en los vínculos, en cómo cuidamos lo que amamos.
La película también habla del deseo femenino y sus contradicciones. ¿Cómo fue explorar eso en pantalla?
Fue muy liberador. Alicia, mi personaje, es una mujer que está perdida, que no sabe bien qué quiere, pero que sigue deseando. Aunque le duela, aunque se equivoque. Me encantó poder mostrar ese deseo imperfecto, contradictorio. No el deseo de catálogo. El deseo real. Porque también ahí hay mucha presión para las mujeres: que si deseas, eres demasiado. Que si no, estás rota. Quise habitar ese espacio gris.
¿Sientes esas presiones en tu vida cotidiana?
Todo el tiempo. A diario. Desde que tenía el pelo corto me decían que eso no era “de mujer”. Que si no me veo joven, que si no estoy siempre disponible, que si no soy lo suficientemente dulce… hay muchas reglas, muchas expectativas que una siente que tiene que cumplir para ser tomada en serio. Y muchas veces he tenido que renunciar a partes de mí, sobre todo en lo físico, para encajar. Pero también he decidido no hacerlo. Me he cortado el pelo otra vez. Me he dejado de maquillar. Y he encontrado ahí una forma de decir: “yo también tengo derecho a existir así”.
"Muchas veces he tenido que renunciar a partes de mí, sobre todo en lo físico, para encajar. Pero también he decidido no hacerlo"
¿Te has sentido silenciada dentro de la industria?
Sí, claro. Muchas veces. He visto cosas que no están bien y me he quedado callada porque me daba miedo perder el trabajo. Te dicen: "No digas nada, porque si hablas, nadie te va a querer contratar". Y una lo cree. Pero también he aprendido a no callarme más. A decir: “esto no está bien”. No quiero contribuir a una industria que se sostiene en el miedo. Quiero trabajar con personas que respeten, que escuchen, que entiendan que todas estamos aprendiendo.
¿Cómo fue trabajar en un proyecto liderado por mujeres, como lo es "Vainilla"?
Fue una experiencia muy distinta. May, la directora, viene de la actuación, así que tiene una sensibilidad especial para hablar con actores. Había respeto, cuidado, incluso cuando había desacuerdos. No existía la cultura del terror. Nos sentíamos seguras. Y eso lo cambia todo. También éramos muchas mujeres en el equipo, y eso generó una complicidad muy linda. Una forma de estar que no era competitiva, sino colaborativa.
Tienes una gran relación con Mayra y Natalia, ¿cómo fue trabajar entre amigas?
Es hermoso, pero también requiere cuidado. En el set hay que marcar una distancia profesional, porque si no se mezcla todo. Pero al mismo tiempo, hay una confianza, una complicidad que se nota en pantalla. Con Nati nos cuidamos mucho. Nos admiramos. Y eso se siente. Además, es muy poderoso construir espacios donde las mujeres se sostienen entre sí. Donde el talento de una no apaga el de la otra, sino que lo potencia.
¿Te has sentido silenciada dentro de la industria?
Sí, claro. Muchas veces. He visto cosas que no están bien y me he quedado callada porque me daba miedo perder el trabajo. Te dicen: "No digas nada, porque si hablas, nadie te va a querer contratar". Y una lo cree. Pero también he aprendido a no callarme más. A decir: “esto no está bien”. No quiero contribuir a una industria que se sostiene en el miedo. Quiero trabajar con personas que respeten, que escuchen, que entiendan que todas estamos aprendiendo.
¿Alguna vez soñaste con estar en un festival como Venecia o Morelia?
La verdad, no. Yo empecé a actuar a los 21 años, casi por accidente. Estaba estudiando cine y caí en un taller de actuación sin querer. Todo ha pasado distinto a como lo imaginaba. Y sin embargo, ha sido perfecto. Me siento muy afortunada. Aunque todavía no lo termino de creer.
"Trabajar entre amigas es hermoso. Hay una confianza y complicidad que se nota en pantalla. Es muy poderoso construir espacios donde las mujeres se sostienen entre sí. Donde el talento de una no apaga el de la otra, sino que lo potencia"