Fernanda Castillo nos habla de la maternidad y de su nuevo proyecto: ‘Ha sido el trabajo más difícil de mi carrera’

Es una obra que me parece bellísima. Tuve el regalo de conocerla hace unos años a través del director de Cristian Magaloni y le pedí ‘si algún día montas esta obra, avísame’, porque me parecía un reto muy grande como actriz, como compañía también, porque es una obra donde tres historias se entretejen. Entonces, más allá del contenido de la obra, técnicamente es una obra muy compleja de hacer como equipo.

Y me parecía un reto muy interesante, además de que me parecía que pone sobre la mesa temas muy importantes a tratar, como son la salud mental, como son la maternidad relacionada a la salud mental, como es el suicidio.

El personaje, Caro, es una mujer de los años 60. Es una mujer que tiene un entorno que no la entiende y probablemente con el que no empatiza ella tampoco. Es una mujer que se pregunta por qué no puede hacer algunas elecciones que ella quisiera hacer, como preguntarse simplemente si quiere tener hijos o no.

Y si pensamos en esa época, pues no había mucha apertura a poder decidir la mayoría de las cosas. Es una mujer que carga con muchos dolores de su pasado, con cosas que vienen atrás de ella y que tiene una pulsión de vida muy grande porque se mantiene a pesar del dolor enorme con el que vive y que va a estar peleando con él toda la obra. Entonces, más que verla como una víctima de su condición mental, es una luchadora que va a pelear por estar en la vida a pesar de un entorno que no le permite ser ella y que no le permite ser plena. Entonces, me parece un personaje increíble.

Creo que es un personaje que en algún momento de la obra decide ser madre y la maternidad trabaja como un motor para ella, como un motor de vida muy fuerte. Y ves cómo lucha contra todo para poder estar lo mejor posible para su hija. Y creo que, como mamá, en eso cualquier madre se puede identificar. Los hijos son algo que te arrastran hacia la vida y hacia la lucha y hacia adelante. Estés como estés. Así estar para ellos. Entonces, sí, yo creo que en esa parte.

Mi situación fue una situación más física que emocional, pero creo que es importante hablar y dar espacio a muchas mujeres que no solamente pueden pasar por depresiones postparto o por psicosis postparto, sino que además muchas preguntas vienen después como algo normal después de ser mamá. Vivir un duelo porque acabas de perder a tu persona para convertirte en la mamá de alguien más y hay que vivir ese duelo y socialmente no se les permite a las mujeres. Ni siquiera hablar de que sienten diversas cosas y cosas que se contraponen y no hay espacio todavía para que las mujeres hablen de todas esas cosas que sienten y que no pueden y que no significa que estén pasando por un momento de inestabilidad mental, sino que están pasando por un proceso y no hay ese espacio.

Entonces para mí hablar de la maternidad es muy importante por eso, porque he podido ver en otras mujeres a mi alrededor como no tenemos un espacio para ser acompañadas de la mejor manera en un proceso que es muy fuerte y que no sabemos cómo gestionar. Entonces parte de lo que me gusta de esta obra es poder hablar de eso.

Hace rato me preguntaban si yo creía que la sociedad mexicana estaba lista como para hablar de esos temas y yo dije: ‘Estando listos o no, están aquí’. No sé si estamos listos y no sé si queremos hacerlo, pero sucede más de lo que tenemos conciencia. Suceden los trastornos mentales, el suicidio, sucede más de lo que podemos permitir o no en nuestras vidas.

Entonces una obra de teatro como esta, que invita a la reflexión, sobre todo de hacer conciencia de que mucho de lo que somos está dictado por de dónde venimos y que si no entendemos de dónde venimos realmente, no solo genéticamente para decir ‘ah, bueno, tengo el pelo de tal color o tengo los ojos de tal color o tengo este apellido’, sino emocionalmente de dónde venimos y cuáles son los dolores y los silencios y lo que ha afligido a nuestras familias atrás.

Si no somos conscientes de eso, no hay manera de romper patrones que sean dañinos para nosotros y de entender siquiera que hay una salud mental que no controlamos, o sea, que no es nada más que me está sucediendo a mí, sino que puede ser un patrón o algo que vengo arrastrando atrás.

El mirar hacia atrás. Con el proceso de esta obra me he preguntado más quién es mi mamá, no la que yo conozco como mi mamá, sino quién es esa mujer, quién es mi abuela. Sabemos qué figuras son en torno a nuestra vida, porque somos los protagonistas de nuestra vida, pero no sabemos quiénes eran y quiénes vienen atrás de ellos y cuáles eran sus dolores. Entonces me ha pasado que me volteo para atrás y empiezo a averiguar esas cosas y me parece como muy interesante y creo que es un camino muy hermoso también para conocerse a sí mismo. Yo creo mucho en la terapia y creo mucho en que hay muchísimas herramientas que podemos utilizar para estar mejor, pero mirar hacia atrás me ha parecido como un proceso muy sanador y de mucho autodescubrimiento.

Me gustaría que tuviera la seguridad, que era alguien que lo amaba profundamente, que siempre quiso lo mejor para él y poder hacer de él un niño consciente y empático con el mundo que lo rodea. Me gustaría que esa fuera la enseñanza que le pudiera haber dado su mamá, como es la que me dio a mí, porque si hay algo que tengo muy consciente sobre mi propia madre, es como la conciencia social y de empatía que nos enseñó a mis hermanos y a mí y que está muy latente en quienes somos. Entonces, eso me gustaría pasarle de generación a generación a mi hijo.

Yo creo muchísimo en la terapia. Creo que es de canasta básica, la verdad. Creo que tener un espacio donde uno se escucha a sí mismo y donde entiendes y abres tus pensamientos y tus sentimientos es eso, de canasta básica. Creo que es un espacio que todo mundo se merece y que debería de tener. La obra habla de cómo ha cambiado la percepción de muchísimas cosas a través del tiempo, pero que también nosotros somos los únicos que podemos hacer los enormes cambios y que para eso hay que preguntarse cosas y que hay que conocerse, porque la mayoría vivimos sin saber ni de dónde venimos, ni quiénes somos, ni qué nos gusta realmente, sino un poco llevados por la ola, ahora de las redes sociales, pero antes de lo que estaba de moda y antes de lo que debía ser.

 Y entonces siempre hemos tenido este ruido externo que nos lleva a no preguntarnos cosas y a no conocernos a nosotros mismos. Y el asunto, y lo que hace muy bien la terapia, es eso, abrir un espacio para escucharnos a nosotros mismos. Y siento que eso no va cambiando. Es importante el autoconocimiento. Y hoy en día hay muchísimas más herramientas, pero creo que ahí está. La única manera de callar el ruido de afuera es entrar de una vez adentro, ver qué me sirve o no del ruido de afuera.

Los procesos. Se los decía a mis compañeros hace poquito, no hay procesos como los del teatro. Simplemente por tiempo. Por el tiempo, por lo que uno invierte en un proceso a lo largo de dos, tres meses, donde pasas por diferentes estados. No hay procesos más ricos y más fértiles que los que el teatro plantea para los que los habitamos. De aprendizaje, de comunión, de hacer equipo con nosotros. Siempre regresaré al teatro porque siento que es la base de todo. Y los procesos no solo me alimentan como actriz, sino también como persona. Me fascina el teatro.