Cecilia Giménez, la mujer que cobró fama internacional en 2012 luego de intentar restaurar el fresco del Ecce Homo, falleció este lunes a los 94 años. Su deceso se confirmó a través del Santuario de la Misericordia, en donde se exhibe la pintura que hace más de una década se convirtió en un fenómeno viral por el inesperado resultado.
"Nunca nadie está preparado para esto. Les comunicamos que Cecilia es una estrella más en el cielo ⭐⭐✨✨", se puede leer en la cuenta oficial del santuario, en donde compartieron una fotografía de Cecilia, quien fue parte de la comunidad. Y agregan: "Cecilia Giménez Zueco, nació en Borja el 23 de enero de 1931. Fue una gran aficionada a la pintura desde pequeña y realizó numerosas obras, especialmente centradas en los paisajes. Hablar de Cecilia, es hablar de madre entregada, de lucha, de fuerza, pero sobre todo es hablar de generosidad, cualidades que le han servido para ganarse el cariño de todo el mundo".
Con una cálida despedida, expresan: "Desde aquí queremos darte las GRACIAS por tu generosidad y por tu entrega de tantos años en este Santuario que tanto amaste. Descansa en paz, Cecilia, te recordaremos siempre". Por el momento, no se han hecho reportes sobre las causas de la muerte de la artista que forma parte de la cultura popular.
Un error que se convirtió en meme y en atractivo turístico
Pocas obras de arte han tenido un revuelo en tiempos actuales como sucedió con el Ecce Homo. Aquella pintura que pasaba desapercibida por los visitantes al santuario de Misericordia en Borja, España, pronto se convirtió en la más famosa por la intervención de Cecilia Giménez Zueco, una mujer que por voluntad propia y con cero malicia intentó restaurar el fresco de Elías García Martínez, sin imaginar que su misión fallida daría la vuelta al mundo.
La comparación entre el original y la pieza restaurada pronto se hizo viral, desatando memes que hacían reír a la gente. Pero más allá de una graciosa imagen en las redes sociales, el Ecce Homo de Cecilia pronto dio visibilidad a su comunidad. Los turistas empezaron a llegar al Santuario de la Misericordia para ver de cerca la nueva versión del fresco y, con algo de suerte, conocer a la autora que era una amable asistente del lugar que tanto adoraba.







