En una etapa marcada por la introspección y el reacomodo emocional, Camila Sodi ha decidido abrir una ventana a su verdadero mundo interior, revelando que vive con autismo y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Tras la muerte de su madre, Ernestina Sodi, la actriz ha transformado el dolor en un proceso de autoconocimiento que se refleja en El Primer Libro del Duelo, su primera obra literaria. Este nuevo capítulo en su vida no solo nace del deseo de acompañar a quienes atraviesan una pérdida, sino también de la necesidad de contar cómo ha sido existir desde su propia neurodivergencia.
Durante una conversación con Isabel Lascuráin, Camila abordó con franqueza los eventos que han marcado su historia personal, entre ellos el secuestro y posterior fallecimiento de su madre. En este espacio íntimo, reflexionó sobre cómo estas experiencias han moldeado su mirada hacia la vida. A partir de ahí, compartió por primera vez detalles sobre su diagnóstico, explicando lo que significa para ella vivir dentro del espectro. “Las virtudes son enormes cuando puedes estar en un ambiente donde te dejan estar, donde puedes estar cómodo. Y cuando tu nivel de ayuda externa no es tan alto. Claro, quienes requieren ayuda externa, es más difícil coexistir en un mundo donde no está diseñado para ti”, confesó, subrayando que su condición jamás ha sido una desventaja, sino un rasgo que requiere comprensión del entorno.
La actriz destacó que las dificultades no provienen de su neurodivergencia, sino de la falta de sensibilidad en la estructura social que nos rodea. “La actriz consideró que el mundo debería estar diseñado por gente más sensible, no nada más para los que se encuentran en el espectro sino también para las mamás o para los que están atravesando cosas difíciles”, explicó con total honestidad. Desde esa perspectiva, también reflexionó sobre lo solitario que puede volverse un proceso de duelo en un entorno poco empático. “En un mundo y cultura tan tóxica, es difícil. Igual un duelo, el mundo es apabullante, el mundo no es un lugar donde te sientes seguro, no, dices ‘voy a llorar y alguien me va a robar la bolsa’. Y la gente siempre dice: ‘¿Cómo estás? ¿Ya estás bien? No te preocupes, ya va a acabar’”, lamentó.
La vida de Camila desde la neurodivergencia
Con la misma sinceridad, Camila recordó lo abrumadores que llegaron a ser sus primeros encuentros con la prensa, especialmente en momentos en que su vida privada era tema de conversación pública. Aunque siempre ha sido funcional, reconoció que, emocionalmente, esas circunstancias la rebasaban. “Necesito ayuda externa, muy poca, pero soy neurodivergente. No puedo con que te eleven el cortisol, y era una niña y me preguntaban cosas muy cabronas, eran duros. Con lo de Diego, con lo de mi mamá, la tía y la otra tía”, relató, evidenciando cómo esas exigencias la colocaron en un espacio de vulnerabilidad que pocos notaron.
Hoy, Camila se encuentra en un momento de autenticidad absoluta, compartiendo no solo su proceso de duelo, sino también cómo es vivir desde un cerebro diferente en un mundo que pocas veces ofrece espacios seguros. Con cada palabra y cada reflexión, la actriz invita a una conversación necesaria sobre empatía, sensibilidad y diversidad neurológica. Su mensaje, profundamente humano, se convierte en un recordatorio de que la vulnerabilidad puede ser también una forma poderosa de conexión.







