Tras conquistar el mundo del golf y consolidarse como una de las atletas mexicanas más influyentes de su generación, Lorena Ochoa tomó en 2010 una de las decisiones más determinantes de su vida: dejar atrás la competencia profesional en la cúspide de su carrera. Con solo 28 años y el número uno del ranking mundial en sus manos, la tapatía abrió paso a un nuevo capítulo en el que la maternidad, su hogar y los proyectos personales marcarían el rumbo de su futuro. Una elección que, a mas de una década de distancia, sigue inspirando por la claridad, madurez y coherencia con la que la asumió.
© Getty ImagesEn conversación con Jesse Cervantes, durante su participación en el podcast Contenido Extra, Lorena recordó aquel momento y la serenidad con la que lo vivió. “Me retiré por razones bonitas. Ni una lesión, ni un problema de dinero, ni un escándalo, nunca salí positivo en el antidoping que me hacían una vez a la semana, imagínate qué bonito retirarme porque me moría de la ilusión de ser mamá, de formar una familia. Mis prioridades cambiaron”, expresó con la sinceridad que siempre la ha caracterizado. Reconoció que la vida, con su ritmo acelerado de torneos y exigencias, le pedía volver a casa y reencontrarse con lo que más amaba: “Yo ya solo pensaba en que quería regresar a mi familia y recuperar mi tiempo perdido… Siento que la vida es muy cortita”.
© Getty ImagesEse profundo llamado interior fue el que la llevó a tomar una decisión sin titubeos. Como ella misma explica, no encontró sentido a seguir compitiendo si sus prioridades cambiaban por completo. “Entonces para mí fue muy claro: no me veía jugando y no ganando, y no me veía jugando y de mamá y quedar en el lugar 50 o 70, y viajar por el mundo con un bebé. Entonces yo dije: ‘Cuando llegue este momento y cambie de prioridades, me voy a retirar’, y qué ilusión ser mamá; porque, así como quería ser la mejor del mundo, también quería ser mamá”.
© Getty ImagesAquellos meses fueron particularmente especiales para Lorena, pues coincidieron con una etapa personal llena de transformaciones. Ya instalada nuevamente en México, y recién casada —su boda ocurrió en diciembre, mientras que su retiro se concretó en abril—, vivía un torbellino de emociones. “Fue rarísimo. Ya estaba en México, ya estaba casada…”, comentó sobre sus primeros días de retiro. “Siempre, creo que de las cosas que en su momento me salvaron, es que me retiré con mucha ilusión de planes importantes: el crecimiento de la fundación, el crecimiento del golf en nuestro país, cómo podía ayudar y crecer con Conjuntas, que es esta asociación que tenemos; el diseño de campos de golf, que ya lo estoy trabajando y cada vez más, ya tenemos varios contratos en diferentes lugares”.
Esa visión amplia del deporte y su compromiso con el impulso social fueron la brújula que guio su transición. Para Lorena, dejar atrás la competencia no significó despedirse del golf, sino reencontrarse con él desde otro lugar, quizá más íntimo y profundamente personal. “Entonces como que no fue de: ‘Ya terminé’, o sea sí de la competencia y de ese rigor de gimnasio, de psicólogo, de entrenamiento, pero con cosas muy bonitas que me ilusionaban, empezando por mi fundación”, afirmó.
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