En la moda, el blanco nunca es solo un color. Es una declaración. Puede ser frescura mediterránea, minimalismo neoyorquino… o la promesa silenciosa de un “sí, quiero”. Alice Campello parece conocer todos sus matices y, este verano, los está desplegando como si fueran parte de un álbum muy personal.
Su última aparición en Nueva York es un buen ejemplo: un vestido largo, de tirantes finos y caída impecable, tan etéreo que podría confundirse con un look nupcial contemporáneo. No hay altar, ni ramo, ni marcha nupcial… pero el efecto está servido. La modelo y empresaria italiana ha convertido la terraza de un edificio de la Gran Manzana en una pasarela donde el blanco ha sido protagonista absoluto.
El detalle que aviva la imaginación es que este flechazo por el blanco llega en un momento curioso: poco después de que Álvaro Morata, su marido, haya puesto fin a su etapa en Turquía. ¿Podría ser un guiño a un nuevo capítulo juntos? ¿Una fantasía de renovar votos? O, quizás, simplemente, el placer de volver a vestirse de blanco, sin más motivo que el gusto por su elegancia y estilo atemporal.
Más allá de las interpretaciones románticas, lo cierto es que Alice lleva semanas apostando por este lenguaje monocromático. Cortos, fluidos, ceñidos o con volumen, todos sus vestidos blancos comparten una cualidad: parecen encapsular la luz del verano. Es una paleta que habla de frescura, de serenidad… y, por qué no, de un cierto renacimiento personal.
En la moda, como en la vida, el blanco puede significar muchas cosas. En Alice Campello, esta temporada significa misterio, romance… y el placer de no tener que dar explicaciones. Y quizá ahí esté el verdadero secreto de su estilo.