Las 5 etapas emocionales en la cola del probador

Podría parecer el guión de una comedia pero así reflejan los estudios cómo afrontamos este momento al que le dedicamos 26 horas al año

Por Blanca de Almandoz

Hemos invertido tantos minutos de nuestra vida en la cola de un probador (26 horas al año contando los minutos en el interior de la cabina, dicen) que las que viven cerca de las tiendas suelen optar por probárselo en casa para, llegado el caso, devolverlo después. Y es que en esos minutos de espera pueden ocurrir cosas interesantes como que la posibilidad de compra se multiplique por siete (lo sabe bien Zara), o un flechazo de última hora: –Disculpe, ¿dónde tienen esos vestidos?– o un milagro con el que ya no contabas – ¿Es eso una M? ¿La última M?–. Sin embargo, también se suceden otras emociones que intervienen directamente en nuestra decisión. 

No es casualidad que las tiendas dediquen tanto presupuesto de investigación a los probadores y el control de stock, y es que es el momento y el lugar donde se decide todo. ¿Será demasiado transparente? ¿Me quedará muy largo? ¿El tejido será tan suave como aparenta? Y, definitivamente, ¿me quedará bien?

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NEGACIÓN (1-4 minutos)

Acabas de llegar y estás repasando mentalmente cuántos artículos llevas. De hecho, no es extraño que encuentres algo de lo que ya te habías olvidado. ¿Al final cogí esta falda? O que tus ojos se fijen en una sección o una prenda que hasta ahora había pasado desapercibida. ¿Y ese jersey? ¿Cómo no lo vi antes? Pero tu prioridad sigue siendo llegar al probador y confías en que será rápido e indoloro así que rechazas cualquier distracción: “No voy a arriesgarme a perder mi sitio, seguro que avanza rápido…”

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IRA (5-7 minutos)

Efectivamente, acabas de constatar que la cola no va tan rápido como esperabas. El abrigo te sobra, el bolso te pesa y las perchas molestan. ¿Qué has hecho tú para merecer semejante condena en el purgatorio de la moda si ni siquiera te espera un paraíso de zapatos Balenciaga al otro lado? Es en este punto cuando te planteas abandonar. ¿De verdad necesito otra camisa blanca? La estadística dice que nuestra frustración aumenta en un 36% la estimación del tiempo transcurrido frente a su duración real. Igual que en el aeropuerto, los pasajeros tienden a quejarse más del tiempo que esperan frente a la cinta de equipaje que del que tardan en llegar a ella. El experto Richard Larson del M.I.T. explica que la impaciencia se agudiza con el sentimiento de ‘brazos cruzados’ y que por eso algunos aeropuertos alejan las salas de recogida de equipaje de las puertas de embarque. ¿Ahora entiendes por qué te parece que ha pasado un lustro desde que encontraste el probador?

 

NEGOCIACIÓN (8-11 minutos)

Cuando un hombre decide entrar a probarse una prenda, existe una probabilidad del 65% de que acabe por comprarla. Con las mujeres en cambio, esta cifra se reduce al 25%. De ahí que los probadores masculinos sean tan visibles y a menudo, estén justo en medio de su sección mientras los femeninos pueden estar más apartados. A veces ha costado tanto llegar al probador que el recuerdo de esa peregrinación es lo único que te motiva para seguir esperando. Eso cuando no encuentras otras formas de convencerte… “Si la próxima chica pasa en menos de un minuto, espero; si no, me marcho”. “Si no fuera porque estos vaqueros están agotados online hace rato que me habría ido”. “3 minutos más y me voy”. Y así sucesivamente.

DEPRESIÓN (12-14 minutos)

Llegados a este punto todo lo que llevas colgando del brazo ha perdido parte de su encanto. De hecho, la cola del probador es un buen ejercicio para valorar cuánto deseas realmente esa chaqueta que, aunque te ha parecido un poco cara, no querías rechazar sin una oportunidad. ¿Por qué no me la habré probado frente al espejo? ¿Realmente era necesario verla con los pantalones? Y si has olvidado algo, éste será el momento exacto en que lo recuerdes: “Yo necesitaba algo de rebajas y no era precisamente un vestido kimono…”

 

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ACEPTACIÓN (15-20 minutos)

Enhorabuena. Has alcanzado el punto de no retorno. Ves tu turno demasiado cerca como para abandonar y ya te has reconciliado con la idea de haber perdido un cuarto de hora de tu día cuestionando tus decisiones. Ya que has llegado hasta aquí… La pila de ropa devuelta crece bajo la atenta mirada de la dependienta pero tú aún conservas la esperanza de éxito. Es más, puede que en el fondo tú y tu tarjeta de crédito deseéis muy fuerte que algo no os quede tan bien. Lo que podría parecer el momento más excitante de la espera es, en realidad, la antesala de las luces y sombras –en sentido literal y figurado– que vas a experimentar una vez dentro. ¿Cómo he podido salir así de casa? ¿Es este espejo o el de casa? ¿De qué talla son estos pantalones? Quizá metiendo un…poco…la…tripa. La profesora estadounidense de Psicología Ambiental Setha Low describe el probador como un espacio de confrontación máxima entre la imagen que tenemos de nuestro cuerpo y la realidad. Un choque brutal que sin un trabajo de aceptación y autoestima previo agravado por la frustración de la espera suele acabar por desanimarnos del todo.

Y por si habías logrado sobrevivir a la cola del probador, al encontronazo con la realidad, a la decepción por alguna de tus elecciones y a la votación popular (o lo que es lo mismo, el ‘selfie’ enviado al grupo de amigas o al familiar para pedir su opinión) aún queda la dura de prueba de la fila para pagar en caja. ¡Buenas noches y buena suerte!

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