Lady Kitty Spencer, la sobrina de Diana de Gales, ha asistido esta semana al concierto navideño de villancicos del Centrepoint, celebrado en la iglesia de Christ Church Spitalfields, en Londres, con un look que no ha pasado desapercibido: un abrigo rojo de silueta clásica que ha recordado de forma inmediata uno de los estilismos más icónicos de su tía, la princesa Diana, en los años 80. Un gesto cargado de significado, no solo por la referencia estética, sino también por el contexto solidario y familiar del evento, estrechamente ligado al príncipe Guillermo y al legado humanitario de Lady Di.
Su look para un evento solidario con raíces familiares
El concierto navideño de villancicos organizado por Centrepoint es una cita clave en el calendario benéfico británico. La organización, dedicada a ayudar a jóvenes sin hogar, ocupa un lugar muy especial en la historia de la familia Spencer-Windsor. Diana de Gales fue una de sus grandes defensoras desde principios de los años 90 y llevó incluso a su hijo mayor, el príncipe Guillermo, a conocer de primera mano la labor de la fundación cuando apenas tenía 11 años. Hoy, Guillermo es su patrón oficial, mientras que Kitty Spencer ejerce como embajadora desde hace años.
Para la ocasión, Kitty ha apostado por un look tan elegante como cargado de intención. El protagonismo absoluto ha recaído en un abrigo rojo de corte estructurado de Dolce&Gabbana, largo hasta la rodilla, con un cuello negro en contraste que remite de forma directa a la estética real británica de los años 80. Lo ha combinado con medias negras, zapatos negros de tacón con detalle joya en forma de lazo y un beauty look sobrio y favorecedor: melena suelta con raya al centro y ondas naturales, maquillaje luminoso y labios discretos.
El abrigo que conecta con Lady Di
Las comparaciones no han tardado en llegar. En febrero de 1984, Diana de Gales aterrizaba en el aeropuerto de Birmingham luciendo un abrigo rojo casi idéntico de Catherine Walker, con cuello negro de solapas y líneas clásicas, acompañado por un sombrero a juego de John Boyd. Aquella imagen se convirtió con el tiempo en una de las postales más reconocibles de su estilo, especialmente en el contexto invernal y navideño de la familia real británica.
La elección de Kitty no parece casual. A lo largo de los años, la aristócrata y modelo ha demostrado en numerosas ocasiones que el legado estilístico de su tía sigue muy presente en su armario. Desde siluetas elegantes hasta guiños cromáticos y referencias a los años 80 y 90, Kitty ha sabido reinterpretar la herencia estética de Diana desde una mirada contemporánea, evitando la copia literal y apostando por la evocación emocional.
Navidad, Sandringham y Diana
Resulta especialmente simbólico que este homenaje llegue en plena Navidad. Aunque Diana protagonizó algunos de sus looks más memorables durante estas fechas —especialmente en Sandringham—, la princesa confesó en varias ocasiones que aquellas celebraciones familiares eran una fuente de tensión para ella. Según relataron biógrafos y personas cercanas, Diana vivía la Navidad en la residencia real como un compromiso lleno de rigidez y expectativas, del que intentaba escapar siempre que podía.
Ese contraste entre la imagen pública y la vivencia privada forma parte del mito de Lady Di. Y quizá por eso, el gesto de Kitty Spencer resulta aún más emotivo: rescata la elegancia y el simbolismo de aquellos looks, pero los traslada a un entorno cálido, solidario y profundamente humano, alineado con los valores que su tía defendió durante toda su vida.
Un homenaje que va más allá de la moda
Más que un simple look navideño, la aparición de Kitty Spencer se ha interpretado como un acto de continuidad. Continuidad en el compromiso social, en la memoria familiar y en una forma de entender la moda como herramienta narrativa. El abrigo rojo es un puente entre generaciones, una referencia que conecta pasado y presente, y un recordatorio de que la moda también puede ser una forma de rendir homenaje.
En un momento del año marcado por la nostalgia, Kitty ha logrado uno de los gestos más comentados de la temporada, demostrando que algunas historias —y algunos abrigos— nunca pasan de moda.











