Cada diciembre, empiezan a encenderse las luces en las calles y, con ellas, las lentejuelas hacen su esperada aparición en todas las tiendas. Esta es la confirmación oficial de que pronto te estallará el WhatsApp con invitaciones a cenas, comidas y fiestas de Navidad, cuyo dress code no oficial podría ser, perfectamente, el concepto "bola de discoteca".
Nos encanta una buena dosis de brillo en Navidad y Nochevieja, y te mentiría si dijese que esto no siempre fue así. Esta historia, la de las fiestas y las lentejuelas (o sus antecesoras), se remonta mucho más atrás de lo que crees.
¿Por qué nos encanta vestir de brillos en Nochevieja?
Aunque la tradición moderna de vestirse con lentejuelas para dar la bienvenida al nuevo año tiene sus primeras evidencias sólidas a principios del siglo XX, en las famosas fiestas de Nochevieja en Nueva York, lo cierto es que no fue una moda improvisada. Hace siglos que relacionamos el brillo con prosperidad, protección, celebración y suerte: tenemos que viajar a la Antigua Roma.
Durante la República Romana, cada año comenzaba con la llegada de dos nuevos cónsules, los cargos políticos más importantes del momento; ellos podrían considerarse nuestros primeros influencers de Año Nuevo: iban vestidos a la ceremonia con togas que se volvieron cada vez más ornamentadas. Con el ascenso del Imperio, especialmente en el siglo III, con Diocleciano, la toga consular pasó de ser discreta a convertirse en una auténtica pieza de lujo, decorada con bordados, hilos de oro u ornamentos lujosos. Si lo pensamos, es el equivalente antiguo a un vestido de lentejuelas.
Además, no era solo ropa bonita. Los dos cónsules estrenaban estas togas ornamentadas para ir al Templo de Júpiter, a modo de ritual simbólico, con el objetivo de iniciar el nuevo ciclo con fuerza, protección y buena fortuna. ¿Te suena? A nosotras también.
Las fiestas y las lentejuelas, una tradición que tiene siglos
Cuando San Bonifacio llegó a Roma, en el año 742, quedó escandalizado al ver la fiesta que montaban para Nochevieja. No solo por la comida y bebida, que también, sino porque las mujeres llevaban colgados del cuello amuletos vinculados a dioses, como una manera de protegerse de la mala suerte. Puede que hayan pasado muchos siglos, pero seguimos siendo humanas: un poco supersticiosas, un poco coquetas… y totalmente dispuestas a buscar un toque mágico para despedir el año.
Las primeras celebraciones de Nochevieja en Escocia también nos dan más pistas. Allí, parte del rito consistía en correr con antorchas o encender hogueras mientras llevaban pieles de ganado, buscando purificarse del mal antes de comenzar el nuevo año. ¿Ves el patrón? Brillar para reclamar el control, como acto de esperanza. Hacer algo diferente para recibir el año diferente.
Así que cuando llegaron los vestidos bordados, las lentejuelas metálicas y la estética decadente y glamurosa de los años 20 del siglo pasado, simplemente recogimos un legado que llevaba mucho tiempo gestándose y lo hicimos nuestro.
Hoy es una creencia común que lo que se hace el 31 de diciembre marcará el tono para el año venidero, por lo que vestirse con brillos podría representar el deseo por deslumbrar los próximos 365 días. Nosotras, que no somos demasiado supersticiosas, pero tampoco estamos para desafiar al destino, cumpliremos la tradición de vestir lentejuelas en las próximas fiestas con estas 5 prendas esenciales que después podremos recuperar con nuestros básicos cotidianos.












