Sus padres querían que fuese diplomático, pero su mente viajaba en otra dirección. Manuel Blahnik Rodríguez (83) creció en Santa Cruz de la Palma, al amparo de una plantación de plátanos que su familia tenía en la isla canaria. De madre española y padre checo —de ahí su primer apellido—, de pequeño tenía una imaginación rebosante que le llevaba a dibujar inspirándose en la naturaleza de la que se rodeaba. Ya entonces fabricaba zapatos diminutos a partir de envoltorios de chocolatinas para las lagartijas del jardín, un gesto que evidenciaba su futuro en el calzado.
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Y es que los zapatos siempre estuvieron presentes en su casa: su madre cosía los suyos propios bajo la atenta mirada de Manolo Blahnik, lo que años más tarde le serviría de inspiración. Educado en casa, completó los estudios en un internado en Suiza para después matricularse en Derecho, en la Universidad de Ginebra, donde coincidió curiosamente con Diane von Fürstenberg. Pero pronto decidió cambiar para especializarse en literatura, y más tarde, acudir a la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, y de ahí, hacer escenografía en la Escuela de Arte del Louvre. Tenía claro que no se dedicaría a la profesión que sus padres habían pensado.
Su vida cambió de forma radical a finales de los sesenta: el diseñador había comenzado a crear sus primeros bocetos de zapatos y su amiga Paloma Picasso, le concertó una cita en Nueva York con la editora de moda Diana Vreeland. Esta, al verlos, quedó fascinada y le animó a dedicarse a ello: "Céntrate en las extremidades, jovencito. ¡Haz zapatos!", le dijo.
Una recomendación que siguió al pie de la letra: en 1970 fundó su firma homónima, regentando un boutique en el barrio londinense de Chelsea. Rodeado por una comunidad de artistas, Manolo casi nunca salía de su tienda. Se convirtió en un punto de encuentro para lo más selecto de la escena social de Londres. La primera colaboración vendría con el diseñador Ossie Clark. Nuevo en el arte del calzado, el Manolo Blahnik olvidó poner refuerzos de acero en los tacones de los zapatos, lo que causó que estos se doblaran en la pasarela y que las modelos caminaran de forma inestable. Ocurrió durante el desfile en el Royal Court, propulsando sin quererlo una "nueva forma de caminar", como lo llamaron entonces. La periodista Suzy Menkes lo describió como "el momento más extraordinario en la historia de la moda".
En los años siguientes, siguió trabajando en su firma, aprendiendo el oficio y desarrollando su estilo. Pronto, figuras como Bianca Jagger, Jerry Hall, Madonna, Cher e incluso Diana de Gales, eligieron sus zapatos, lo que consolidó aún más su estatus como diseñador de élite. En 1977, su nombre apareció en la portada de Vogue UK, junto con la actriz Anjelica Huston (La familia Addams), un hito que lo convirtió en un referente del lujo y la sofisticación.
A partir de ahí, Blahnik se asoció con marcas y diseñadores de renombre, y comenzó a colaborar en importantes desfiles internacionales. Su estilo no se limitaba a seguir las tendencias, sino que las reinventaba y aportaba su original estilo propio de la enorme imaginación que demostró tener desde niño. "Dibujo hasta 300 bocetos por temporada", ha llegado a asegurar, aunque no todas sus ideas se materializan en forma de zapato.
Sus diseños se convirtieron en un fenómeno cultural, especialmente en Estados Unidos, donde Carrie Bradshaw, la protagonista de Sexo en Nueva York, los popularizó, llevando a Manolo Blahnik a la cultura popular. En los 2000, Blahnik continuó expandiendo su imperio y explorando nuevas formas de diseño, participando también en otros proyectos en pantalla (Sofía Coppola le pidió que diseñara los zapatos para la película María Antonieta)
En los últimos años, Blahnik ha continuado siendo un pilar fundamental en la industria del calzado de lujo. Además de su dedicación a la creación de zapatos, ha sabido reinventar la imagen de su firma y llevarla a nuevos horizontes bajo la dirección de su sobrina, Kristina Blahnik, quien asumió el cargo de CEO de la marca en 2013. Aquel niño canario que jugaba en el jardín de su casa a ser zapatero, puede presumir hoy a sus 84 años de haberse convertido en una de las figuras más influyentes en la moda, habiendo dejado una marca imborrable en la industria del calzado.
