Trabajando en moda y estando en contacto directo cada día con este mundo, tengo que admitir que no me falta inspiración. El escrutinio diario de información, las novedades que llegan a las tiendas o las colecciones más recientes que se presentan sobre la pasarela, me sirven constantemente para estar al tanto de las tendencias e incorporarlas a veces a mi forma de vestir. Incluso mis propias compañeras son a menudo un gran referente, pues entre las editoras de FASHION también hay mucho estilo.
Pero la prenda que estos días ronda mi mente no la he fichado dentro de mi oficina, sino fuera. Para ser más concretas, en el trayecto que cada mañana hago a primera hora hasta llegar a ella, en el barrio de Almagro, en Chamberí. Suelo salir del metro en Alonso Martínez o Gregorio Marañón, para ir caminando y de paso, observar a mi alrededor a las chicas que, como yo, se dirigen también a sus trabajos.
Me gusta analizar el street style cotidiano a esta hora de la mañana, pues me parece una fuente de inspiración cercana y realista cuando se trata de idear looks para ir a la oficina. Y en este análisis matutino he detectado una prenda muy concreta: no hay día que no haya visto un look con la falda midi de cuadros que parece triunfar este otoño. Y no, no estoy exagerando.
Ni Vichy, ni pata de gallo ni príncipe de Gales: hablo de un estampado de cuadros muy concreto, aquel inspirado en el tartán, pero que no necesariamente sigue una estructura simétrica. No es nuevo, por supuesto, pues la moda es cíclica y lo comprobamos en casos como este.
Ya en los 90, este print formaba parte de la escena grunge inglesa, donde figuras como Kate Moss lo incorporaron a su estilo casual y rebelde. Incluso Vivienne Westwood, la diseñadora que revolucionó la moda punk, también hizo del tartán su bandera, llevándolo a las pasarelas, como harían después Miu Miu y Burberry. Incluso ha sido (y sigue siendo) el protagonista de algunos uniformes de colegio.
Y esta temporada, lo encontramos en estas faldas. Una versión más larga y formal de la que popularizó Alicia Silverstone en Clueless, que he observado llevar con calzado cómodo: desde bailarinas de terciopelo, hasta mocasines, y sobre todo, junto a botas altas. Una prenda que las madrileñas del barrio de Almagro combinan con jersey fino de punto básico, aunque también he comprobado cómo otras arriesgan (y ganan) con camisas y chalecos por encima.
Y yo, que siempre he preferido ir a la oficina con pantalones —especialmente de traje, pero también con vaqueros—, y que suelo priorizar los básicos en colores neutros por encima de los estampados; no me he podido resistir a incluir también en mi armario otoñal esta falda de cuadros, inspirada por las chicas que cada mañana recorren junto a mí el mismo trayecto del metro al trabajo.










