En tiempos de caos y pantallas sobreestimulantes, la moda ha encontrado consuelo en la nostalgia. Y pocas imágenes lo resumen mejor que la última publicación de Blanca Suárez —que siempre recordaremos por El Internado— en Instagram: unas fotos sencillas con un jersey de rombos de Zara, agotadísimo, por supuesto. La actriz, sin pretenderlo, ha confirmado lo que las pasarelas y los escaparates llevan meses anunciando: los rombos han vuelto. En un invierno dominado por la estética british y el retorno a los códigos del vestir clásico —chaquetas Barbour, botas de agua Hunter, lana gruesa y tonos neutros—, el argyle sweater se ha convertido en el nuevo objeto de deseo. Un guiño al pasado que, paradójicamente, se siente más actual que nunca.
El look: la sencillez de Blanca y la tendencia de la temporada
El look de Blanca tiene mucho de espontáneo y de cotidiano, como casi todo en su estilo, que inevitablemente ha ido cambiando con los años. La actriz luce un jersey gris de rombos en tonos marrón y camel, con cuello en pico y silueta oversize, firmado por Zara, aunque encontrarlo ahora es casi misión imposible: está completamente agotado. Lo combina con unos vaqueros anchos en azul lavado y unas zapatillas deportivas en tonos marrones, además de un bolso negro mediano de Miu Miu con acabado efecto piel de serpiente. Completa el conjunto con unas gafas de carey. Es un look sin pretensiones, cómodo, pero con ese toque de tendencia que convierte lo cotidiano en inspirador.
La curiosa historia del jersey de rombos
El estampado de rombos tiene una historia aristocrática y deportiva. Su origen se remonta a Escocia, al clan Campbell de Argyll, cuyas mantas y kilts lucían este patrón geométrico que simbolizaba unidad y herencia. El argyle, en realidad, nació de una reinterpretación del tartán. Como explica el historiador de moda Alistair O’Neill, de Central Saint Martins, en el siglo XVII los clanes escoceses tejían las tradicionales telas a cuadros en marcos más pequeños para confeccionar medias —las llamadas tartan hose—, pero al no resultar especialmente elásticas, comenzaron a cortarlas en diagonal, girando el patrón noventa grados. De ese gesto, casi accidental, nació el dibujo de rombos: una nueva forma de mirar el tartán, más dinámica y adaptable al cuerpo. Así, de un ajuste técnico surgió un icono estético que siglos después seguiría reinventándose en las pasarelas.
Desde entonces, el argyle ha vivido múltiples vidas. Fue emblema de elegancia deportiva gracias a Pringle of Scotland, que lo popularizó en los años veinte vistiendo al duque de Windsor; más tarde, símbolo del preppy americano a través de Brooks Brothers o Ralph Lauren; y, en los noventa, el rombo vivió una segunda juventud: lo llevaron desde Lady Di —en sus jerséis de aire colegial— hasta los protagonistas de Clueless y Friends.
¿Por qué vuelve ahora?
La nostalgia es, en realidad, el motor estético del momento. Frente a la incertidumbre global, buscamos refugio en lo conocido: el armario de nuestros padres, las películas de los 80, los tejidos naturales, los estampados que evocan a tiempos "mejores". Es una forma de escapar de la realidad actual e intentar traer del pasado elementos que nos hagan olvidar —al menos por un momento— que estamos en 2025. La moda lo ha entendido, ha captado ese anhelo, por eso el look clásico y el estilo old money se ha popularizado: el jersey de rombos, las chaquetas enceradas, las Hunter que vuelven a asomar entre la lluvia y los vaqueros rectos que sustituye al denim roto. Vestirse de forma tradicional se ha vuelto subversivo, un acto de resistencia silenciosa frente al exceso y la velocidad.
Dónde puedes encontrarlo
Las marcas de street style lo han convertido en una tendencia transversal. Zara lo agotó con el modelo que llevó Blanca Suárez, pero Mango, Massimo Dutti, Brownie, Scalpers, Parfois, Algo Bonito o Sézane también han apostado por los rombos en todas sus versiones: desde el clásico gris y beige hasta tonos pastel o combinaciones más atrevidas. Hay versiones de punto fino para llevar con camisas blancas, y otras gruesas, casi chunky knit, que funcionan como abrigo. El fenómeno es claro: el argyle ha dejado de ser una reliquia de internado británico para convertirse en el uniforme sentimental de un invierno que quiere, más que nunca, volver a lo esencial.












