Al contrario que sucede con otros miembros de su familia, como su prima Carolina de Mónaco o su tía Carlota Casiraghi, Pauline Ducruet ha conseguido disfrutar de algo que ellas no han tenido nunca: privacidad. La hija de Estefanía de Mónaco y su guardaespaldas, Daniel Ducruet, mantiene uno de los perfiles más discretos de la familia real monegasca. Con 31 años, pocos datos han trascendido sobre su vida privada.
Ni ella ni sus hermanos, Louis y Camille Gottliebn, han protagonizado titulares sorprendentes ni soportan el escrutinio diario de los paparazzi. Un privilegio por el que ha luchado su madre, conocedora de todo ello, especialmente a finales de los ochenta cuando debutó como cantante, y a principios de los noventa, cuando salió a la luz su sonado romance (y posterior divorcio) con Daniel Ducruet, quien antes había sido el jefe de seguridad de su hermano, el príncipe Alberto.
Pero que Pauline Ducruet evite llamar la atención dentro de los asuntos de palacio, no significa -y tal vez sea precisamente por ello-, que su vida no suscite atención. Especialmente en lo que se refiere al mundo de la moda, sector en el que despunta desde que era adolescente. "No recuerdo un momento con el que no soñara con dedicarme a la moda", admitió la 17ª en la línea de sucesión a Hello Monaco. "La gente tiende a pensar que todo es brillo y glamour, pero no es así. La moda requiere esfuerzo, saber lo que haces y tener muy claro qué quieres lograr".
Y ella lo tenía cristalino desde los 16, cuando ingresó en el Instituto Marangoni, uno de los centros moda, arte y diseño más prestigiosos del mundo, fundado en Milán en 1935. Después de terminar sus estudios de bachillerato, cursó Diseño en Nueva York, hizo prácticas en Louis Vuitton y también en la edición estadounidense de Vogue, para finalmente fundar su propia firma: Alter Designs.
En la Gran Manzana ha vivido durante los últimos años, una enorme ciudad en la que también ha podido pasar desapercibida, pues llegó a admitir que sus compañeros de universidad ni siquiera ubicaban Mónaco en el mapa, y mucho menos, sabían que ella pertenecía a la realeza.
En la actualidad, Pauline vive entre Nueva York, París (donde produce su firma) y Mónaco (donde posee tienda física). Con la inclusión y la sostenibilidad como pilares fundamentales de su marca de ropa -reutilizan el denim para evitar excedentes-, resulta curioso cómo la nieta de Grace Kelly adapta su estilo dependiendo de la situación.
Y es que cuando se trata de acudir a actos oficiales en el Principado, siempre solemos verla respetando el protocolo sin salirse del molde. Colores oscuros, diseños de líneas rectas y limpias, trajes sobrios... Y, sin embargo, fuera de su lugar natal, sus looks dan un giro de 180 grados. Radicalmente atrevidos, recuerdan a aquella libertad de la que hizo bandera su propia madre, quien para Pauline es toda una inspiración y define como una mujer que siempre hizo lo que quiso.
La royal volvía a demostrarlo hace tan solo unos días, durante su paso por Paris Fashion Week. Desde hace años, se ha convertido en una de las invitadas especiales a los desfiles de Miu Miu, una cita a la que suele ir acompañada por su primo, Alexandre Grimaldi. Y esta ocasión lo hacía enfundándose en un vestido camisero negro que dejaba el sujetador a la vista, medias grises de canalé y stilettos. Una combinación que nada tiene que ver con la sobriedad por la que apuesta en Mónaco.
Y es que en su tiempo libre, Pauline usa la moda como una forma de expresión, atreviéndose a experimentar con sus propias creaciones, pues además de fundadora, también es diseñadora de Alter Designs. Desde vestidos en colores vibrantes, pasando por total looks vaqueros en diferentes tonos de denim, hasta combinaciones inspiradas en la Fórmula 1, uno de sus deportes favoritos. La discreción queda relegada a un segundo plano, permitiéndole ser ella misma.