Chanel ha vuelto a nacer. Y es que, realmente, Matthew Blazy no tenía mucha más opción: podía regirse estrictamente por los códigos de la casa y apostar por lo seguro, para luego partir desde allí, o darlo todo como si se tratase de su último desfile. Hizo lo segundo. El Grand Palais de París que sirvió de escenario para las colecciones icónicas de Karl Lagerfeld -y posteriormente las de su sucesora, Virginie Viard- alojó bajo su imponente cúpula un debut que marca un salto monumental en los 115 años que ha cumplido la casa.
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El exdirector de Bottega Veneta es el cuarto diseñador en ocupar este puesto en más de un siglo, pero el primero en deslindarse del relato impuesto por la misma Gabrielle "Coco" Chanel y preservado durante décadas por Lagerfeld. En los días previos a este debut, había adelantado una serie de imágenes en blanco y negro, firmadas por el legendario fotógrafo David Bailey, que insinuaban un giro hacia el minimalismo más depurado. Sin embargo, ese fue solo el punto de partida de un desfile Primavera/Verano 2026 que exploró mucho más: la tensión entre la sobriedad y la exuberancia, entre lo masculino y lo femenino, entre la herencia y la reinvención.
Empezamos fuerte. El primer look, un traje de lana a cuadros con la chaqueta recortada, sentaba las bases. Blazy tomó como referencia la costumbre de Chanel de tomar prestadas las prendas de su pareja, Arthur "Boy" Capel, un gesto que, por aquel entonces, no era menos que revolucionario. Ambos eran clientes de la emblemática camisería francesa Charvet, y el diseñador quiso rendir homenaje a ese vínculo histórico colaborando con la firma para crear piezas como una camisa blanca de esmoquin de corte amplio, combinada con una falda negra fluida, o una camisa masculina a rayas reinterpretada en versión cropped y acompañada de una falda de gala escarlata cubierta de plumas.
Cuanto más se mostraba, más evidente era que los bordes sin rematar eran un leitmotiv. A Chanel le parecía elegante que la aristocracia británica usara la misma ropa hasta que prácticamente se desmoronara, una costumbre que se ha perdido entre la inmediatez de la moda rápida y desechable.
Esa idea le inspiró a desarrollar un nuevo hilo y, a partir de ese nuevo hilo, hacer un nuevo tipo de tweed que parecía gastado, casi como un shantung.
El tweed abandona su pureza y crea relieves que revitalizan este sello de la casa francesa, representativo de la sofisticación eterna, con aires de juventud. La exploración de tejidos forma parte esencial del proceso creativo de Blazy, y así como en Bottega creó cuero que se hacía pasar por denim (pudiéndose distinguir solo a centímetros de distancia de las prendas), en Chanel se nutrió de las obsesiones textiles de su fundadora hasta dar con materiales inéditos; por ejemplo, un nuevo hilo de algodón que le recordó, por su sequedad, a unos cereales, con gavillas de trigo que brotaban de él.
En una reciente entrevista sobre su debut, Blazy admitió que nunca vio un desfile de Chanel. De hecho, el único que ha visto fue el último de Alta Costura, celebrado este pasado verano. Se dejó llevar por la idea universal de Chanel, lo que significa en un mundo que no necesita saber de moda o de lujo para identificar un look de Chanel. Desde allí, trazó un camino sin retorno a esta galaxia de la que aún conocemos poco y que, seguramente, nos desvelará rincones jamás imaginados.