El diseñador Daniel Roseberry, al frente de Schiaparelli, no ha hecho más que solidificar su estatus como el arquitecto de la opulencia. Su colección Primavera-Verano 2026, presentada en el Centro Pompidou, fue un juego de contrastes donde el prêt-à-porter se elevó a la categoría de demi-couture.
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En la sala, con luz tenue, la atmósfera era íntima. El nombre de la colección, Dancer in the Dark, evocaba la vida subversiva de los clubes de burlesque parisinos. La intención de Roseberry era explorar la sensualidad en capas: glamurosa, compleja y con un toque de peligro. Y lo hizo con una propuesta que navegaba entre la rigidez y la liberación.
Roseberry, siempre meticuloso, tomó las siluetas a las que ya estamos acostumbrados (el hombro afilado, la cintura ceñida) y las reinventó con una obsesión por el detalle. Se vieron dedos esculpidos sobresaliendo de un clutch y pinceles de oro que pesaban sobre un conjunto de dos piezas. Pero por cada corset invisible y cada cut-out que simulaba un desprendimiento (un gesto de imperfección intencionado), había tejidos que caían con una gran fluidez.
Esta dualidad de "peso y ligereza" que siempre está presente en sus colecciones, alcanzó su punto álgido con la aparición de Kendall Jenner, que cerró el desfile con un diseño totalmente transparente, adornado con mechones de pelo de potro negro, que dejaba a la vista su ropa interior.
Y fue entonces cuando se creó uno de esos momentos virales que siempre rodean los shows de Roseberry. En el front row, sentada junto a Rosalía, estaba Kylie Jenner, que no pudo contener la emoción al ver a su hermana sobre la pasarela.