Fue el pasado mes de marzo cuando se comunicó, de forma oficial, la noticia: Casey Cadwallader dejaba la dirección creativa de Mugler y Miguel Castro Freitas era el encarado de darle el relevo. El diseñador portugués, que se formó en Central Saint Martins (escuela de grandes diseñadores como Alexander McQueen, Simone Rocha y Stella McCartney), trabajó de la mano de John Galliano cuando estuvo frente a Dior Couture, cuenta con experiencia en importantes casas como Dries Van Noten, donde ejerció como director creativo, y Sportsmax, donde colaboró como director creativo de la línea contemporánea de Max Mara. Pero este jueves en París era esperado su debut de la mano de la casa francesa.
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Minutos antes del desfile, el perfil de Instagram de la firma sorprendía al borrar (casi) todas sus publicaciones y dejar solo seis, las que forman parte de la nueva era: el anuncio del cambio, y varios vídeos y fotografías en los que se anunciaba el show y se daban algunas pistas sobre lo que se iba a ver sobre la pasarela, montada en un aparcamiento subterráneo.
La paleta de colores quedaba más que definida al observar los looks: marrón, crema y beige. Todo un atrevimiento si tenemos en cuenta que, históricamente, el color negro ha dominado una enorme parte de las creaciones de Mugler. Las siluetas, estas sí, fieles al ADN de la firma, exaltan el cuerpo femenino con formas de reloj de arena, hombros amplios, cinturas ceñidas y caderas pronunciadas.
La colección también recupera el trabajo artesanal que hizo célebre a la maison, con corsés joya sin brillo, plumas exóticas y detalles esculturales. Hay guiños al espectáculo y espacio para causar esa incomodidad y fascinación que caracterizan algunas creaciones de Mugler y que Freitas ha traducido en un vestido transparente sostenido por anillos en los pezones, sin duda la pieza más polémica de esta colección.
Logra con su propuesta equilibrar la fantasía que caracteriza a la firma con el toque de practicidad que aporta su nuevo director creativo, pues hay otras prendas pensadas para brillar en alfombras rojas e incluso en el día a día (como sus pantalones de traje o faldas midi satinadas), insinuando una evolución hacia una moda algo más cotidiana y sofisticada.