Podemos estar de acuerdo en que un vestido blanco te resuelve cualquier look de verano. Bueno, casi cualquier look de verano. Aparte de ser una única pieza, lo que resuelve fácilmente la tediosa tarea de elegir qué ponerte por la mañana, resalta el bronceado como pocas prendas del armario estival. Debo confesar que tengo al menos cuatro para diferentes ocasiones, pero como editora de moda quiero advertirte que no es oro todo lo que reluce. Hay 5 planes a los que nunca deberías llevar tu vestido blanco favorito.
Está de más decir que no se puede vestir de blanco en una boda porque no tengo dudas de que tú, querida lectora, jamás pensarías en coordinarte con la mujer protagonista de esta celebración. Da igual si tu vestido es 'mini', lencero o de lo más sencillo, hablamos de un territorio prohibido. Ni "hueso", ni "blanco roto, ni "champán".
Puestas las cartas sobre la mesa, ahora sí, repasemos las 5 ocasiones definitivas en las que tus vestidos blancos están vetados. Así lo estipula el protocolo FASHION:
1. En una cata de vinos (o una cena italiana)
Si hay copas de tinto o platos con riesgo de salpicón, el vestido blanco es básicamente una trampa mortal. A no ser que quieras llevar un estampado espontáneo, mejor opta por tonos estratégicos. Ya lo dijo una de nuestras expertas, especialista en ciencia de los materiales: ir de negro no da más calor que ir de blanco. ¿Piensas que eres ya una niña grande y no hay manera de que te manches? Puede que tengas las mejores habilidades con la cubertería, pero no te fíes demasiado de tus acompañantes.
2. En los festivales del verano
En esta oportunidad, hablo desde la experiencia y con todo el pesar que me cabe en el corazón. Entre el polvo, el césped, los vasos de cerveza a rebosar y la multitud bailando y saltando a tu alrededor, un vestido blanco. Y lo de sentarte en el suelo queda directamente descartado. Cuando voy a un concierto de mi artista favorito, lo último que quiero es distraerme por culpa de mi outfit.
3. Para un picnic
¿Viste a Paris Hilton en 'La vida sencilla' (2003)? Te recuerdo la sinopsis: "Dos aristócratas se mudan de la ciudad a un pequeño pueblo". Le tocó aprender de carpintería, ganadería, agricultura e incluso sobre cómo realizar labores básicas del hogar. La heredera sufría en cada episodio. Yo, sinceramente, empatizo. He vivido en dos capitales, ambas, curiosamente, de 3,5 millones de habitantes. Nada se me da tan mal como lo relacionado con la tierra, los bichitos, lo rural. Aquí reside mi problema con los picnics.
Sí, el picnic es un planazo para hacer en plan romántico con tu pareja o en compañía de un grupo grande de amigos, hasta me gustaría celebrar así alguno de mis cumpleaños, pero tengo que llevar al menos dos mantas para mí sola. Me veo incapaz de tocar el césped o sentarme directamente en la tierra, con las hormigas trepándome por el brazo. Ir de blanco sería un gravísimo error, y sobre todo en vestido.
Ya solo por cuestiones logísticas, más allá de la posibilidad de mancharse con el guacamole, unas bermudas vaqueras son la opción ideal para un picnic. Cómoda y sin estrés. Aquí, un vestido blanco tiene la misma esperanza de vida que una servilleta de papel.
4. Un plan con niños pequeños
Nací en la recta final de los 90 y, aun así, soy la bebé de la familia, así que jamás me he visto en esta situación. Para las chicas que tengan sobrinos o primos pequeños, va este consejo que, por suerte, yo no he necesitado aplicar todavía: no te enfrentes a unas manos llenas de chocolate con un vestido blanco impoluto porque perderás. Al fin y al cabo, los niños juegan sin pensar en las consecuencias (divina juventud).
5. Al salón de belleza
Ya sea que vayas a cambiar de look, hacerte las uñas o maquillarte para un evento, el blanco es un "NO" rotundo en todas sus presentaciones. ¿Sabes cuántas veces he rozado mis dedos con la ropa por accidente mientras se secaba el esmalte? ¿Y qué me dices de los residuos de pelo que se queda adheridos al cuerpo después de cortarte el pelo?